Alirio Pérez Lo Presti: Perdidos con brújula

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Si se tiene claro a dónde se quiere llegar, es posible que el camino se haga menos pesado. Incluso en esas circunstancias un dejo de duda es necesario. Pero, cuando se tiene la seguridad absoluta de cuál es el lugar a donde se quiere arribar, sin dar cabida a ninguna clase de cuestionamiento, podría emerger el fanatismo o la falta de pensamiento medianamente argumentado. La mentira, a pesar de tener patas cortas, suele impresionar inicialmente, mientras nos damos cuenta de que se trata de representaciones de lobos vestidos de ovejas.

Conceptos y farsas conceptuales

Hay términos difíciles de atrapar, como el de felicidad o el de salud mental. Cuando tratamos de conceptuar la felicidad, la cosa se nos complica, porque lejos de condiciones de carácter espasmódicas, la felicidad pareciera que tiene más que ver con mantener la mayor cantidad de equilibrio la mayor parte del tiempo. Algo parecido pasa con el concepto de salud mental, que dice mucho y no dice nada, porque eso que tipificamos mentalmente sano es un asunto de carácter estadístico que tendría que ver con la posibilidad de mantener la mayor cantidad de equilibrio la mayor parte del tiempo, como lo es también la felicidad. Es sano recordar que la “salud mental” no es una disciplina ni mucho menos una profesión. Es un concepto de corto alcance y mucha sonoridad, del cual no podemos apreciar su presencia, pero lamentamos de manera terrible su ausencia. Por eso es por lo que las disciplinas que tratan de mantener el equilibrio se tienden a enfrentar a múltiples formas de caos y desorden, lo cual va de la mano de la historia de la civilización.

Si la meta es una ilusión, el resultado será fallido

Si no tenemos idea de cómo podríamos asimilar un concepto, mucho menos vamos a poder llegar a materializar el mismo. El ejercicio de pensar bien vale la pena y lejos de repetir eslóganes o formulitas prefabricadas, para poder avanzar hacia espacios mejores, deberíamos tratar de aclarar las ideas y hacer a un lado aquellas creencias que lejos de ayudarnos a construir, se terminan por convertir en pesados lastres que vamos arrastrando y nos van minimizando nuestra capacidad de movilizarnos con agilidad. Si el postulado inicial es falso, todo lo que hagamos será fallido.

Soluciones probadas: fallidas y exitosas

En general, la experiencia, o sea el aprendizaje, debería servir para no repetir los mismos errores. Es más que consabido que si seguimos haciendo lo mismo, seguiremos obteniendo los mismos resultados. De ahí que cualquier intento por cambiar las cosas para bien, obliga a pensar mal de aquello que tiende a separarnos y a generar divisiones y quiebres en el tejido de una sociedad. Por el contrario, aquello que es proclive a unificar en relación con construir una causa común, tiende a generar mayores estados de equilibrio en las dinámicas sociales que vamos construyendo. En esta suerte de neo inquisición en la cual se ha venido transformando el siglo XXI, es casi inevitable tomar partido para que grupos ultra minoritarios no se salgan con la suyas, porque generan falaces matrices de opinión que incluso tratan de convencernos de que los postulados más sencillos son falsos. Es buen tiempo para usar binoculares y lupas que nos permitan detectar sofistas de baja monta, tanto de lejos como de cerca. Los vendedores de ideas pululan en nuestra contemporaneidad y tarde o temprano tendrá que imponerse el siempre triunfante principio de realidad.

Tiempos de esperanzas

Lejos de asumir una posición desesperanzada, creo que los asuntos de la contemporaneidad tienden a poder resolverse con la vieja fórmula de intentar ser capaces de discernir entre ética y moral. Lo moral es lo que consideramos bueno y malo en un momento y en un lugar determinado. Lo ético es mucho más ambicioso, por cuanto se trata de realizar el ejercicio filosófico de pensar en una supra moral, que sería una manera de generar una moral universal. La ética es crítica que se hace sobre lo moral y es un intento de universalización de lo bueno y lo malo, independientemente del contexto. Probablemente el ejercicio ético jamás termine, porque hay tantas morales como sociedades hay en el planeta. Pero el desafío está ahí. Presente y latente, invitándonos permanentemente a hacer el esfuerzo de intentar conceptualizar una manera de hacer que el mundo sea un lugar para todas las personas de buena voluntad.

Movimiento, acción y reacción

Los que piensan que el mundo es estático, se equivocan. No solo porque el cambio y el movimiento son constantes sino porque ante cada acción, la tendencia es que aparezca una reacción. Esa confrontación de fuerzas potencialmente da cabida al equilibrio, que por una especie de fatalidad propia de lo humano y de los sistemas, una vez que se tiende a alcanzar el mayor grado de moderación, la tendencia es a romperlo. En esas se nos van las energías, las cuales tienden a renovarse conforme mantenemos en alto el espíritu combativo y las cosas que hacemos para crear puedan superar a aquellas que tienden a destruir.

Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano.

 

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