Desde su creación como nación independiente los Estados Unidos de América tiene una larga tradición de independencia judicial. Hoy, esa bella tradición está seriamente amenazada.
Nunca antes los Estados Unidos se han enfrentado a una crisis ética e institucional como la que se le acerca hoy a pasos lentos pero aparentemente inevitables. Por primera vez en su historia una persona, Donald Trump, podría ser el candidato presidencial del partido republicano y hasta ganar de nuevo la presidencia que perdió en noviembre 2020, a pesar de:
*Haber sido enjuiciado dos veces por el Congreso durante su presidencia,
*Haber sido condenado en juicio civil por abuso sexual y condenado a pagar cinco millones de dólares a la agraviada,
*Haber sido condenado en juicio civil por fraude financiero de sus empresas y objeto de una multa,
*Enfrentar en este momento, múltiples juicios de carácter civil y criminal de diversa severidad. Entre estos juicios los más graves tiene que ver con el manejo de los documentos confidenciales encontrados en su residencia de MAR A LAGO (en Florida) y el relacionado con la posible interferencia e intento criminal de revertir los resultados de la elección presidencial en el estado de Georgia. Ambos enjuiciamientos son gravísimos y se refieren a la obstrucción de justicia e intentos de fraude electoral.
En adición el Sr. Trump enfrenta otros juicios ya en curso, quizás de menor dimensión pero igualmente condenatorios de su calidad ética, uno sobre difamación a la señora a quien abusó sexualmente y otro sobre pagos fraudulentos a una prostituta para acallarla y no perjudicar su campaña presidencial de 2016.
El Sr. Trump se rodeó de gente poco recomendable como Roger Stone, quien fue condenado a 40 meses de prisión por mentir al congreso y perdonado por el Sr. Trump, su abogado Rudy Giuliani, acusado de perjurio, la abogada Sidney Powell, demandada por Smartmatic y por Dominion por difamación, el vendedor de almohadas Michael Lindell y su asesor mayor, Steve Bannon. Un jurado acaba de condenar a cinco años de prisión al socio de Bannon, Timothy Shea, por fraude relacionado con la muralla a ser construida en las fronteras con México. Bannon, igualmente culpable de robo, fue perdonado por el Sr. Trump previendo que le tocaría ir a prisión pero se le ha abierto un nuevo juicio por fraude de la empresa We Build the Wall, la cual él fundó con Shea.
El canal de televisión Fox News ha tenido que pagar casi mil millones de dólares a Dominion Systems por haber difamado a esa empresa, sabiendo que las elecciones habían sido perdidas por el Sr. Trump.
Uno se imagina lo que le sucedería a un ciudadano corriente si tuviera que enfrentar todos estos gravísimos cargos y estuviera mezclado con esos delincuentes, cuáles serían sus posibilidades de salir adelante con su buen nombre intacto. En el caso de Donald Trump todos esos cargos, todos esos juicios ya condenatorios, todas las penas ya infligidas, todo ello, no ha hecho más que “realzar su prestigio” ante sus seguidores, quienes clasifican automáticamente todas estas actuaciones del sistema de justicia estadounidense como simples maniobras de sus adversarios para descarrilar la candidatura de su candidato. Para muchos de sus seguidores Trump aparece – según dice Marjorie Taylor Green, una de sus grandes seguidoras – como un segundo Jesús crucificado.
Mientras más cargos hace la justicia estadounidense a Donald Trump, más expresiones de apoyo y contribuciones monetarias obtiene de sus seguidores, dinero – por cierto – que es parcialmente utilizado por él para gastos no relacionados con su campaña.
La justicia marcha y se encamina hacia un enfrentamiento de inestimables proporciones con el campo Trump.
En el estado de Michigan acaban de enjuiciar como criminales a 16 republicanos quienes participaron como falsos electores Pro-Trump en la elección de 2020. Estas personas están acusadas de haberse hecho pasar por electores certificados y haber diseminado de manera fraudulenta esta información en el estado, acciones que llevaron a cabo para tratar de cambiar los resultados electorales en ese estado. El crimen por el cual están acusados tiene una pena de hasta 14 años en prisión. Esta acción de la justicia en Michigan sobre actores secundarios abre la puerta para el enjuiciamiento de los principales responsables, lo cual significa que el cerco alrededor del Sr. Trump se está estrechando cada día.
Lo que sería una condena basada en múltiples hechos delictivos de un ciudadano cualquiera se está convirtiendo en una crisis nacional porque el acusado es “candidato presidencial”. Y, entonces, es necesario preguntarnos: ¿Es qué ser candidato presidencial constituye una muralla de protección contra acusaciones de acción criminal? Los mismos abogados del Sr. Trump han dicho que su protección máxima contra lla prisión radica en su condición de candidato presidencial y hasta posible presidente. Al llegar a ser presidente, agregan, el Sr. Trump “se puede hasta perdonar a sí mismo”.
Frente a esta situación los competidores del Sr. Trump por la candidatura presidencial del partido republicano mantienen una posición francamente solidaria con el Sr. Trump o, a lo sumo, ambigua. El Sr. Pence, quien fue su víctima en el intento de subvertir los resultados electorales de 2020, acaba de decir que él no está convencido de que el Sr. Trump actuó mal. Dice que Trump actuó de manera irresponsable (reckless) al tratar de utilizarlo para cambiar el resultado pero que ello debería ser ser juzgado por los votantes y no debe ser objeto de enjuiciamiento criminal. De los precandidatos republicanos solo Christie, Haley y Scott mantienen una posición crítica del Sr. Trump, mientras el resto le perdona todo, a fin de no ofender a sus seguidores, a quienes ellos están deseosos de captar. Al negarse a considerar la gravedad de los cargos contra el Sr. Trump y alegar que tales cargos son apenas el producto de maniobras politiqueras, de lo que llaman la “weaponization of justice”, el liderazgo republicano ataca los cimientos de la democracia estadounidense, la credibilidad en las instituciones y revela un verdadero colapso ético.
Los líderes del partido republicano, con pocas excepciones, han decidido olvidar la verdad y los principios y darle al Sr. Trump carta blanca para sus actuaciones, siempre y cuando él represente la carta de triunfo para su partido.
Esto es algo que va más allá de toda mi capacidad de comprensión y aceptación. Se pretende desafiar todo un sistema institucional que ha estado vigente por 200 años, el cual – a pesar de sus fallas – ha probado en innumerables ocasiones ser válido y justo, llegándo al extremo de decir que, en caso de ser hallado culpable, el Sr. Trump podría “perdonarse a sí mismo”, si es que gana la presidencia.
Algunos seguidores esgrimen la tesis que el Sr. Trump puede actuar como lo hace porque también existen acciones del otro bando que son enjuiciables. Quien transgrede las leyes de la Nación debe ser enjuiciado, no importa a que grupo político pertenezca. Si Hunter Biden debe ser enjuiciado, adelante. El juicio de uno no tiene por qué esperar el juicio del otro. Enjuiciemos a todos quienes merecen ser enjuiciados, así sean de apellido Trump, o Biden, Giuliani o Bannon.
Esa es la esencia de la justicia, la cual enfrenta una dura batalla en USA.