Cristóbal Mendoza.
Una primera versión de este texto fue presentada como ponencia en las XIV Jornadas de reflexión para la enseñanza de la historia: “Cristóbal Mendoza y el civismo en Venezuela: 250 años de su natalicio”, Casa de Estudio de la Historia de Venezuela “Lorenzo A. Mendoza Quintero”, Caracas, 30 de junio de 2022.
La invención de la presidencia
El bienio 1813-1814, conocido convencionalmente como la Segunda República, es el momento más polémico de la trayectoria de Mendoza. El colapso de este nuevo ensayo republicano, más aparatoso aún que el de 1812, se anunció en muchas cosas desde el principio, sobre todo en lo institucional, es decir, justo donde Mendoza intentó poner orden.
La legitimidad misma de las acciones que ejecutó Bolívar cuando avanzó sobre Caracas con un ejército neogranadino, la especie de dictadura revolucionario que estableció, la proclamación de la Guerra a Muerte, más allá de cuán justificada o no pueda estar, tienen problemas jurídicos que no debieron pasar desapercibidos para Mendoza, que según todas los testimonios era de las mejores cabezas del foro venezolano. Bolívar, nombrado ahora Libertador, venía, como se dijo, con el objetivo de reorganizar el Congreso dispersado en 1812 y, al resultar imposible hacerlo, comenzó a gobernar de facto. Algunos vieron una continuación de los modos de Monteverde, pero en el otro bando. El jurista Miguel Peña habló de una continuación de la Dictadura de Miranda. Nadie piensa en algo como el Triunvirato de 1811. En el oriente del país se organiza otro Estado, el Estado de Oriente, dirigido por Santiago Mariño. Es también un militar vencedor sin muchos contrapesos. La nueva idea de presidencia había nacido.
Pero en cualquier caso hay que institucionalizar y pocos de los hombres que habían escapado del cadalso, la prisión o el exilio del año 12, estaban más experimentados en la administración pública como Mendoza; así como pocos gozaban de tanto prestigio. En efecto, Bolívar le dejó carta para que organizara el gobierno. Primero en Mérida: “hallándose la República en completa disolución, el Gobernador de la Provincia está plenamente autorizado para obrar conforme a las circunstancias, sin ceñirse a la letra de las leyes y constituciones, teniendo por único principio y regla de conducta que la salud del pueblo es la Suprema ley.”1 Y después en Caracas: “el ciudadano Cristóbal Mendoza ha sido nombrado por mí gobernador del Estado de Caracas, con facultades soberanas en todos los ramos. V. deberá prestarle los homenajes que le son debidos como tal Gobernador, obedeciendo y cumpliendo cuanto mandare.”2
¡Hay que ver la distancia que hay entre aquel limitado Triunvirato de presidentes semanales, y estos decretos para gobernar sin ceñirse a la letra de las leyes y constituciones, teniendo por único principio y regla de conducta que la salud del pueblo es la Suprema ley! La dictadura revolucionaria, en una palabra. Monteverde fue arrollado y, muy pronto, Bolívar lo sería también por una nueva rebelión, esta de carácter social y racial, liderada por José Tomás Boves. Pero una cosa quedó sembrada: un Ejecutivo fuerte, muy fuerte. Nada de regímenes parlamentarios, de demasiadas discusiones, de presidentes turnándose. Francisco Javier Ustáriz elaboró un Plan Provisorio de Gobierno, fechado el 18 de agosto de 1813, que le otorgaba al General en Jefe del Ejército Libertador el poder Ejecutivo y el Legislativo, al menos hasta que se convoquen nuevas elecciones (que ya se pensaron comunes para Nueva Granada y Venezuela). El 2 de enero de 1814 estos poderes fueron oficializados por la una asamblea reunida en la iglesia de San Francisco en Caracas. No se usa el título de presidente porque se sabe (o al menos se espera) que se trate de una situación provisional.
Tras la derrota frente a Boves, y repitiendo un poco el guion de lo hecho con Miranda dos años atrás, los mismos subalternos de Bolívar, comenzando por su tío político Ribas, se rebelan contra él, lo destituyen de la jefatura del ejército y lo expulsan del país. Mendoza debe volver al exilio, esta vez a Trinidad. Pero la noción de presidencia sembrada entre 1812 y 1814 ya quedaría para siempre.
El primer presidente a la venezolana
Cuando Bolívar logra reorganizar sus fuerzas y regresa al país en 1816, es proclamado por otra asamblea, en la Villa del Norte, en Margarita, Jefe Supremo de Venezuela, título que mantiene hasta que el 18 de febrero de 1819 el Congreso de Angostura lo nombra Presidente Provisional de Venezuela. Es una recuperación de la palabra presidente que se mantiene hasta hoy, y además la configuración definitiva de la presidencia a la venezolana. A finales de aquel mismo año el Congreso de Venezuela decreta la disolución de la república, su unión con la Nueva Granada y la creación de un nuevo Estado, la República de Colombia, llamada convencionalmente Gran Colombia. Bolívar será ahora presidente de Colombia (reelecto, finalmente en mediante el voto, en 1825). Fue un lapso en el que nace la presidencia tal como la conocemos hoy, con la institución fundamental del Estado, sin mayores contrapesos por el parlamento, que los países salidos de la Gran Colombia adoptaremos desde 1830.
Cristóbal Mendoza se vuelve a unir a Bolívar tan pronto puede. Seguirá su ruta de hombre de Estado y de república. Desde El Correo del Orinoco, pero sobre todo en El observador caraqueño (1824-1825), despliega un amplio esfuerzo de pedagogía cívica, fundamentando ética y políticamente a la emancipación; otro tanto hace como uno de los fundadores de la Historia Patria al iniciar en 1822, junto a Francisco Javier Yanes, la Colección de documentos relativos a la vida pública del Libertador de Colombia y Perú, Simón Bolívar (se publicaron 22 volúmenes hasta 1832). Juez de la Corte Superior de Justicia del Departamento de Venezuela dentro de la unión colombiana, y después Intendente del Departamento de Venezuela (1826-27), se retira debido a la enfermedad que finalmente lo lleva a la tumba en 1829. En la última carta que le envía, Bolívar, conmovido al enterarse de sus males, le dice: “yo soy el hombre que más admira y estima (a) Ud. en el mundo, porque Ud. retiene ó se lleva el modelo de la virtud y de la bondad útil” (Bogotá, 16/09/1828).
Sin duda, por su obra de jurista, intelectual y hombre de Estado, merece ser recordado como un modelo de virtud y bondad útil. También por haber logrado sortear, con la frente en alto, la difícil presidencia de la transición de la monarquía a la república; y por además haber sido el hombre de la organización y de la ley durante el violentísimo nacimiento de la institución presidencial venezolana. Si en ella hubo –y ha seguido habiendo excesos- por hombres y mujeres virtuosos como él no han sido peores. Por su virtud, Mendoza fue mucho más que el primer presidente, indistintamente de que sólo se le recuerde como el legendario Rómulo o Namer de la casta de nuestros gobernantes. Fue, o intentó sobre todo ser, un Cincinato o un Solón. Es decir, la referencia a la ley y la institucionalidad que hoy es más vigente (y urgente) que nunca.
Notas:
1: “Instrucciones de Bolívar dadas al Dr. Cristóbal Mendoza para encargarse del gobierno de Mérida, fechadas en Cúcuta el 28 de abril de 1813” (Escritos del Libertador, Tomo IV, Caracas, Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1968, p. 222)
2: Orden circular de Bolívar a todos los comandantes y cabildos, fechada en Araure el 27 de julio de 1813 (Escritos del Libertador, Tomo IV, Caracas, Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1968, pp. 383-384)
Tomás Straka – Prodavinci