William Anseume: El trabajo como libertad combatida

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Muchos pensamos que el régimen que domina Venezuela en estos momentos desprecia el trabajo, aborrece el trabajo y al trabajador por un plan macabro de sometimiento, plan que incluye la provocación de la huida en estampida, en busca de refugio de nuestros coterráneos. Para que envíen remesas, para ahorrar en gastos internos y para facilitarle políticamente la actuación. Y estamos en lo cierto.

A lo anterior debemos incluirle la manipulación de agentes internos y externos para la elaboración de la idea de que son las sanciones las culpables de la debacle económica en Venezuela. Pero dentro y fuera sabemos que no es así. Porque en nuestro país circula suficiente dinero, producto de la renta petrolera todavía dadivosa, aunque menor por todos los problemas técnicos y de destrucción de la industria consabidos, y de la voracidad fiscal histérica que se le desató a estos dizque socialistas. Cada vez me convenzo más de que la inflación primera del mundo les resulta muy conveniente. Pero también tienen dinero mal habido, dinero que no enteran por lado alguno. ¿Alguien sabe cuánto sacan del destructor Arco Minero? El narco, el lavado y más…

La corrupción, no me canso de decirlo, está a la vista permanentemente. Obras inconclusas de gran magnitud. No invierten en nada en lo que no haya una coima de brinco rabioso de por medio. Asfaltan casi a diario los mismos huecos con materiales inservibles, o se crean una Universidad Bella, al margen del presupuesto universitario -inexistente por demás este último. ¿Alguien sabe algo del presupuesto de la nación, de las cuentas y en qué se gasta o invierte? Sabemos bien que no se gasta en salud porque el estado de los hospitales y ambulatorios así nos lo enrostra. Sabemos que en educación no se invierte ni lo mínimo indispensable. En infraestructura no es que se va el gasto público. En defensa podemos ver los restos de los aviones acaso. ¿En qué se invierte?

En trabajo no es. Los millones de empleados públicos han visto desaparecer sus sueldos y beneficios de la protección social de un modo espantoso. La idea es hacer sentir el despido indirecto. La OIT vino a jugar carritos y se conformó con la liberación de algún dirigente sindical, cuando luego apresaron muchos más en la puerta giratoria y con la devolución de algunos funditos. Vino también a hacer discutir el salario mínimo y otros detalles laborales, como la libertad sindical. Nada. El trabajo, como la educación, es liberador. El individuo se hace dueño de si y explota su personalidad y sus deseos. No me extenderé en estas consideraciones que tienen que ver con derechos humanos, desde luego, porque los derechos laborales son derechos humanos. Todo aquello que es liberador contraría al régimen despótico, al de la opresión macabra. Tienen que destruirlo.

En palabras de Víctor Álvarez queda bien expresada la intención de ese neorentismo socialista: “Para mantenerse en el poder, el neorentismo socialista necesita la pobreza y la desigualdad. Ese es su público. Su clientela, su elector. El empobrecimiento generalizado de la población crea un entorno social cada vez más dependiente de los programas asistencialistas del Gobierno”. De eso se trata. Por eso le sabe a tortilla frita al régimen si no cumple la ley, si sepulta sus propias Convenciones Colectivas, si reduce los sueldos con la ONAPRE o con lo que sea. Le importa poco o nada el trabajo y el trabajador. La educación o la salud de los habitantes. Solo quiere más y más poder, Mas y más dinero para el sostenimiento de ese poder y más y más ciudadanos dominados, sometidos por el hambre y la precariedad. Es un régimen devorador. Troglodita. Olvidemos con este régimen el aumento de los sueldos y de las condiciones laborales. Sigamos peleando y diciendo. El problema, una vez más demostrado, son ellos, estructuralmente ellos. Hasta que no los hagamos ir, persistirá el problema, porque trabajo es libertad.

 

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