¡Qué molleja primo, tan cristalino que estaba el lago ayer… Que ha perdido hasta el encanto poético que lo deslumbraba!….
No se equivoca la sabiduría popular cuando señala que las palabras como las canciones, se las lleva el viento para ir a refugiarse a los pardos y rocosos muros del olvido.
Es lo que pasado con la furiosa irreverencia de la canción de protesta “Coquivacoa”, que tantas veces denunciara los estragos que la voracidad petrolera y mercantilista, le hacía, e insólitamente, sigue haciendo, al otrora, inmenso espejo de aguas cristalinas del Lago de Maracaibo.
De ese canto rebelde, salido de la florida pluma y anhelante voz del cantautor Alí Primera, han pasado 47 largo años, y el daño al Lago de Maracaibo sigue más activo y destructivo que nunca.
Canto que despertaba un sentimiento colectivo y alimentaba con enardecida estridencia, el sarampión revolucionario de las juventudes de izquierdas de entonces, (años setenta y ochenta del siglo XX). Y era coreado a rabiar, junto a canciones y desafiantes consignas, en protestas contra el imperialismo yanqui, y los ya olvidados gobiernos de Acción Democrática y Copei.
Por esas extrañas cosas del destino y de la cambiante política, con el correr de los años, buena parte de esa rebelde juventud que “incendiaba la pradera” con su furor de cambios y emancipación, llegó al poder en Venezuela, con una lista interminable de promesas, para rescatar, ríos, lagos, mares, parques nacionales, y salvar al planeta de tanta polución y destrucción capitalista. Lo que no ha dejado de ser un cliché, tantas veces repetido.
Un arquetipo socialista para el hombre nuevo del siglo XXI y más allá. Con recursos y poder acumulado, jamás visto, que prometía “el país potencia”, e instauración de una auténtica justicia social humanitaria en toda la sub región.
Pero lamentablemente, con los nuevos protagonistas en funciones de poder, el cristalino espejismo del Lago de Maracaibo, ha sido cubierto por un agresivo manto de algas verde-verdín, los derrames petroleros se han hecho cotidianos, y las letales aguas servidas, sin el tratamiento adecuado, lo han consolidado en foco de contaminación.
En justicia, debemos decir, que los montones de desechos plásticos que flotan en su superficie, no son de las petroleras, ni vienen de las aguas servidas, sino que provienen de la falta de colaboración y desidia ciudadana.
La enfermiza y patética condición del reservorio de agua dulce mas grande del país, se estrelló contra el infeliz argumento del ministerio eco socialista, de que la superficie lacustre de 13.280 Km2, “estaba en excelentes condiciones, y por tanto, no sufría ningún riesgo”(…)
El SOS de decenas de comunidades pesqueras, ongs, instituciones y la Universidad del Zulia (LUZ), ha sido contundente, para que se anunciaran operativos masivos de limpieza y tratamiento de sus aguas, en un esfuerzo mancomunado, por rescatarlo de “la muerte lenta”, del borde del desastre ecológico, a que estaba condenado.
Por las recientes denuncias, el pueblo zuliano y venezolano, se ha enterado que “el 70% de las aguas del lago están contaminadas con la micro alga verdosa”. “Que el lecho lacustres está infestado de cianobacterias Microcystis, que liberan toxinas y bloquean el oxígeno en el agua. Que la microcistina que libera, produce enfermedades hepatotóxicas, tanto en humanos, como en animales”
Pero tal vez el mayor despojo para el entusiasta pueblo zuliano, aparte de dejar de ser una cantera agro-productiva, sea el arrebato de sus aguas, como el remanso predilecto de musas y sirenas, en la lírica inspiración de gaiteros, cantores y poetas. De la inevitable fuga de su electrizante y azul embrujo, de la siempre soñadora e idílica imaginación maracaibera.
Cuán triste y desolador, es el Verde-Verdín, en que el abandono general ha teñido mi lago.
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