Importancia de la propuesta programática y la integración plural, como eje para el desarrollo del país.
Los escenarios que abordan las oposiciones y el oficialismo, coinciden en que no es la propuesta programática la que les motiva para la captación de electores. Asumen la crisis socioeconómica del país para señalar las culpas en el otro. Bajo ese discurso llegaron los revolucionarios del siglo XXI al poder, y ahora están pretendiendo volver con la misma estrategia. Retorna la tesis del magnicidio, y los dirigentes sindicales que protestan por los beneficios de sus agremiados, no son funcionarios, son paramilitares infiltrados para provocar crisis en un país en el que reina la felicidad. Se apunta a la persecución de quienes no los acompañan en sus aventuras. Esquema que se repite en ambos frentes. Vociferan que la solución está en el cambio del sistema de gobierno, y esa es una medio verdad, porque no se trata de salir de uno que está poniendo el estiércol, para colocar a otro que no se sabe si va a elevar el estiércol al cuadrado. No estoy diciendo que los que gobiernan en la actualidad, es mejor a lo que viene. Pero si queda la duda ante la avaricia y el capricho particular que se observa.
Quienes asumen el ejercicio del poder con base al desarrollo armónico del país, sustentado en la efectividad y alcance de la propuesta para gobernar, apuntan sin duda, al entendimiento y aceptación de la diferencia. Es de esa forma que la organización de ideas, plasmados en objetivos, y apoyados en políticas públicas serias, van a determinar la gestión de gobierno en beneficio de los ciudadanos, y sus espacios comunitarios. Esas acciones se van a reflejar desde lo local a lo nacional, y viceversa, y con ello se plasmaría la implantación de acciones concretas, planificadas sobre la base de lo estratégico, abandonando el plano de la improvisación y la inmediatez.
Lo terrible es que, en una comunidad sustentada en la diversidad, lo que menos esté importando a los contendores de uno y otro bando, sea el respeto a la pluralidad, y todos se encuentren abocados a la conquista de la polarización, bajo el auspicio de la descalificación. Con ese accionar están obviando la equidad y la inclusión. Parece que les molesta la propuesta programática, porque ella trasciende la individualidad, y va contra la dependencia del gobernante. Sin la intención de molestar, pareciera que la pretensión es continuar con la imposición del caudillismo, liquidando el florecimiento de liderazgos, porque la propuesta se construye entre varios, y jamás en el yoyo. Visto así, el escenario permite esgrimir que solo buscan la legitimidad, para enquistarse en el poder, y seguir con la rutina asfixiante.
Los venezolanos están a la espera de la propuesta programática. El impacto de la misma será valorado en el proceso de apoyo que consigan los aspirantes. El 75% de los electores quiere cambio de gobierno, y la estrategia motivacional es básica, pero, sin esperanza real de alcanzar el cambio deseado, la expectativa es mínima, porque la trampa se la monta cada uno, al creerse dueño de la voluntad de las personas. En las oposiciones se sigue el camino del barranco. Hay un adagio popular que dice: hombre cobarde no preña mujer bonita. Las buenas intenciones no son necesariamente la base para restituir la confianza de los ciudadanos, en quienes se sienten ser los ungidos. Sin propuesta programática que genere empatía, todo será en vano.
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