Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de México , en diciembre de 2018, hace ya casi cinco larguísimos años, se ha hecho el sordo y el ciego ante la expansión del cáncer de violencia, criminalidad e impunidad que heredó. Constantemente el mandatario minimiza el grado superlativo a donde ha llegado la brutalidad de los carteles de la droga y otras tipologías de criminalidad, hace caso omiso de la ingobernabilidad en distintas zonas de México, donde la ausencia de gobierno permite que el crimen imponga su ley, y menosprecia a las víctimas.
Pero ahora, en la recta final de su mandato, hasta sonríe y bromea con sorna pese a la tragedia que viven los ciudadanos que gobierna. Esto obliga a preguntar en tono enérgico: ¿¡De qué se ríe, señor presidente!?
Cuando el cáncer no se topa con resistencia alguna, cuando no hay un diagnóstico realista y no es confrontado por un tratamiento eficaz, enérgico e inteligente, y en lugar de eso encuentra complacencia o indiferencia, la enfermedad se expande en cada rincón del cuerpo infectado. México es el ‘huésped’ de este mal, y ahora hace metástasis intensa extendiéndose en centro y Sudamérica. Sin antídotos, el cáncer consume la vida hasta su extinción.
Con sus acciones y omisiones, AMLO ha fortalecido directa e indirectamente el cáncer: el sistema criminal. La enfermedad ya estaba cuando llegó; los mandatarios que lo precedieron le permitieron crearse y crecer. Pero cuando López Obrador llegó al poder, en vez de llegar a combatirlo, se ha mimetizado con él hasta el punto de una inexplicable ignominia y crueldad.
Es de notar que en el aumento del caos y la fuerza de la criminalidad, el partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional ha encontrado la tierra fértil para que, en tiempo récord, se haya hecho hegemónico, ampliando de ese modo el poder de AMLO y la influencia de la corriente política que encabeza. Un tema que debe ser analizado meticulosamente en próximas colaboraciones, mucho más ante la elección presidencial del 2024.
Varios gobiernos emanados de MORENA -y en esta columna lo he abordado varias veces con ejemplos concretos e información específica- han copiado el modelo AMLO ante el crimen, asumiendo la misma actitud cómplice con la criminalidad, no fortuitamente, no por inocencia o ignorancia, sino a cambio de apoyos económicos a sus campañas políticas.
En un sistema político presidencial como el mexicano, en donde recae la principal dirección del país en un solo hombre, el presidente tiene una influencia mayúscula, más cuando el Congreso es dominado por el partido del mandatario, cuando la Fiscalía General de la República es encabezada por un fiscal que comete probadas acciones ilegales y abuso de poder, y cuando existe un Poder Judicial endeble, que, cuando tiene algunos despuntes de autonomía, como en la actual Suprema Corte de Justicia de la Nación, es atacado por el jefe del Ejecutivo.
Cada vez que AMLO dice que la realidad no es realidad hasta que él lo diga. Cada vez que no reconoce el crecimiento de la violencia, la criminalidad, y las desapariciones, da patente de corso y motiva a que los criminales sigan con su infame festín, matando, desapareciendo, vejando, extorsionando, empobreciendo, explotando, esclavizando, a cientos de miles de víctimas.
La infame indiferencia y sorna del presidente de México ante la desgracia de los cinco jóvenes desaparecidos el 11 de agosto, torturados y videograbados de rodillas en Jalisco, o los cuerpos de personas asesinadas y embaladas como reses, encontradas en congeladores en Veracruz, es solo un botón de muestra.
Los cuatro factores del sistema criminal
El sistema criminal no está hecho solo de mercenarios, asesinos, torturadores, traficantes de droga, tratantes de personas, etc. Ellos son solo un factor, que aislado, sin ningún otro apoyo, no podrían llegar a tener el poder e influencia que tienen en México.
Para haber alcanzado esa hegemonía, mantenerla e incrementarla, han necesitado de otros factores fundamentales.
Uno de ellos es la complicidad del llamado mundo ‘legal’. El primer eslabón reparte una tajada de su botín a un segundo eslabón, conformado por empresarios establecidos legalmente que les ayuden a mover su mercancía ilegal, comprar propiedades y a lavar dinero. Recurren a instituciones bancarias. Compran armas a vendedores de armamento, muchas veces legales, ubicados en Estados Unidos. Corrompen a notarios, abogados, profesionistas y personas de todas las clases sociales que desde su pie en la ‘legalidad’ les ayudan a cometer ilegalidades.
El tercer factor, imprescindible, es la complicidad de miembros de la clase política y gobernantes. Se les compra a través del patrocinio de sus campañas políticas, pago de millonarios sobornos, o directamente se crean lazos familiares y/o de amistad. A cambio, realizan diversas acciones: permiten la movilidad y acciones de los criminales, se permite que integrantes de las fuerzas del orden operan directamente para los grupos criminales. Se oculta información a la sociedad, se minimizan las acciones criminales y su gravedad para así justificar por qué los perpetradores no son perseguidos.
Si los delitos ‘no existen’, no hay nadie a quien se deba perseguir. Si la violencia es ‘mínima’ o incluso ‘disminuye’, hay que ‘festejar’ en vez de combatir con toda la fuerza del Estado y la legalidad al crimen. Si el problema no es problema, entonces se justifica la inacción.
De acuerdo a las leyes mexicanas, los funcionarios públicos son copartícipes de los delitos por acción u omisión. AMLO incurre en ambas tipologías.
La complicidad del presidente
El rol de AMLO es fundamental para el fortalecimiento del sistema criminal. La omisión y chiste narrado por él en la conferencia de prensa del 16 de agosto en Palacio Nacional es una acción patética que muestra tal cual es su papel en el sistema criminal actual.
De acuerdo a la versión estenográfica realizada por la Presidencia de la conferencia de prensa del 16 de agosto, ante la tragedia de los muchachos desaparecidos y los cuerpos congelados en Veracruz, la conferencia de prensa matutina transcurrió entre preguntas, la mayoría inocuas, ataques a las noticias criticas publicadas por medios de comunicación y conversaciones sobre el cantante popular Chico Ché, y la cantante Eugenia León. Aburrido, como harto, como si no hubiera ya nada más que decir o preguntar, el presidente, con voz aguardentosa, dijo a los periodistas: “Vámonos a desayunar, ¡Ya, ya, ya!”, y soltó su risa. Ni una palabra sobre el caso Jalisco ni Veracruz.
Cuando, de lejos, una voz le preguntó sobre el caso de los jóvenes desaparecidos, AMLO dijo un chiste: “Ayer me decía un amigo, me decía que le decía su esposa: ‘Que me des 200 pesos para ir al mercado’. No oigo. Por acá, por el otro”.
Continuó con su monólogo haciendo como bufón mímica de que no escuchaba con un oído. Y continuó: “Que me des 500 pesos para ir al mercado. Mejor los 200. Bueno, adiós” se despidió el presidente-comediante ante la tragedia. Dejando claro que solo escuchará lo que le convenga escuchar.
Esa misma actitud ha tomado sobre los nexos de gobernantes electos de su partido con carteles de la droga. Calla ante las reuniones de miembros de MORENA con grupos criminales, como la infame alcaldesa morenista de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, reunida con el líder del grupo criminal “Los Ardillos”. Contemporáneamente, AMLO protege al Cartel de Sinaloa, particularmente a “Los Chapitos” cada vez que dice que en México no se produce el fentanilo, aunque hay cientos de pruebas de la existencia de laboratorios clandestinos. Permite con su omisión las extorsiones, la imposición de precios en productos de consumo básico por parte de organizaciones criminales.
Mientras defiende los negocios de “Los Chapitos” ataca a las víctimas. Como a organizaciones de madres buscadoras de hijos e hijas desaparecidos en México. Muchos de ellos, en su gobierno. Él tiene tiempo de detener una gira, bajarse del auto para saludar, y legitimar a Consuelo Loera, la madre del “Chapo”, abuela de “Los Chapitos” en aquel saludo de 2020. Pero se niega a reunirse con las madres de los desaparecidos.
Para la mamá del “Chapo” respeto y deferencia. A las madres de las víctimas, las acusa de que ”hay ese propósito manipulador”, y calificó sus reclamos como “politiquerías”. En el caso de Cecilia Flores Armenta, líder de las madres buscadoras de Sonora, cuyos tres hijos fueron desaparecidos, uno en 2015 y dos en 2019, sus esfuerzos y el de las otras madres que la acompañan han logrado encontrar a al menos mil 500 personas en fosas clandestinas.
AMLO, como jefe del Ejecutivo, intenta minimizar el caos, cuando quiere que todos volteen hacia otra parte, cuando ignora a las víctimas y defiende a los victimarios, cuando ataca a los defensores de derechos humanos y periodistas que cuestionan las políticas públicas, cuando ríe pese a la desgracia de la población, y se convierte en un elemento fundamental, indispensable, para la permanencia y multiplicación del sistema criminal que impera en México.
Reflexionar sobre esto, preguntar a los cuatro vientos: “¿¡De qué se ríe, señor presidente!?” contribuye a que prevalezca en la memoria la imagen y voz de las víctimas y sus deudos. Un día después del chascarrillo, y pese a que está videograbado y transcrito, el presidente de México dice que eso no ocurrió. En un país donde AMLO se hace el ciego y el sordo, menos mal que millones que aún estamos despiertos, vemos y oímos; solo así, tarde que temprano, la historia le pasara factura a AMLO y a sus cómplices.