Tulio Monsalve: Para Roberto

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Se va otro hermano y amigo, Roberto Hernández Montoya. Con él, siendo presidente del Celarg, fui director general, desde 2001 a 2014. Compartimos la responsabilidad de dirigir el calificado grupo que da vida y cultura al país desde el Celarg. En ese momento, era ministro de la Cultura otro fraterno e íntegro ser, amigo, maestro y artista, Manuel Espinoza.

Conocer a Roberto me permitió saber cómo conjugar el conocimiento con profundidad del diverso mundo de lo cultural. Y lo hacía con la fineza de un exquisito y sentido de la levedad irrepetible, y su eterno y gratísimo humor.

Él era una enciclopedia, adonde cabía el gusto y conocimiento por diversas formas de cómo los humanos hacen cultura. Produjo artículos y citas de los clásicos de la literatura, y hasta, animar a los jóvenes poetas del Chicken Bar. Toparse con los maestros de la discusión y el buen decir en las tardes a las puertas de la Librería Suma desde el dominio del agudo Raúl Betancourt.

Con él tuvimos la suerte de intercambiar gratas conversaciones con aquellos famosos escritores, que nos visitaban como ganadores del Premio de Literatura Rómulo Gallegos, o venían como jurados. Todo posible, por cuanto compartíamos la responsabilidad y el compromiso de todo el equipo humano del Centro como apoyo valiosísimo.

A diario Roberto nos sorprendía con nuevos hallazgos, en una faceta suya poco conocida, sus densos conocimientos y sensibilidad musical. Teníamos el mismo y bendito modelo de Ipod de 160 G, que conservo, como su herencia con 4.680 canciones de mundo. La amplitud de su privadísima colección va desde una rara pieza de Jordi Saval La danza de las espadas hasta una bella nana que, a capella, nos regalara el notable maestro Otilio Galíndez.

Roberto tenía herencia musical y vena literaria que recibió de su padre, quien pertenecía a un grupo de músicos de estirpe de nuestro país. Y él fue desarrollando habilidades y agregando conocimientos para apreciar y entender mejor y profundizar conocimientos en esta materia.

Dialogar con él era un acto sensible y en juego con su fase docente. Ser lleno de humanidad, cortesía, afecto y permanente humor. Siempre lo iniciaba con el juego de una duda que en broma lo acosaba para concluir animando la escucha.

Despidamos a un ser inteligente, humano, literato, políglota fotógrafo y músico, faceta de la cual no hizo alarde. Te dejo por ahora, con infinitos adioses por tu afecto y limpia amistad. Abrazo a Susana y a Rodrigo.

Roberto Hernández Montoya
Roberto Hernández Montoya

Roberto Hernández Montoya

 

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