El rey del ganado es una telenovela brasileña producida por TV Globo que se emitió en junio de 1996. Y es retrasmitida actualmente por Televen.
Hace unas semanas, en la conversación en redes sociales se celebraba el triunfo en MasterChef Australia de la tradicional cachapa, esa torta de maíz cocida en budare y rellena de queso fresco presentada por uno de los más de siete millones de migrantes que han salido del país en la última década. El participante de origen venezolano Antonio Cruz Vaamonde fue la estrella de ese episodio de la versión de este popular formato de Banijay que nunca se ha producido para las pantallas de Venezuela, porque la televisión venezolana ha quedado fuera del furor de los programas de concursos y las franquicias de entretenimiento que, con la irrupción del streaming, han logrado sostener la audiencia de la mayoría de los canales en abierto del mundo.
También se ha quedado sin las coberturas noticiosas en vivo, pues la censura del Gobierno a la vuelta de 20 años ha transformado los medios y los ha desconectado de la calle. Más de 500 medios han cerrado en dos décadas de chavismo, de ellos casi la mitad son radios. En esa cuenta hay un puñado de televisoras regionales y está Radio Caracas Televisión (RCTV), el primer canal de televisión venezolano y el que lograba mayor cuota de pantalla.
En el prime time de la noche de un domingo de julio, cuatro canales repiten Corazón llanero, un programa de difusión musical impulsado por un funcionario de la Administración de Nicolás Maduro. Se transmitía en Vive, creado por Hugo Chávez hace 20 años para promover el periodismo comunitario y cultural; TV Fanb, el canal de la Fuerza Armada que salió al aire durante el primer año en el poder de Maduro; Tves, la señal que nació tras el cierre hace 16 años del crítico RCTV; y en VTV, la emisora del Estado. Aunque el número de canales ha crecido los últimos años, los venezolanos que no tienen acceso a servicios de televisión por cable o plataformas están condenados a una programación vetusta, encadenada y con altas dosis de propaganda chavista.
De 19 canales en abierto, solo ocho son de propiedad privada. La “hegemonía comunicacional” a la que que aspiraba Chávez tiene expresión en esa parrilla. De los ocho canales privados, al menos cinco son de capitales asociados al Gobierno. “La televisión sigue siendo el medio más masivo, pero lo que ha venido pasando en Venezuela es que, con los años de las cadenas de Chávez y el cierre de RCTV, hubo un cambio en el consumo y la gente creó sus anticuerpos a la televisión nacional”, explica Carlos Correa, director de la ONG Espacio Público.
Mientras los canales estatales estaban vinculados un domingo en la noche, en la televisión privada no había mejores opciones. En dos canales transmitían los resultados de las loterías que ahora ofrecen premios en dólares en un país donde por más de 15 años estuvo prohibido tener monedas extranjeras que no otorgara el Gobierno. Después comenzaría un bloque de novelas brasileñas, mexicanas y colombianas que se estrenaron hace entre 10 y 20 años, como El rey del ganado, Lo que callamos las mujeres y Divino niño. En Globovisión en ese mismo espacio dedicaron un extenso segmento a analizar con periodistas los últimos vericuetos de la relación entre Meghan Markle y el príncipe Enrique. Hasta 2012, este fue el único canal 24 de noticias en Venezuela, de intensa cobertura crítica al Gobierno. Antes de su venta, tras la que cambió radicalmente de línea editorial, recibió multas por más de dos millones de dólares por transmitir en vivo un motín carcelario. Esto llevó a los demás noticieros a abandonar gran parte de las coberturas en directo, con consecuencias fuera de la pantalla. “La ausencia de una televisión fuerte ha fomentado aún más la fragmentación del debate en Venezuela y el crecimiento de la desconfianza. La agenda pública hoy se ha empobrecido con la televisión”, agrega Correa.
El libro Consumo informativo y cultural en Venezuela, publicado recientemente, hace una revisión de este sector a través de una encuesta. En 2022, los venezolanos preferían la televisión por cable para entretenerse (47%), seguida por Facebook (37%) y, en el último lugar, la televisión local en abierto (26%). Hacer zapping en Venezuela es mirar un catálogo del pasado tanto en contenidos como en los precarios niveles de producción de los programas. La censura y la autocensura, la falta de inversión en la industria televisiva y la pérdida de calidad de los productos han hecho que el público migre al cable y otras plataformas, concluye la investigación. Es por ello que el cierre de operaciones de Directv en Venezuela en 2020, el servicio de televisión por satélite con mayor penetración en el país, significó un duelo para muchos venezolanos.
“Cuando se fue Directv fue una conmoción en el mundo popular porque era el escape a la televisión abierta tan mala”, destaca Correa, compilador de la investigación junto con Marcelino Bisbal. Además, en Venezuela, donde ha caído brutalmente el poder adquisitivo en medio de una inflación voraz y una recesión que llevó el PIB a un tercio de su tamaño, hay un creciente mercado secundario y pirata de cuentas prestadas en plataformas como vía de acceso a mejores y actuales contenidos ante la inexistencia del crédito bancario en el país, principal método de contratación de servicios de streaming.
Sequía de telenovelas
La televisión venezolana no ha vivido los procesos de reconversión que han ocurrido en otros países como el vecino Colombia, donde las principales cadenas siguen vigentes como grandes productoras de contenido. La crisis económica y el control gubernamental la apartaron de ese proceso. Ya en 2003 la llamada ley Resorte para regular los contenidos impuso un corsé apretado a los productores de la llamada telenovela cultural, un género más apartado del melodrama y más cercano a la realidad y la crítica social. Este año, sin embargo, se ha anunciado el regreso de la producción de dramáticos, con la reina del drama Lupita Ferrer en el elenco. Esto ocurre después de una sequía de telenovelas nuevas de casi una década. El canal Venevisión está apostando por recuperar el mercado venezolano mientras mantiene otras señales internacionales. El rebote de la economía ha vuelto a poner en el panorama las oportunidades en la producción televisiva en un país que en otro tiempo tuvo una de las industrias audiovisuales más potentes e hizo de las telenovelas un producto de exportación, como hoy son los dramas turcos. Esta apuesta tiene por delante el reto no solo de conquistar al público de nuevo, sino también de conseguir talento en un sector desprofesionalizado por la migración y hacer las inversiones para actualizarse. Cuando ya se habla de televisión en 8K, en Venezuela apenas se está entrando a la tecnología HD.
Mientras las cadenas privadas hacen esfuerzos para reactivar la producción, Maduro estrenó hace dos meses un nuevo programa de televisión, el tercero en 10 años de gobierno. En el espacio de dos horas de duración llamado Con Maduro+ el presidente lee noticias, mensajes en redes sociales, interpela a opositores y enemigos de su Gobierno e interactúa con sus funcionarios. Lo acompañan dos jóvenes conductoras para presentar avances de último minuto e informes de gestión, y Sira, un avatar de inteligencia artificial. Maduro también hace de entrevistador en segmentos con público en el estudio. Unas semanas atrás entrevistó a un científico venezolano que ganó un premio de National Geographic por su trabajo en la preservación de la cotorra margariteña. Un par de ejemplares de las aves estaban en el set en una jaula y el mandatario preguntó si mordían. Después de titubear, se abstuvo de meter un dedo por la jaula para probar. Todos los lunes hay un nuevo episodio que se transmite por el canal del Estado que se vincula a la extensa red de señales en abierto y redes sociales de la parrilla chavista.
El País de España