Se habla mucho de las dificultades de gobernar con minoría, teniendo que llegar permanentemente a acuerdos, consensos, negociaciones. Pero nos olvidamos que nuestro sistema democrático es parlamentario y que, una mayor representación de partidos políticos, con toda su complejidad, representa mucho mejor las distintas opciones electorales de los españoles.
La democracia no es solamente gobernar con mayoría absoluta. Todo lo contrario. Ahí es bien fácil gobernar imponiendo un único criterio por encima del resto de partidos y opciones políticas.
Sin embargo, hace tiempo que los gobiernos de mayoría absoluta están fuera de la realidad española y europea. ¿Es bueno o malo? Evidentemente, depender de otros partidos para gobernar tiene sus condicionantes, sobre todo, cuando los partidos más pequeños pero decisivos exigen e imponen sus criterios en las negociaciones. Por otra parte, cuando un gobierno está con mayoría absoluta suele ejercer el gobierno con “ordeno y mando” sin ninguna concesión ni respeto a la diversa oposición.
No obstante, hay una cosa que me preocupa más: el aislamiento del PP.
Feijóo llama continuamente a tener una mayoría absoluta para no depender de Vox. Creo que la ciudadanía está viendo en estos dos meses de lo que es capaz de decir, hacer e imponer Vox. Y comienza a asustarse de lo que ese partido puede llegar a hacer. Solo faltaba ver el video del candidato de Vox, Ignacio Garriga, que interrumpió un mitin para enfrentarse a una veintena de personas que defendían la bandera y señas LGTBI. Tuvo que ser sujetado por sus propios escoltas que, en vez de tener que defenderlo, tuvieron que apartarlo de lo que se preveía como un conflicto físico.
El problema es que Feijóo no tiene a nadie más con quien hablar. Y eso es lo más preocupante.
¿Cómo es posible que un partido democrático, conservador, –¿liberal?-, haya acabado aislado, sin nadie que se fíe de él, sin ninguna otra alianza política que la ultraderecha, sin líder político ni partido político que avale sus tesis?
Esto es un mal síntoma democrático para el PP. Se ha convertido en un partido que no es de fiar, que nadie quiere tenerlo como socio, que nadie quiere negociar con él.
Los votantes del PP deberían reflexionar un momento sobre lo que esto supone. ¿Usted le daría su voto de confianza a un partido del que ningún otro se fía?
Las mentiras del PP se acumulan; se acumulan las intoxicaciones acerca del mal funcionamiento de las instituciones (correos, RTVE); se amontonan sus amenazas contra los periodistas y el periodismo que le resulta incómodo (cuando el PP ha sido el máximo manipulador de televisiones autonómicas); y se acumulan las reticencias de la diversidad del parlamento español, temiendo que el PP pueda gobernar como ya lo ha hecho en otras ocasiones: imposición, reducción de derechos, conflictos territoriales (como ha ocurrido en Cataluña con Rajoy), subida de impuestos, privatizaciones, mala presencia internacional, sin olvidarnos de la pringosa corrupción que aún tenemos como herencia.
Ante esa situación, el PP reclama su falso mantra de “la lista más votada”. Cuando justamente ese fue uno de los mayores engaños del PP:
*El PSOE dio su abstención al gobierno de Rajoy.
*Cuando Pedro Sánchez ganó, el PP no hizo lo mismo.
*Tampoco lo ha hecho el PP con las leyes que el PSOE ha sacado adelante. Si tanto se quejan de los votos de Bildu o de Esquerra, era tan fácil como votar a favor o sencillamente abstenerse en esas leyes. Pero nunca lo hizo.
*No lo ha hecho ahora en ninguna de las Comunidades Autónomas donde el PSOE es la fuerza más votada: Extremadura, Canarias o Aragón.
*Tampoco lo fue cuando en las primeras elecciones autonómicas, gobernó Isabel Díaz Ayuso en Madrid o Juanma Moreno en Andalucía. Ambos arrebataron a “la lista más votada que era el PSOE” el gobierno autonómico.
*Tampoco lo ha hecho ahora en 140 ayuntamientos donde el PP ha pactado con Vox para arrebatar las alcaldías del PSOE.
Por tanto, ¿cómo fiarse de quien resulta un mentiroso de poco fiar?
La palabra ahora será de la ciudadanía española. Su voto decidirá si está dispuesto a darle su confianza a quien no es de fiar.