Amigos lectores:
Esta entrega -también la de la próxima semana-, está dedicada a los 80 años del Papel Literario, que se cumplirán el próximo 15 de agosto. No deja de maravillarme la visión -un modo de pensar el periodismo- que hizo posible que, solo 12 días después de que El Nacional comenzará a circular -el 3 de agosto de 1943-, el Papel Literario arrancará su camino, con Juan Liscano como su polifacético fundador y director durante los primeros años.
El Papel Literario, en todas sus etapas, ha sido una publicación admirable y significativa. Hasta donde lo entiendo y sin exagerar, mi sensación es que ha sido, desde el día uno, fundamental por todo lo que ha recogido y proyectado de las disciplinas creativas, académicas e intelectuales que han circulado en Venezuela en los últimos 80 años. En el Papel Literario han encontrado acogida textos fundamentales, obras ineludibles de la creación o el pensamiento, expresiones del cambio cultural, el surgimiento de nuevas generaciones de artistas, el activismo de críticos y periodistas, el diálogo fluido o cargado de tensiones, entre las corrientes establecidas y las nuevas.
Sin acceso al Archivo, entendí que no podría producir una edición sobre la historia del Papel Literario, con la dignidad que debemos a los lectores. Así las cosas, escogí organizar una especie de celebración concurrida: le pedí a más de un centenar de autores, que escribieran sobre lo que he llamado Conversaciones memorables. Decía en la invitación que les envié:
“Conversar es uno de los más extraordinarios y universales bienes del espíritu. Vamos por la vida con la memoria cargada de numerosas y decisivas conversaciones. Conversando hemos descubierto libros, obras de arte, ciudades, vocaciones, intereses comunes, ideas, modos de comprender lo que nos rodea, sabores y mundos distintos al que conocemos. Conversando hemos dado el primer paso hacia algún proyecto o nos hemos olvidado del paso del tiempo. De una buena conversación nadie se levanta igual. Algo nuevo, diferente, rehabilitador te llevas contigo. En tiempos de adversidad, conversar adquiere resonancias más hondas. Una conversación puede ser tan rica que hay quienes han dicho que, en algunos casos, adquiere las proporciones de un género literario”.
Hay respuestas que se mantienen en el espacio de lo literario o que remiten a la familia; las hay que hablan de la imposibilidad de exponer en el espacio público los intercambios que han sido verdaderamente memorables.
Presentados alfabéticamente, en esta entrega vienen 61 contribuciones, de la A la J: Adhely Rivero, Aglaia Berlutti, Alba Rosa Hernández Bossio, Alberto Fernández R., Alberto Hernández, Albinson Linares, Alejandro Varderi, Alexis Romero, Alicia Ponte Sucre, Alonso Moleiro, Álvaro Mata, Ana Lucía De Bastos, Andrés Boersner, Ariel Jiménez, Aura Marina Boadas, Azalia Licón, Bárbara Piano, Benjamín R. Scharifker, Carlos Catán, Carlos Sandoval, Carlos Zerpa, Carmen Leonor Ferro, Carmen Verde Arocha, Carmen Virginia Carrillo, Carol Prunhuber, César Miguel Rondón, Christiane Dimitriades, Claudia Cavallin, Corina Yoris, Daniela Jaimes Borges, Denise Armitano, Edda Armas, Eddy Reyes Torres, Edgar Cherubini Lecuna, Ednodio Quintero, Elizabeth Rojas Pernía, Elizabetta Balasso, Enza García Arreaza, Eritza Liendo, Eugenia Arria, Federico Prieto, Gabriel Payares, Gabriela Kizer, Gabriela Rosas, Gehard Cartay Ramírez, Geidy Querales, Geraldine Gutiérrez-Wienken, Gioconda Cunto San Blas, Helena Arellano Mayz, Guillermo Barrios, Gustavo Guerrero, Inés Quintero, Isaac López, Ivana Aponte, Jairo Rojas Rojas, Javier Conde, José Pulido, José Rodríguez Iturbe, Josefina Benedetti y Juan Carlos Chirinos (la semana próxima van de la J a la Z, más unos textos de mayor extensión).
En varias de las páginas incluimos retratos de la serie Frente al espejo, de Vasco Szinetar, que constituyen un hito en la historia del retrato en Venezuela, y que pertenecen, por derecho propio, a un rubro que bien podría calificar como Encuentros memorables. Todo este volumen de piezas para leer y ver se despliega de la página 2 a la página 11.
Pero todavía quiero comentar el texto que ocupa la página 1. Lo titulé Juan Liscano, El Nacional y el Papel Literario: dos hipótesis. Puede leerse como un homenaje de ocasión, pero es mucho más que eso. Sostengo dos ideas que podría argumentar. La primera dice: entre El Nacional que dirigía Antonio Arráiz y el Papel Literario bajo el mando de Juan Liscano, había profundas similitudes, aspiraciones comunes, líneas temáticas compartidas. Se parecían. Compartían un modo de relacionarse con aquella Venezuela que se modernizaba (si alguna vez se llegara a estudiar el asunto, el papel cumplido por Gonzalo Rincón Gutiérrez, en los primeros años de El Nacional, tendría que ser reivindicado y destacado como el fundador de un periodismo de sólidas vocaciones sociológicas, antropológicas y etnológicas; el periodismo de un hombre con los ojos puestos en la Venezuela más allá de las grandes ciudades).
Sólo más adelante, en los tiempos posteriores a Liscano, el Papel Literario adquiere el perfil de suplemento peculiar y diferenciado del periódico.
La segunda: mientras más leo al Liscano del Papel Literario (años 1943 y 1944, que son los únicos que ahora tengo a mano), más nítida me resulta la idea de que fue un adelantado, hombre facultado para lo multidisciplinar, lo más parecido que tenemos a un posible padre fundador del periodismo cultural en Venezuela, por lo vario de sus capacidades (poeta, ensayista, crítico de arte, investigador, folklorista, político, pensador dotado para la lectura sociológica y antropológica, musicólogo y más), campos por los que se desplazaba con fluidez y destreza argumental. Pienso en Guillermo Meneses, en Miyó Vestrini, en Pablo Antillano, en Roberto Guevara, en Juan Carlos Palenzuela, y en tantos más, y sé que Liscano los antecedió, les allanó el camino, preparó a la audiencia para lo que vendría después. Ojalá que pronto, en una Venezuela en la que El Nacional pueda operar libremente, puedan reunirse en un volumen los textos que Liscano produjo y publicó en el Papel Literario, firmados o no: el lector se sorprendería por su calidad reflexiva, la diversidad de asuntos que le interesaban, la profundidad de su espíritu.
No digo más, salvo que la segunda mitad de las conversaciones memorables, vienen en la edición del próximo fin de semana.
Nelson Rivera