Francisco Pérez Alviárez: Condenamos a Cuba y ella nos devolvió el favor

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En Venezuela existe la mala maña de toda la vida de escribir la historia de acuerdo al interés político del sistema de turno, por lo que todo lo que vaya en contra de la visión oficial de las cosas está condenado al ostracismo. Más allá de que los hechos y las fuentes primarias digan otra cosa, prima el testimonio de un par de compadres, amigos y amigas que terminan definiendo hasta la más pequeña matriz de opinión.

Lo importante es que el sol no se tapa con un dedo, y tarde o temprano las cosas terminan saliendo a la luz, como es el caso del financiamiento venezolano a la etapa más importante de la guerra de Fidel Castro en Cuba en 1958, donde ayudamos a la condena de un país que posteriormente nos devolvió el favor, y digo “ayudamos” por decir que fue Venezuela, pero realmente el responsable es un gobierno a espaldas de todo un país.

Mucho se dice que para los años 40 y 50 nadie sabía que Fidel era marxista leninista; cosa falsa, pues con tan solo revisar las relaciones políticas del joven Castro, la gente con la que se rodeaba y los países que visitaba, resulta evidente este asunto. Ya el cuento de que si los norteamericanos se dejaron engañar o lo dejaron seguir su curso por considerar que podrían controlarlo, es harina de otro costal.

El caso es que Fidel Castro en los años 40 se perfilaba como un líder de izquierda, con una relación política con los líderes socialistas latinoamericanos y con el afán de “caribeñizar” la revolución soviética a su estilo, cosa que emocionó a muchos a quienes dentro del marxismo estaban en contra de los atropellos de Stalin, que consideraban que la revolución tenía que ser mucho más populacha, sin el concepto militarista que tenía la URSS.

Fidel había visitado Venezuela con el afán de reunirse con los líderes de Acción Democrática, un importante partido de izquierda que venía gobernando después de dar un golpe en 1945, y así, con 22 años de edad, llega a Caracas el martes 23 de marzo de 1948 en pleno gobierno de Rómulo Gallegos. El interés de Castro era iniciar conexión con los partidos y movimientos obreros, y venía con una carta de recomendación del líder socialista dominicano Juan Bosch dirigida a Rómulo Betancourt.

La reunión entre ambos no pudo darse porque Betancourt estaba en Colombia, y hasta Bogotá se llegó el cubano a la convocatoria, pero el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán impidió una reunión entre ambos, por lo que la cosa se prolongó para unos cuantos años después.

Con el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez en enero de 1958 vuelven los contactos con Fidel, pues el hombre tenía montada una guerra en la isla con una situación logística precaria, y estaba pidiendo ayuda a gritos a quienes apoyaran la revolución.

El nuevo gobierno de Venezuela encabezado por Larrazábal y los partidos del Pacto de Puntofijo no esperaron nada para enviar la ayuda, primero iniciaron junto al Partido Comunista de Venezuela una recolección de fondos en todo el país conocido como “Un bolívar para la Sierra Maestra”, encabezado a su vez por el Movimiento 26 de Julio de Fidel en Caracas, cosa que todavía en Cuba se dice con orgullo, como una especie de deuda histórica con los primeros líderes de la democracia venezolana -qué ironía-.

Públicamente se sabe que esta campaña logró la recolección de más de 250.000 dólares y la adquisición de un avión C-46 para apoyar a la revolución, pero por debajo de cuerda la cosa iba mucho más allá.

La batalla en Maffo

No se puede hablar del triunfo militar de Castro sin hablar de Maffo, un sangriento campo de batalla entre Bayamo y Santiago de Cuba que podría definir el fin o el triunfo de la revolución y donde Venezuela tuvo su papel protagónico.

Las batallas de Maffo, porque no fue una sola, tuvieron una duración de 20 días entre avances y retiradas constantes por la incapacidad de los guerrilleros para tomar la plaza, y la resistencia del ejército cubano para evitar la caída del punto más importante para la captura de la capital oriental, Santiago de Cuba. Pero a los revolucionarios les vino una ayuda caída del cielo -literalmente hablando-, pues el 6 de diciembre de 1958, en secreto desde Maiquetía, salió un avión con itinerario falso contentivo de 84 cajas de armas y municiones, con un peso total de 7 toneladas. Contenía 10.000 tiros 30.06, 100 granadas de demolición, 150 fusiles garands, 20 fusiles ametralladoras Browing, 10 ametralladoras calibre 30 de trípode con su parque y cinta metálica, entre otros pertrechos.

Entre el gobierno de Venezuela y Fidel Castro había un compromiso tácito, y nadie engañó a nadie, todos sabían quien era el cubano y lo que se proponía, para muestra el botón que quienes encabezaban el apoyo público eran el PCV y AD, junto al Movimiento 26 de Julio, por lo que si “blanco es, la gallina lo pone y frito se come”, sobran las explicaciones.

Volviendo al cuento, la primera acción del nuevo gobierno venezolano en 1958 fue mandar armas a Castro del sobrante que se tenía del ejército, y los responsables directos de esta entrega fueron Wolfgang Larrazábal, Hugo Trejo, Héctor Abdelnour y Carlos Alberto Taylhardat, con la participación de personajes como Fabricio Ojeda, entre otros miembros del PCV y AD.

Pese a que a última hora Betancourt, quien tenía pleno conocimiento de la situación, quería echar para atrás el envío de armamento según con la intención de dársela a las facciones que operaban en Venezuela, el envío se realizó, esto según el historiador cubano Francisco Pividal que conversó mucho sobre este tema con Larrazábal.

El apoyo logístico del gobierno venezolano fue tan importante que el triunfo de Maffo le abrió a los guerrilleros las puertas a tomar Santiago de Cuba y dibujó la entrada triunfal de Fidel Castro a La Habana en enero de 1959, instaurando la más larga de las tiranías conocidas en el continente americano y desatando una enfermedad que terminó contaminando a un hemisferio completo y nos terminó matando a los venezolanos, los del pecado original.

No es para nada una sorpresa que el primer país que visitó Castro tras el triunfo de la revolución fue Venezuela, y que pese a la ruptura con Betancourt, y todo el plomo que le dieron a la guerrilla en el país, nada se pudo hacer; abrieron la caja de pandora, la puerta al infierno y luego no pudieron controlar a los diablos, es ahí donde caben dos importantes refranes populares: “Después de ojo afuera, no vale Santa Lucía” y “Las intenciones no preñan”. 

Finalmente, Hugo Chávez termina siendo una continuación del legado de aquellos tiempos, una situación que engordaron durante años de extraña relación con Castro, donde por un lado se le condenaba como un tirano, y por el otro visitaba Venezuela con enormes comitivas, y encabezaba como invitado de honor eventos del alto gobierno.

Amigos y amigas, en este pedazo de tierra las cosas no pasan por casualidad.

 

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