Amigos lectores:
13 páginas y 18 materiales trae el PDF de esta semana: la cantidad me obliga a un repaso breve y apurado de los contenidos. De lo contrario, esta introducción se extendería demasiado. Sin embargo, quiero señalar: estoy persuadido de que esta edición dará tela para muchos días, para mucha conversación. Les cuento.
Generosa, persistente, memoriosa y siempre magnífica, Bélgica Rodríguez ha coordinado un dossier dedicado al centenario de Jesús Soto (1923-2005), que viene a sumarse a las actividades que se han estado realizando para recordar el centenario del nacimiento del maestro. Rodríguez nos ofrece un tesoro: una conversación con Soto de 1985. Dice Soto: “Es evidente que lo esencial para mí es lo conceptual. El arte es un fenómeno conceptual, sobre todo la proposición exacta de que la estructura es más importante que los elementos, y esto podría parecer una ruptura en la creatividad artística, pero indudablemente que siempre lo ha sido así; en el Renacimiento el artista es un hombre que se ata a un problema conceptual propio de la época, es una especie de lucha, de proporción abierta a una tridimensionalidad, es el artista que tal vez inconscientemente prevé lo que siglos después va a resolverse en el cubismo; no se apegan a la tridimensionalidad de la perspectiva renacentista propiamente dicha, aquella que se ocupará de un solo punto de vista, como la persona que ve el paisaje sentado en su ventana y lo fija en un instante”. No necesito agregar más. A lo anterior se añaden textos de Diana Arismendi (La música que siempre lo acompañó), Alberto Fernández R. (El humanismo -y la naturaleza- según Jesús Soto), y Beatriz Sogbe (Jesús Soto: las matemáticas, la música y el arte). Por mi parte, añadí un fragmento de un ensayo de Ariel Jiménez que publicamos en el 2019, a propósito de la exposición de Soto en el Museo Guggenheim de Bilbao. Páginas 1 a la 4.
En las siguientes dos páginas se recuerda a otro gran maestro venezolano de las artes visuales: Héctor Poleo (1918-1989). Además de la entrevista que hice a su hija, Alexandra Poleo, viene un paladeable ensayo que Miguel Ángel Asturias escribió sobre Poleo en 1969: “Hay otra forma de ser americano. Esta de este pintor de Venezuela. Una lúcida combinación de sustracciones hechas a las substancias crudas, tratadas a hervor de magia, hasta transformarlas en reminiscencias de espuma de fruta, caleidoscopio de plumajes, sanguaza dulce de piedras de luz. Inventar un idioma cabalístico para hablar de esta pintura de Poleo. Hacer préstamos de palabras a idiomas indígenas. Esas palabras que al caer al oído del que las escucha se abren en metáforas como ciertas raíces que en el agua se vuelven mariposas”.
Entre 1955 y 1989, el artista gallego Emilio Fernández Celeiro (1928) vivió en Venezuela. En La Coruña, la ciudad donde reside, está todavía abierta una exposición antológica, Celeiro, a cargo del curador Carlos Pereira Martínez. En la página 7 reproducimos un fragmento del texto de Pereira Martínez: las páginas dedicadas a los años del artista en Venezuela, donde mantuvo una amplia actividad creadora y expositiva. Cuenta: “Emigra, además, sin conocer a nadie en el país americano. Por eso, cuando el barco llegó al puerto de La Guaira, le daba miedo salir, ya que no lo esperaba nadie. Decide unirse a otros paisanos que habían llegado a la vez que él y se dirigían a Caracas, instalándose en una pensión con habitaciones prefabricadas. La primera mañana, se dedica a cumplir los encargos que le habían encomendado en A Coruña, con la esperanza de que alguien lo guiara, lo aconsejara (…) Había dejado una ciudad de escasos 150.000 habitantes para asentarse en otra que, el 1 de octubre de ese año, festejó haber llegado a un millón de vecinos”.
Más exposiciones, más artistas, en las páginas 8 y 9: Susana Benko escribe La geometría modular y expansiva de Inés Silva; Rafael Rondón-Narváez sobre Bajo el hilo de la mirada, exposición de Annette Turrillo; Humberto Valdivieso sobre Solimán López; Ana María Hernández sobre Samuel Sarmiento (quien expone en Aruba).
Caracas. Historia de una ciudad es el más reciente libro de Rafael Arráiz Lucca, recorrido por una selección de hechos destacados, desde 1567 hasta 2015. Es, de acuerdo a lo que me sugiere el índice, como una extensa cronología. En la página 10 se reproducen dos secciones del libro, las correspondientes a la apertura y el cierre: Introducción y Perspectivas finales.
El título del ensayo de Alejandro Varderi invita y no deja lugar a dudas: El New York de Edward Hooper, en el que comenta la exposición en el Whitney Museum: “Bosquejos, grabados, ilustraciones, dibujos y sus icónicos óleos, cual flashes sobre una metrópolis en constante fluctuación, constituyeron el grueso de la muestra. Entrar a las salas siempre abarrotadas, como si de un vagón del metro se tratara, se constituyó en una doble experiencia al permitirle al público cotejar lo real y su representación, con tan solo mirar por las aberturas en la estructura y las paredes de cristal que Renzo Piano ideó para integrar la edificación a ese mismo Greenwich Village”. Está en la página 11.
Edgar Cherubini Lecuna me recordó que esta semana se cumplen 81 años de la redada contra los judíos de París, resultado atroz de la complicidad de las autoridades francesas del momento con el régimen de Hitler. Además de su texto -registro sensible y balance de aquellos hechos-, incluí en la misma página 11, un breve ensayo de Marianne Kohn Beker sobre Shmuel Josef Agnón (1888-1970), autor judío fundamental, Premio Nobel de Literatura en 1966. Lo escribió cuando se produjo el fallecimiento de Agnón. El material forma parte del segundo volumen -de un total de tres- que reúne una selección de la obra de Kohn Beker, bajo la dirección editorial de Luz Marina Barreto. Circula con el título de Vienen nuevos tiempos y otros ensayos. Un fragmento: “La inquietud dominante, la nostalgia, se presenta enriquecida de significaciones colaterales que la convierten en un sentimiento particular capaz de reforzar su inspiración y alentarlo en la continuación de su actividad creadora. Es esa nostalgia singular la que debería salvarse a toda costa si se quiere conservar y valorar la obra de Agnón. Ella confiere a sus escritos la ironía, la distancia, la incertidumbre, la desolación de esa espera desesperanzante del abandono, cuya salvación solo puede provenir de aquel, el mismo ser humano, que lo hizo objeto del escarnio, de la humillación, de la condición precaria”.
La página 13 cierra con una notoria novedad: el texto con que Julie Barnsley presentó, a finales de junio, el ensayo de Hercilia López, Viene del cuerpo. La danza, los bailarines y el cuerpo que baila, publicado en 2022, por El Taller Blanco, en Colombia. De la extensa y rica trayectoria de López, solo quiero recordar un capítulo: fue fundadora y directora por más de tres décadas, de la agrupación Contradanza. De la riqueza asociativa que despliega el libro, más allá de las cuestiones esenciales como las imbricaciones entre cuerpo, mente, creación y movimiento, da testimonio el fragmento que seleccioné -proviene del capítulo “De las vinculaciones entre danza y poesía”-, y que incluí en la parte inferior de la página: “La fuerza con que Sor Juana expuso en sus poemas y sus escritos la presencia de su cuerpo, sus humores, sensaciones y ardores expresa nuestra histórica dificultad de diálogo entre sensualidad y racionalidad, entre cuerpo y pensamiento. Dos mundos con limitaciones para el intercambio que mortifican el alma y el pensamiento del poeta y que bien pueden asemejarse al conflicto que vive la danza desde que es asumida por las culturas como expresión artística y como obra de arte”.
Van mis palabras cargadas de buenos deseos para todos.
Nelson Rivera.