Atilio A. Boron: Apostillas sobre las PASO en Argentina

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Y un par de recomendaciones prácticas

1. Inesperada victoria de un supuesto outsider de la política, pero no así de los medios del establishment, de los que lleva al menos dos años siendo un asiduo visitante encargado de traccionar, con sus desplantes y su histrionismo, todo el espectro político de la Argentina hacia la derecha. Javier Milei, de él hablamos, rompió todos los pronósticos y se alzó con el primer lugar en las PASO, un último ensayo previo a la carrera presidencial. Usando una metáfora automovilística, el líder de La Libertad Avanza partirá en la pole position para la primera vuelta del 22 de octubre, pero sería un error suponer que al final de la carrera termine inexorablemente siendo el triunfador. Falta mucho camino por recorrer y son múltiples los factores intervinientes -muchos de ellos aleatorios, otros perfectamente planificados- que pueden frustrar sus ambiciones. A esto nos referiremos más adelante.

2. Las razones de su victoria son muchas y muy variadas. Por empezar la profunda insatisfacción con el Gobierno actual y el que le precedió, fuente de un sordo pero profundo resentimiento que sólo necesitaba de las urnas para hacerse oír con fuerza. La más reciente encuesta de Latinobarómetro (2023) informa que el 61 % de la población entrevistada en la Argentina está “no muy satisfecha o nada satisfecha” con la democracia. O sea, prácticamente dos de cada tres electores se sienten defraudados, o estafados, en manos de una dirigencia que parece no tener en cuenta sus necesidades y que poco o nada hace para aliviar sus padecimientos cotidianos. Otras encuestas arrojaban una muy baja tasa de aprobación de la gestión de Alberto Fernández en torno al 18-20 %, un poco por debajo del nivel que tuvo Mauricio Macri en el peor momento de su gestión, en el 2019. Lo anterior fue impulsado sin duda por la incapacidad de las políticas económicas del Gobierno actual para contener a la inflación y sus desquiciantes consecuencias sobre los ingresos de los sectores populares, tanto los que tienen un trabajo registrado como los que sobreviven en la informalidad o con míseras jubilaciones y pensiones. En esa “puja distributiva” (eufemismo con el que los políticos de la progresía evitan hablar de la lucha de clases) hace largos años que el capital viene imponiéndose largamente sobre trabajo. Se esperaba que este Gobierno revirtiera esa situación, pero no sucedió. Grandes sectores de las clases populares sufren la insuficiencia de las pregonadas  políticas de combate a la pobreza y la exclusión social; o la ineficacia de la lucha contra la inseguridad en sus barrios; o padecen los deteriorados servicios en materia de educación y salud públicas y los crónicos problemas del transporte, todos ellos originados en un presupuesto nacional concebido por el FMI (o por funcionarios dispuestos a obedecer a sus mandatos) que no puede contrarrestar desde el estado la cruel depredación humana y ambiental que a diario producen los mercados. Se trata por lo tanto de un “voto castigo”, de un grito desesperado que no supo ser escuchado por las fuerzas políticas mayoritarias y que Milei, un astuto demagogo, supo capitalizar muy bien con su gritería y su fiera gestualidad presuntamente destinada a plantarse en contra del sistema cuando en realidad es su más reciente y estrafalaria manifestación. Tal es la confusión reinante en la política argentina que un admirador del gobierno ultraneoliberal de Carlos S. Menem y que dice que Domingo F. Cavallo fue el mejor ministro de economía de nuestra historia puede presentarse con los ropajes de un “político antisistema” cuando por su funambulesca combinación de reaccionarismo cultural y ultraneoliberalismo a la Von Hayek representa la quintaesencia misma del sistema capitalista. No obstante esta flagrante contradicción, su execración de “la casta” tocó una cuerda sensible en una población harta de tantas promesas incumplidas por políticos que, salvo pocas excepciones, todos parecen ser lo mismo, decir lo mismo y con el mismo tono. Estas fueron, a mi juicio, algunas de las claves de su éxito.

3. Pasando a otro tema: la Unión por la Patria (UP) y Juntos por el Cambio (JxC) fueron los grandes derrotados en la contienda. La UP, como expresión parcial del peronismo kirchnerista, tuvo el peor resultado de su historia al llegar en un poco honorable tercer lugar, ¡y siendo Gobierno! Entre las PASO del 2019 y la de 2023 sufrió una sangría de 5 millones y medio de votos.  Una parte de ellos es recuperable, como veremos más abajo.  La UP obtuvo apenas el 27,2 % de los votos, cifra que habría sido aún más escueta sin la entusiasta militancia de los seguidores de Juan Grabois. Massa cosechó la adhesión del 21,4 % del electorado y el segundo 5,8 %. No está todo dicho todavía, pero remontar este resultado y recuperar parte de los millones de votos fugados, o que se abstuvieron de votar por la UP, requerirá una urgente rectificación de la política económica lanzando un vasto programa de ayuda –“suma fija”, exención impositiva a monotributistas, subsidios para el pago de los servicios, etcétera- destinado a socorrer a las tres cuartas partes de las familias de este país que según las encuestas “no llegan a fin de mes”.  Pero, para ser eficaz, esa política de ingresos debe ir acompañada por una “batalla cultural” que explique a la ciudadanía cuál es la verdadera naturaleza del proyecto de ambas expresiones de la derecha, quienes serán sus víctimas y quienes sus beneficiarios y al servicio de cuales intereses actúa. Sin esto, las solas medidas económicas no bastarán para revertir el pobre resultado del 13 de agosto. Volveremos sobre esto más abajo.

4. JxC sufrió asimismo una derrota tan traumática como la del peronismo, con una sangría de un millón y medio de votos. La pugna interna por conseguir la nominación para la candidatura presidencial dejó fracturas difíciles, por no decir imposibles, de sanar. Patricia Bullrich obtuvo una victoria pírrica en la obscena y deshonesta pugna entablada con su “amigo” Horacio Rodríguez Larreta, plagada de chicanas, trampas y agravios recíprocos. Así todo Bullrich se enfrenta a dos serios problemas: sus posibles áreas de captura de nuevos votos están raleadas. Si radicaliza su postura por derecha lo más probable es que movilice a un electorado que no fue a votar en las PASO y que, convocado ahora a participar, termine apoyando a Milei, visto como “el original” y no la copia de una propuesta ultraderechista y fascistoide. Y si opta por acercarse al centro desdibujaría su imagen de “dura” que parece ser la que atrae a su base más fiel de apoyo. A esto hay que agregarle un segundo inconveniente: las dificultades con que Bullrich tropezaría en los debates con los otros candidatos, tema en el cual sus limitaciones argumentativas se pondrían rápidamente de manifiesto en detrimento de su imagen.

5.  Rodríguez Larreta es, individualmente hablando, el gran perdedor de la jornada electoral. Apenas concitó el apoyo del 11,2 % de la ciudadanía, lo que seguramente pondrá ignominioso fin a su carrera política. Los 2.622.761 votos cosechados son de lejos los más caros de los cuarenta años de democracia argentina si se contabilizan las ingentes sumas invertidas por el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires en publicidad televisiva, radial, gráfica, vía pública y redes sociales. Sumas, se sospecha, que provienen del erario municipal, o sea de los impuestos y tasas que abonan los porteños, y de negocios pocos claros signados por un intenso tufillo a corrupción. Por comparación:  gran elección de Juan Grabois, que debe haber gastado en publicidad una millonésima parte de lo oblado por Rodríguez Larreta y obtuvo la mitad de sus votos. Esta es una buena noticia para nuestra frágil democracia: el marketing político y la publicidad, por abrumadora que sea, no lo puede todo. Fervor militante, contacto estrecho con las bases y coherencia discursiva fueron rasgos distintivos de la campaña de Grabois, y tuvo su merecida recompensa. Ojalá que su ejemplo cunda entre los candidatos de la UP.

6. Muy buena elección de Axel Kicillof, premio a su gestión cercana a las y los bonaerenses. Con una muy sobria y módica publicidad de campaña logró ser respaldado por un 36,4 % del electorado y sacando cuatro puntos de ventaja sobre la suma de los dos precandidatos de JxC: Néstor Grindetti y Diego Santilli. Aún así, este guarismo está muy lejos del 52,7 % obtenido en las PASO del 2019. La política económica del Gobierno nacional incidió muy negativamente en la provincia de Buenos Aires, y eso explica el descenso en la votación de Kicillof. Su muy buena gestión no alcanza a compensar los efectos devastadores de las políticas dispuestas por el FMI e implementadas por el Gobierno de Alberto Fernández. Pese a ello las perspectivas de su re-elección son relativamente favorables, pero habrá que tener estar muy atentos porque no sería de extrañar que Néstor Grindetti forjara una alianza táctica con Carolina Píparo, de La Libertad Avanza, que fue la segunda más votada en la provincia y no se la ve muy dispuesta a ceder su primacía a manos del ex intendente de Lanús. Los analistas anotan que hay grandes dificultades para lograr este acuerdo pero sería un error descartarlo de antemano. La derecha carece de escrúpulos y se mueve sobre todo por intereses, y además tiene en la figura del renacido Mauricio Macri (ver más abajo) y “la embajada” dos elementos ordenadores que no existen en el campo nacional-popular o en la izquierda. Y si desde el Norte llega la orden de unificar fuerzas podrá correr mucha sangre por el río de la derecha pero sus huestes se abroquelarán detrás de una candidatura unitaria para evitar que nada menos que la provincia de Buenos Aires quede en manos del peronismo.

7. Más allá de estas consideraciones hay que insistir en que sería temerario arriesgar un resultado definitivo para las próximas elecciones presidenciales. Es más, ni siquiera estamos en condiciones de asegurar quienes serían los protagonistas del balotaje, en caso de que lo hubiera, algo de lo cual tampoco estamos ciento por ciento seguros. Se supone que en la primera vuelta de las elecciones generales la renovada participación  política sume unos dos millones y medio de electores, y posiblemente algo más. El promedio de participación en este país siempre ha girado en torno al 75 % pero fluctúa en las cercanías del 80 % en las presidenciales. No sabemos a ciencia cierta adónde irán finalmente a recalar esos votos, pero no sería raro que en una buena proporción sean peronistas desencantados con este Gobierno pero que en la batalla final el peso de su identidad política los inclinen, aún a regañadientes, a votar la fórmula de la UP. Milei tiene mucha confianza en que un aumento en el caudal electoral le traerá nuevas adhesiones, sobre todo si quienes se abstuvieron tienen entre 16 y 29 años de edad.  También confía en el oportunismo de ciertos segmentos que habiendo votado por Bullrich sienten una irresistible atracción por quien aparece como el ganador de la contienda electoral. Difícil estimar la cuantía de esta migración de sufragios pero es algo que se ha visto en varias ocasiones en el pasado, aquí y en el extranjero, y muy probablemente se repita ahora. Más difícil le resultará a Milei atraer a los votantes de Larreta, luego de los reiterados insultos que le propinara durante la campaña. Por lo tanto, nos movemos en un escenario de puras especulaciones, al menos por ahora.

8. Ya hablamos más arriba de la dificultades de Bullrich para acrecentar su caudal electoral. Por contraposición, la situación de Massa se perfila como un poco más promisoria, si bien no exenta de dificultades. Podría atraer los votos de fuerzas políticas que no superaron el umbral mínimo para competir en la elección general. No será tarea sencilla pero tampoco es imposible que quienes votaron a Principios y Valores (Guillermo Moreno), que cosechó poco más de 180.000 votos en las PASO; o a los votantes de Libres del Sur (154.000) y de Proyecto Joven, poco más de 23.000 ante el espanto de un apocalíptico balotaje entre Milei y Bullrich hagan de tripas corazón y voten al candidato del oficialismo, no tanto por amor sino por el espanto que le suscitan sus eventuales contendientes de la extrema derecha. Además, si Massa llegara al balotaje parte de los 900.000 votos obtenidos por Hacemos por Nuestro País, de Juan Schiaretti, el gobernador peronista de Córdoba, podrían reorientarse en apoyo del candidato de la UP. Schiaretti no tiene chance alguna de entrar a la segunda vuelta y un arreglo con Massa, mediante un pacto de mutuas conveniencias, podría insuflarle nueva vida al menos en su Córdoba natal. Su rechazo al kirchnerismo y a la figura de Cristina Fernández de Kirchner es visceral. Pero más indigesto sería que corriera la misma suerte que su amigo Larreta y desapareciera para siempre de la escena política nacional y provincial. En resumen: los poco más de 600.000 sufragios que separan a Milei de Massa no constituyen una diferencia insalvable. Por lo tanto, hay lugar para insuflar un hálito de esperanza siempre y cuando la aritmética electoral se sustente en una ofensiva distributista del Gobierno nacional y una eficaz batalla cultural.

9. Un dato que no siempre recibe la atención que se merece es el impacto que el terremoto político de las PASO podría llegar a tener sobre la futura composición del Congreso de la Nación.  En la Cámara de Diputados se deben renovar 130 bancas: 35 de la provincia de Buenos Aires, 12 por CABA, 10 por Santa Fe, 9 por Córdoba y 5 por Mendoza y Tucumán. Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Salta y Santiago del Estero elegirán cuatro nuevos diputados; en tanto que las provincias de Chaco, Chubut, Formosa, Jujuy, La Rioja, Río Negro, San Juan y Tierra del Fuego, ponen en juego tres bancas cada una, mientras que Catamarca, La Pampa, Neuquén, Santa Cruz y San Luis elegirán a dos nuevos representantes. La UP es la fuerza política que más bancas expone (68), por lo que su situación es la más vulnerable; JxC pone en juego 49 (24 del PRO, 18 de la UCR y la Coalición Cívica con 7). Si en las elecciones generales se llegaran a confirmar las tendencias observadas en las PASO La Libertad Avanza podría obtener entre 35 y 40 diputados en la próxima renovación parcial de la Cámara, convirtiéndose en la tercera fuerza política y cuya colaboración sería decisiva para garantizar el quórum que habilite la sesión de la Cámara. Y, además, podría llegar a obtener ocho senadores nacionales, con lo cual se abriría un paréntesis en la tradicional hegemonía que el peronismo, en sus distintas re-encarnaciones, retuvo en el Senado de la Nación.  Muy mala noticia para la Argentina porque los supuestos libertarios unidos a JxC tendrían la Cámara de Diputados en sus manos, pudiendo vetar cualquier iniciativa que un eventual gobierno de la UP quisiera someter a su consideración.

10. Un par de últimas observaciones: sorprende, desmoviliza y desilusiona el prolongado y atronador silencio de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner. El primero por ser el presidente de este país, aparentemente de licencia dada su desaparición de la escena pública; la segunda, porque es la conductora de la que todavía hoy es la fuerza política más importante del país y es necesario oír su voz, su enorme capacidad de convocatoria para reagrupar fuerzas dispersas y desencantadas, huérfanas de una épica, de un horizonte utópico, en el mejor sentido del término, hacia el cual avanzar. Y la otra observación es para reiterar que pese a los pronósticos de algunos dizque expertos Mauricio Macri es uno de los grandes vencedores de las PASO. Instaló a su primo como candidato a Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y contempló con vengativa satisfacción el derrumbe del desafiante Larreta y la consagración de la candidatura de Bullrich. Es más, pronunció el discurso de cierre en el bunker de JxC la noche del 13 de agosto, privilegio que sólo tienen los jefes. Macri confirmó en estas elecciones que jugando en los entretelones de la política argentina es el capo de tutti i capi de la derecha de este país. El martes posterior a la elección Bullrich dijo, en un arranque de conmovedora ingenuidad, que ungida como candidata presidencial ella era ahora la jefa de la derecha. Macri la deja hablar mientras sigue operando con Milei y no habría de sorprenderse ante una sorprendente maniobra destinada a evitar a cualquier precio, y apelando a cualquier gambito, que Massa llegue a triunfar en las presidenciales. Así como el campo nacional y popular y el progresismo en general tiene como objetivo supremo impedir el triunfo de la derecha, lo mismo ocurre con ésta en relación a aquél. Cosas veredes, Sancho, decía el Quijote. Preparémonos.

11. Conclusión, vistos los resultados de las PASO, ¿estamos condenados a ser gobernados por la ultraderecha, o por el fascismo, o por el neofascismo, en cualquiera de sus personificaciones? ¡De ninguna manera! En coyunturas como ésta la voluntad política juega un papel fundamental. Max Weber sentenció que “en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez.” Y sumido en medio de la turbulencias de la Revolución Francesa Georges-Jacques Dantón reclamaba “¡audacia, más audacia, siempre audacia!” para salvar a la Revolución. Esto es lo que necesita la UP para triunfar en las elecciones y para construir un gobierno que se reconcilie con la gran mayoría de la población del país. En tiempos violentos como los actuales la mesura y la moderación son la vía regia hacia una catastrófica derrota. Las viejas fórmulas utilizadas por el gobierno actual no funcionan, o si lo hacen es para reproducir los mismos resultados: inflación, caída salarial, crecimiento de la pobreza, etcétera. Se requiere un giro de ciento ochenta grados para que el Titanic argentino evite el choque fatal con el iceberg que ya está muy cerca. No basta decir “más estado, más derechos” como se hizo en el bunker de la UP la noche del 13 de agosto; esa fórmula termina siendo una convocatoria hueca si no va acompañada por una política que desconcentre y redistribuya la riqueza hiperconcentrada en manos del uno por ciento más rico de la Argentina, facilitada por mecanismos legales de evasión y elusión tributarias; y si no se pone en vereda a las veinte o veinticinco grandes empresas que producen la canasta de bienes básicos y que aumentan sus precios a voluntad y con total impunidad; si no se ataca al puñado de conocidos especuladores que con sus maniobras llevan al dólar blue a las nubes, fogoneando la espiral inflacionaria; o a los grandes empresarios del agronegocio y de la minería que subfacturan o sobrefacturan sus movimientos económicos. Todos, repito, todos en este país saben quiénes son y cómo actúan. Sabemos sus nombres, apellidos, conocemos sus empresas, direcciones, todo. ¿Qué estamos esperando para actuar?  ¿Que todo se venga abajo? Transitando por la fantasiosa “ancha avenida del medio” ninguno de estos problemas se solucionará. Por lo tanto se impone actuar con audacia, como exigía Dantón, y sin más demoras. Y habrá que proclamar nuestras verdades y nuestros proyectos a los gritos, imbuidos del fervor que preanuncia la llegada de un nuevo mundo. Recordar lo que una vez dijera el Libertador José de San Martín: “Hace más ruido un hombre gritando que cien mil callando.” De este lado de la grieta hay demasiados que callan, esclavizados por la dictadura de lo “políticamente correcto.» Si se quiere cambiar el rumbo que nos lleva al desastre habrá que gritar nuestras verdades y advertir a la masa plebeya que estamos corrigiendo la marcha. Arreglos cupulares, spots publicitarios, focus groups y la parafernalia de las encuestas lejos de acercar a las y los candidatos de la UP al pueblo erigen sólidas barreras que impiden escuchar su voz, conocer sus necesidades, recoger sus mandatos. Se requiere, lo repito, clarividencia para correr resueltamente el escenario de lo posible y tener las agallas como para salir a pelear por las grandes transformaciones que garanticen el bienestar de nuestro pueblo. Y, por supuesto, convocarlo para que desde la calle, con sus organizaciones territoriales, barriales, comunitarias y laborales obre el milagro de hacer posible lo que desde el enrarecido clima que permea en el anquilosado sistema político aparece como insensato e imposible. De esto depende que la Argentina evite caer en los horrores y el caos subsecuente que desatará cualquier gobierno de extrema derecha o fascista que se instale en la Casa Rosada a partir del próximo 10 de diciembre.

 

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