Todo es igual nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor. Enrique Santos Discépolo (Cambalache)
Como era de esperarse, el triunfo de Javier Gerardo Milei de La Libertad Avanza en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, ha desatado una nueva corriente de entusiasmo entre un segmento de opositores venezolanos, siempre a la búsqueda de un Santo Patrón extranjero que les ayude en la tarea de desbancar a la nomenclatura gobernante en el país. Fueron entusiastas seguidores de Trump y le celebraron todos sus atropellos, luego bailaron samba felices con Bolsonaro, y ahora están enfebrecidos queriendo tomar mate con Milei. Saltan de ídolo en ídolo, como Tarzán de liana en liana hasta caer en el charco.
Ver los asuntos exteriores con un prisma vernáculo no es nada nuevo, es un hábito parroquial bastante arraigado. Una especie de Aleph borgiano, pero ensimismado y familiar, que lejos de otorgarnos una fugaz mirada al infinito, a todos los ángulos de la existencia, nos remite al boulevard El Cafetal y la Plaza Altamira. Se sustenta en la teoría del “Opocentrismo” que argumenta que el planeta gira en torno a la oposición y sus infortunios. (Nada tiene que ver con Oppenheimer).
Vamos, Argentina entera está en su santo derecho de desear “que se vayan todos” como sea, de revalidar una y otra vez su infinita capacidad de dispararse en el pie, de convocar los fantasmas de la hiperinflación, los corralitos que incautan ahorros de toda la vida, de resetear su odio y dependencia del FMI.
La verdad, nunca ha necesitado ayuda para autoperjudicarse, y menos aún de hinchas y barras bravas extranjeras que aplaudan cada uno de sus dislates. Un momento puede ser una economía dolarizada y “neoliberal” y luego sumergirse en un populismo nacionalista lleno de tics caritativos. A estas alturas habría que tener cierta cautela antes de lanzarse a cantar desconsolados, Don´t cry for me Argentina abrazado a uno u otro bando.
El precandidato Milei ostenta -con placer- un carácter estrafalario de compadrito de barrio, su soez manera de tratar a quienes no piensan como él, sus tratos con el más allá canino, y la irresponsable manera de hacer promesas ideológicas difíciles de cumplir, no auguran nada bueno para una sociedad tan hastiada de estar hastiada como Argentina. Quienes se apresuraron en la región a felicitar su triunfo en las PASO como símbolo de que la libertad avanza, de que el giro hacia gobiernos de izquierda confusos y desnortados habría sido contenido, comienzan a ver con preocupación que el precandidato Milei dirige su infinito arsenal de descalificaciones e insultos en contra de la precandidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, una demócrata con un largo historial de luchas y servicio público. Mientras, el tercero en discordia, Sergio Massa, de la oficialista Unión por la Patria observa satisfecho como la ultraderecha irresponsable y frívola juega al yo o más nadie.
(Ya el precandidato “anarcocapitalista” Milei, denunció que hubo fraude y que en realidad él habría obtenido el 55% de la votación. ¿Les suena familiar?).
¡Milei para todo el mundo!
@jeanmaninat