Es obvia la influencia de la ciencia y la tecnología para la configuración de las sociedades modernas. Entre ambas han modificado, no siempre para bien, la relación con la naturaleza y la interacción entre los seres vivos, han influenciado sobre las posiciones filosóficas y han delineado estructuras sociales y políticas.
La noción de progreso ilimitado ya se tambaleaba a fines del siglo XX prolijo en avances científicos y el papel de la razón como guía suprema era cuestionado.
Lo cierto es que hoy las sociedades se voltean hacia la ciencia reclamando un papel de poder en la producción de conocimiento, de control social y el de un nuevo estatuto epistémico para la ciencia.
Desde el mundo pobre se reclama investigación sobre líneas no capaces de producir beneficios económicos y en otros se cuestionan las patentes de las grandes empresas farmacéuticas.
Lo que hemos tenido es una concepción, según la cual, el desarrollo científico y tecnológico se supedita a lo que tiene de aportar al crecimiento económico. Una subida en el Producto Interno Bruto no significa desarrollo social. La ciencia y la tecnología deben ayudar a este proceso.
Ya no podemos mirar a las sociedades en su relación con la ciencia como sujetos excluidos o pasivos, para considerarlos activos en el sentido de su capacidad de exigir y obtener proyectos de investigación útiles a sus intereses. Es lo que se ha denominado apropiación social de la ciencia y la tecnología. No se trata de que la ciencia no haya tenido siempre el propósito de atender necesidades humanas, lo que se trata ahora es de definir a los agentes científicos como parte de un sistema dirigido a la resolución de los problemas sociales.
Por supuesto que paralelamente hay que llevar a las comunidades a la capacidad de reconocer sus problemas productivos, sociales o ambientales. Esto es, el concepto de desarrollo humano autosustentable. Así se plantea una internalización de la ciencia para una cultura de paz, lo que implica ampliación de los seres humanos que se benefician de la investigación, la expansión del acceso a la ciencia como un componente central de la cultura y un efecto social de la ciencia y la tecnología y su disposición a opciones no marcadas por el mercantilismo.
@tlopezmelendez