Enrique Meléndez: El voto de la rebeldía

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En efecto, la misma emoción popular, que viene a suscitar María Corina Machado en estos momentos, lo constituyó Hugo Chávez en aquel final de la década de 1990, fin de siglo; sólo que en esa ocasión las reglas, que privaban, eran las del estado de derecho, y así que el tercio se movía libre por el país, aparte de que no estaba en cuestión el tipo de régimen de gobierno, que imperaba; pues lo que atraía a la gente de aquel proyecto del ex militar golpista era que prometía acabar con un flagelo, que se había enquistado, supuestamente, en la dirigencia política, como era la corrupción. Ese era el principal problema del país y lo seguía la inseguridad. Recuerdo a Chávez, cuando fue por primera vez a París, una vez electo presidente, a propósito de un recorrido que se dio “el indio” por el mundo del capitalismo, y entonces allí, reunido con algunos dirigentes de izquierda francesa, dijo que la clase política más corrupta, que había en el mundo, era la venezolana; algo que no venía al caso traerlo a colación en ese escenario, sólo que era uno de sus delirios; siendo un delirio del país, en tanto que psicosis colectiva; del cual él se valía como su discurso político: al igual que su bolivarianismo, fundamentado en una supuesta doctrina del Libertador, aunque ese es otro tema; pero que no se puede soslayar, ya que su impronta mancillará hasta el nombre de nuestra República, por aquello de Bolivariana de Venezuela; que aquí cabe citar aquella expresión de Miranda, de que este país es bochinche, puro bochinche. Es decir, no estábamos frente a un Estado anarquizado, que ameritara un cambio en su estructura institucional, sino un cambio de caras, y eso fue lo que pensó esa clase media, que votó por Chávez, sugestionada por una campaña antipolítica, que había sido incitada por un grupo de personalidades, donde no dejaba de estar presente en sus conciencias rencores, envidias, mezquindades, pases de facturas, y quienes gozaban de amplio espacio en los medios de comunicación.

Entonces, Chávez decía que él le iba a freír en aceite la cabeza a los adecos y los copeyanos; es decir, asumía un discurso incendiario, porque las circunstancias se lo permitían; distinto a la circunstancia, en la cual la señora Machado maneja su discurso, en el mismo tono del de aquél; cuando, por ejemplo, pregona que hay que sacar a “estos criminales del poder”; lo que implica coraje, y que fue lo que no demostró aquél; que, como tituló una revista española en la ocasión del intento de golpe de Estado, propiciado por el susodicho el 4 de febrero de 1992, no era más que un “tigre de papel”; aparte de que resultó muy vergonzoso para nosotros los venezolanos su sumisión frente a Fidel Castro; que para el momento en que lo convierte en su alter ego, este viejo líder caribeño no representaba sino escuela de la tiranía. Lo único que se le objetó a Chávez en aquella oportunidad era el nombre del partido, con el cual hacía su incursión en la vida política, esto es, Movimiento Bolivariano 200; partiendo del hecho de que se estaba valiendo de la figura del gran héroe nacional, como era el Libertador; objeto, en efecto, de un culto, que le profesamos los venezolanos, y fue así como lo vimos refundar el mismo con el nombre de Movimiento Quinta República, que en siglas venía a ser MVR.

Obsérvese que una de las grandes objeciones, que se le hacen a Rafael Caldera, estriba en el hecho, de que le dio la libertad a Chávez sin menoscabarle para nada sus derechos políticos que, empezando por ahí, se lo hacen ahora a la señora Machado. Lo de Chávez además fue mucho más grave; no sólo por su felonía, sino además porque se trajo a unos muchachitos, que estaban bajo su comando, y los puso a disparar contra la casa presidencial; lo que implicaba, por lo demás, la pena máxima. Hasta ayer la señora Machado sostenía que la única solución para Venezuela era la vía de facto, apoyada por una fuerza multinacional; como Chávez sostenía lo mismo, antes de decidir participar en nuestros procesos electorales; porque él, además, era de la línea abstencionista de Domino Alberto Rangel y compañía; sólo que las vicisitudes han cambiado, y así como en el año 98 se pusieron a favor de Chávez, hoy se ponen a favor de la señora Machado; lo que la ha llevado a cambiar de punto de vista, a ese respecto, y a convertirse en terror, sobre todo, de Diosdado Cabello; de modo que ha tenido que cambiar hasta de estrategia, en lo que se refiere a sus giras; tomando en cuenta que el recién nombrado trata de bloquearle todos los caminos, por donde tiene que transitar; que fue algo que no tuvo que afrontar Chávez; lo mismo que no le ofreció “coñazos” ningún gobernador de estado, ni se le ponían piquetes de guardias nacionales a la entrada de las ciudades y pueblos, que visitaba; que ella los burla, por lo demás; cuando no, los propios pobladores de los mismos le facilitan el traslado, digamos, por caminos de recuas, para que llegue a su destino, y se monte en sus respectivas tarimas; como los pobladores repudian y sacan a los saboteadores, que prepara Cabello in situ entre los tarifados suyos, y que es lo que ha dado carácter hazañoso a la campaña de la señora Machado, cuya presencia en la calle se ha convertido, en ese sentido, en una especie de insurrección pacífica del estilo de Gandhi. El voto por Chávez fue un voto castigo; el voto por la señora Machado es un voto de rebelión. A propósito, ¿cómo hizo para llegar a Margarita, luego de 7 años de no poder visitar la isla; tomando en cuenta el cerco que le tiene el gobierno, en cuanto se refiere a sus actividades de movilización? Al parecer, llegó en un peñero, luego de un recorrido que le llevó unas doce horas.

 

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