A las 3 de la tarde del miércoles 11 de junio de 1947, arribaron al puerto de La Guaira los venerados restos del obispo mártir monseñor doctor Salvador Montes de Oca, repatriados a Venezuela tras las gestiones y esfuerzos del sacerdote venezolano Luis Antonio Rotondaro, nacido en Tinaquillo, quien fuera desde su época de seminarista, ayudante de Montes de Oca; ahora estaba facultado por la Junta Revolucionaria de Gobierno para repatriar los despojos del prelado larense quien encontró su hora final en La Cartuja de Farneta del Espíritu Santo, convento de la Orden de San Bruno, en Italia, aquel aciago año del Señor de 1944, en horas del mediodía del 6 de septiembre, cuando fue ejecutado por un pelotón de soldados nazis, luego de varios días de torturas.
El recibimiento de los despojos del ilustre prelado fue apoteósico, donde una gran multitud, conglomerada en una plazuela contigua al puerto ?todos ataviados de negro-, lloraban al observar descender el féretro del vapor Lugano.
Estaban presentes el clero en pleno, miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el Ejecutivo de la Asamblea Nacional Constituyente con su presidente Andrés Eloy Blanco, quien fuera íntimo amigo de Montes de Oca; la juventud católica y nutridas organizaciones culturales y religiosas, así como el cuerpo diplomático extranjero y la Marina de Guerra.
Un testigo de excepción
Entre los testigos del arribo de los restos mortales del prelado larense, aguardaba impaciente y visiblemente apesadumbrado el Dr. Juan Carmona, propietario y director del Diario EL IMPULSO de Barquisimeto, que había estudiado y crecido en Carora junto al obispo Montes de Oca y con quien jamás perdió contacto, al contrario, con el transcurrir del tiempo, aquella amistad se consolidó.
Entretanto, resultaba impresionante ver aquella escena de los familiares directos descender por la escalerilla del barco, con el esmaltado ataúd en hombros con tanta reverencia, escoltado por monseñor Luis Rotondaro y por supuesto de su amigo entrañable Juan Carmona, al toque de la marcha fúnebre interpretada por una compañía de marinos venezolanos que, al concluir presentaron armas ante las mortales reliquias seguido de golpes secos de redoblantes.
Traslado a Valencia
Una prolongada y zigzagueante caravana escoltó los despojos del mártir desde el templo San Juan de Dios de la Guaira hasta la Catedral de Caracas, en donde permaneció en capilla ardiente todo el jueves 12. Al siguiente día, a las ocho de la mañana, todos los templos de Caracas, al unísono, doblaron las campanas para despedir al prelado. A lo largo del itinerario que conduce a la plaza de Capuchino y a la avenida San Martín, el público se aglomeró para ofrecer su despedida.
El cortejo fúnebre partió a Valencia, con una escala en Los Teques, en el preciso lugar donde monseñor fue apresado por la tiranía gomecista para ser extrañado de la patria. En el trayecto, en todos los pueblos, la gente salía a rendirle homenaje a los restos del clérigo célebre, y entrando a la ciudad de Valencia la comitiva fue impedida de seguir en automóvil por la muchedumbre expectante, ávida de tributar su último adiós.
El catafalco fue cargado en hombros del pueblo, en procesión solemne por la calle Colombia, abriéndose paso en medio de cánticos y oraciones hasta la Capilla de San Francisco. Una escuadra de aviones de la Defensa Nacional surcó el firmamento, haciendo maniobras rasantes como reverencia póstuma a su obispo.
Las solemnes exequias pontificadas fueron trasmitidas por Radiodifusora Nacional y retransmitidas por La Voz de la Patria, al igual que ocuparon gran centimetraje de prensa en los principales periódicos de toda la nación.
Anota el presbítero Luis Manuel Díaz en su libro: La Acción Episcopal de Mons. Salvador Montes de Oca, Segundo Obispo de Valencia (1927-1934: «La multitud que iba aumentando constantemente con la llegada de miles de personas, tuvo un clima sensacional, cuando los aviones maniobraron más cerca regando pétalos de rosas como un aviso de la proximidad del cortejo. A las 6 de la tarde, cuando el crepúsculo se recogía sobre el entarimado de los cerros valencianos, anunciaron las sirenas de las motos del Departamento del Tráfico que estaba entrando a Valencia, su Obispo amado».
Entre la multitud que acompañó el féretro de Montes de Oca, estaban sus familiares, y por su puesto su amigo entrañable, el Dr. Juan Carmona. También el Dr. Eligio Anzola Anzola, presidente del estado Lara, quien manifestó: «Es una manifestación estupenda. Algo bello y grande que yo no esperaba ver». Nuestro obispo mártir, había nacido en Carora, estado Lara, el 21 de octubre de 1895.
El féretro fue conducido al templo de San Francisco, donde permaneció en Capilla Ardiente. En aquel acto, el presbítero Luis Rotondaro, hizo una bella y extraordinaria exégesis sobre monseñor Montes de Oca, llena de viva expresión hacia el recuerdo de su ilustre y admirado maestro.
Fue su deseo
Desde el 15 de junio de 1947, las reliquias mortales de Salvador Montes de Oca reposaban bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia, tras expresas instrucciones suyas cuando en el año 34, en medio de una peritonitis que lo aquejó por tres meses, manifestó su voluntad de ser inhumado en el señalado lugar sagrado.
No obstante, el pasado 22 de mayo de 2023, en la Catedral Metropolitana de Valencia, nuevamente los restos mortales de monseñor Salvador Montes de Oca, fueron exhumados para ser llevados a una nueva morada dentro de este templo, que según comunicado del padre Antonio Arocha, vicepostulador de la causa de beatificación de del prelado larense, “esto como requisito del proceso de beatificación de monseñor, así como facilitar el acceso a los devotos para el culto privado y promover la fama de santidad”.
De allí, los restos sagrados del obispo permanecieron en el Convento de las Hermanas Siervas del Santísimo, lugar que se reservó para los respectivos estudios forenses de verificación científica y la restauración del conjunto óseo.
Nuevamente en 2023
El sábado 14 de agosto de 2023, un poco después de las 9:00 a.m. (hora local), los restos del obispo Montes de Oca salieron del templo del Sagrado Corazón de Jesús —conocido como iglesia de las Siervas del Santísimo—, en manos de dos seminaristas y junto a monaguillos de la Arquidiócesis de Valencia.
En medio de cantos litúrgicos, el osario de madera fue subido a un automóvil de época de color rojo, especialmente acondicionado para la ocasión. La procesión fue presidida por el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Caracas y presidente de la Comisión Histórica del proceso de canonización del Siervo de Dios Montes de Oca, quien estuvo acompañado de monseñor Diego Padrón, arzobispo Emérito de Cumaná.
Una vez en la Catedral Metropolitana, el osario fue inhumado en el lugar preparado en la capilla de Nuestra Señora de Coromoto, acto que concluyó con una eucaristía solemne presidida por el arzobispo Porras Cardozo.
Descenso del vapor Lugano de los restos mortales del Monseñor Montes de Oca
Fuente:
Luis Manuel Díaz. La Acción Episcopal de Mons. Salvador Montes de Oca, Segundo Obispo de Valencia (1927-1934). Valencia 2020
Fotos y datos, Luis Heraclio Medina Canelón, miembro correspondiente de la Academia de Historia del estado Carabobo