Pasan los días, y los venezolanos seguimos transitando el camino de los errores ya cometidos, y lo más lamentable, es que lo hacemos sin ánimo de enmienda.
A pesar de que hay abundancia de pruebas para demostrar que el gobierno de Maduro es uno de los peores de toda la historia republicana, en mi opinión, superado por su antecesor ¨galáctico¨, en la oposición no hemos sido capaces de hacer lo correcto para derrotarlo y superar esa oscura página del país.
No hay un solo logro, o indicador socioeconómico que pueda desmentir la convicción de que el suyo es un portento de incumplimientos, y postergaciones innecesarias, e insensatas. Es inaceptable tanta incompetencia; y deslealtad con la ciudadanía.
Pero no tiene sentido abundar en detalles de lo que es tan obvio y salta a la vista de cualquiera. De lo que si debemos ocuparnos es de buscar la mejor forma de cambiar la tristeza y la desesperanza de la ciudadanía que no encuentra solución a la crisis.
Vamos a seguir insistiendo en la necesidad de buscar entendimiento para abrirle camino al consenso en torno a programa y candidatura unitaria, en vista de que la división en el seno de la oposición crece cada día más.
Todos los que asoman sus aspiraciones tiene derecho a hacerlo, excepto porque el tiempo que vivimos impone altas dosis de desprendimiento y patriotismo para hallar entre todos el mecanismo que nos permita, no solo ganar las elecciones de manera indiscutible, sino poder cobrar el triunfo y administrarlo con sabiduría para no agredir a nadie.
Hay que garantizar por una parte la paz social del país, y luego la gobernabilidad, para lo cual, hace falta experiencia; serenidad; sabiduría; formación; aliados internos e internacionales, y generar confianza y seguridad jurídica para acudir ante los organismos multilaterales a solicitar los recursos para invertir en la recuperación de áreas vitales y estratégicas para el desarrollo, y además invitar a los inversionistas del mundo para el relanzamiento de nuestro país y la recuperación institucional.
Claras señales de alcances democráticos; negociados; no violentos; cívicos; constitucionales, y electorales, exhibe la historia contemporánea en Chile (Unidad-Aylwin vs Pinochet); Polonia (Sindicato Solidaridad-Walesa vs Dictadura Jaruzelsky); Nicaragua (Chamorro vs Sandinismo-Ortega), y el más emblemático de todos, Mandela vs De Klerk en Suráfrica.
Esto demuestra que es posible alcanzar la unidad de todos los sectores de la oposición para vencer democráticamente, y ofrecer garantías de paz. Además, sería una temeridad estar amenazando a quienes controlan el entramado institucional del país, gracias precisamente a la abstención promovida por la oposición de manera recurrente.
Ganar las elecciones presidenciales de 2024 supone entender que se requiere suficiente inteligencia; jerarquía y liderazgo para lidiar al día siguiente de la asunción del poder, con las Fuerzas Armadas de hoy; el CNE; el TSJ; la Fiscalía; la Contraloría; la Defensoría del Pueblo; la Asamblea Nacional; 19 Gobernaciones, y más de 200 Alcaldías en manos del oficialismo. Esa es la realidad imposible de borrar.
Estamos obligados a ofrecerle a los venezolanos un programa mínimo de gobernabilidad aceptable para todos, y un candidato de consenso que reúna las condiciones idóneas. Que garantice el triunfo, y también la gobernabilidad, que incluye la coexistencia pacífica con el oficialismo.
Tan importante como ganar en 2024, es prepararse para el 2025, cuando habrá elecciones de la Asamblea Nacional; Gobernadores y Alcaldes.
Se trata de conquistar espacios de participación y negociación para producir las grandes reformas constitucionales que el país requiere para avanzar, pero que solo son posibles -también- sobre la base del consenso en donde tendrá un peso significativo el equilibrio de fuerzas y su representatividad en el parlamento que el país elija.
Actuar con racionalidad, y no con fanatismo y emocionalidad son la clave para entender el momento que vivimos y salir adelante.
Todavía se puede.
@romanibarra