Alirio Pérez Lo Presti: Isla Negra

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Si vas a Chile, viajero audaz, no dejes de pasar por Isla Negra, para visitar la casa del poeta, entre otras razones, porque se trata de un destino al cual siempre se puede volver. Este fin de semana estuve nuevamente visitando la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. Estar en ese sitio endemoniadamente divertido, de ingeniosidad sublime y exuberante de delicadezas, es arribar a un buen puerto en donde descollará lo sorprendente. Isla Negra es un santuario de poesía porque Pablo Neruda era la encarnación viviente de lo poético.

De causas sanas y malsanas

Difícilmente cuestionaremos la genialidad de un autor. Más difícil es no ser capaz de valorar una obra cuando su valía es aplastante. De ahí que aquellos individuos con talentos especiales tienen ganado en el espíritu de cualquier sociedad, la impresión de que son personas mentalmente aventajadas, capaces de tomar buenas decisiones, al punto de que lo político, que suele ser de fácil análisis y de dominio populachero, adquiere una suerte de excesiva relevancia cuando es expuesto por una persona a quien creemos virtuosa o le reconocemos talentos especiales. De personas con cualidades asombrosas que enarbolan las banderas más erráticas se encuentra plagada la historia de la civilización. La participación de personas con grandes talentos en causas en donde se deja a un lado la escrupulosidad suele ser una de esas situaciones que de tanto ocurrir, son susceptibles de ser analizadas, caso por caso.

Genio y figura

El asunto del intelectual comprometido con una causa y su apego a los desvaríos que esta pueda tener, son un problema clásico que necesariamente vuelve a estar presente en las cosas que reflexionamos. Nos lleva de nuevo a tener que disociar o hacer el ejercicio de tener que separar la obra del artista y los errores o desatinos (si es que se pueden llamar así) que el virtuoso pueda tener. En el país donde nací, 911 intelectuales firmaron un documento de apoyo a un clásico tirano caribeño, por allá en el lejano siglo XX. Muchos de ellos están arrepentidos de haberlo firmado, porque se trató de una frivolidad monstruosa que se revirtió y persigue como sombra macabra a muchos de esos firmantes. En su momento, los argumentos que esgrimió cada uno de ellos, se pueden interpretar como una deriva de la necesidad de que el intelectual se oponga al poder establecido como un acto de enfrentamiento a la figura de autoridad, que en la mayoría de los casos se transforma en un cheque en blanco que termina siendo agua para el molino de una causa malsana. Eso ocurrió en Venezuela con la firma de los 911. Apostaron por cuestionar las entrañas de un sistema que estaba medianamente en equilibrio, apoyaron a otro sistema cuestionable en sus postulados éticos y sus acciones del día a día y desataron el monstruo de una historia inmanejable que terminó por desguazar a Venezuela. No es propio de gente prudente jugar con fuego. Una cosa es apoyar una causa desde la comodidad de verla a la distancia o en carácter de turista y otra es padecerla en carne propia. La ligereza de juicio tiende a salirse con las suyas, incluso en los cerebros mejor valorados.

Intelectuales con hojillas

Con un amasijo de ideas dando vueltas en la cabeza y un amargor profundo en el corazón, se puede a llegar a acabar con lo que nos pase por delante. El “intelectual” como figura que estudia y emite juicios, puede ser atinado y constructivo a la hora de compartir sus creencias. También puede ser profundamente peligroso (en todos los ámbitos), si su poder, que es el poder de intentar expresar lo que piensa con claridad, yerra la causa de lucha y el panfleto sustituye el pensamiento. En la historia de lo humano, el elemento revanchista se apodera de la idea de que existen cuentas por cobrar. La realidad termina por señalar que esas deudas debieron ser condonadas. Muchas veces perdiendo se gana.

Las trincheras del resentimiento

De pasiones está constituido la esencia de lo humano y muchas de estas son ramplonas expresiones de disconformidad personal con ausencia de objetividad para ver la realidad. El caso venezolano es un pase de factura, entre otras cosas, de los errores que cometieron muchas de las personas más cultas y serias del país, en un momento en que surgió (incluso precedió) la suicida épica revolucionaria. La obra que trasciende, lo logra porque llega a comunicar asuntos de carácter universal que pueden ser compartidos por muchas personas. Cuando el tema de la política atraviesa al artista, es muy probable que lejos de defender causas justas, se termine por hacer eco de los más ramplones eslóganes y posiciones de lucha en donde aflora el resentimiento y las pasiones nocivas. Por eso, el intelectual comprometido, lo debe estar en primer lugar con su obra. Para lo demás suele encargarse la historia, que en términos generales tiende a poner cada cosa en su lugar.

Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano – @perezlopresti

 

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