Jesús Alberto Castillo: El candidato de las fuerzas democráticas frente a la autocracia

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Siempre se ha dicho que la democracia es el gobierno del pueblo. Eso significa que requiere de ciudadanos proactivos para ejercer el control sobre sus gobernantes. Es un sentido de corresponsabilidad donde los primeros se involucren activamente en la formulación, ejecución y evaluación de políticas públicas, mientras que los segundos rindan cuentas de su gestión ante la comunidad.

Ese tipo de gobierno es real cuando “el ejercicio del poder tiene su origen en la elección transparente de los representantes del pueblo y pueda ser controlado efectivamente, tanto por la sociedad como por los propios órganos del Estado” (Brewer Carías, 2007). De lo contrario, estamos en presencia de una dictadura, aunque sigan existiendo mecanismos electorales.

Consciente de la desviación del poder que puede estar presente en el gobernante, Charles de Secondat, conocido como el Barón de Montesquieu, desarrolló el principio de separación de poderes que fue plasmado en las constituciones de la Revolución Norteamericana de 1776 y de la Revolución Francesa de 1789. Posteriormente, las diversas constituciones modernas lo acogieron para robustecer la institucionalidad republicana y el ejercicio real de la democracia. Sin embargo, esos avances se han visto amenazados por la aparición de regímenes populistas y despóticos en varios países del mundo, especialmente en América Latina

Igualmente, la Carta Democrática Interamericana, en su artículo 4, destaca que el ejercicio pleno de la democracia se produce cuando hay transparencia de las actividades de gobierno, la probidad y la responsabilidad de la gestión pública, el respeto de los derechos sociales, el respeto de la libertad de expresión y de prensa, la subordinación constitucional de las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida, el respeto del Estado de Derecho de las entidades y sectores de la sociedad civil.

Estos indicadores son fundamentales para percatarnos que en la Venezuela de hoy nos estamos en presencia de un régimen democrático, sino de corte autocrático. Los resultados están a la vista y se requiere de una dirigencia reflexiva, audaz e inteligente para actuar frente al poder político y derrotarlo electoralmente. Es un iluso quien siga pensando que este régimen facilitará las cosas a sus adversarios y habilitará a quien pueda vencerlo. Eso no está en las negociaciones del gobierno, aunque se lo exija la Casa Blanca para levantar las sanciones. Es un asunto de conservar el poder a como dé lugar y dictadura no juega carritos.

Los voceros de las fuerzas democráticas deben estar claros en esta realidad, ser prácticos y avanzar en una estrategia que permita sorprender al régimen. Eso se hace consensuadamente con inteligencia y sin apasionamiento. Tienen la oportunidad de derrotar al oficialismo con una candidatura no vulnerable, que no represente s partido político alguno y en verdad pueda unir a toda Venezuela. Un liderazgo con un discurso que atraiga a militantes opositores, independientes y decepcionados del oficialismo. Ese candidato se visualiza, aunque algunos crean que no se decidirá. El tiempo, tan inexorable en nuestras vidas, irá mostrando su silueta en el devenir de los días.

Profesor universitario y dirigente político.

 

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