Enric Llopis: Lógicas del capital, esperanzas y alternativas socialistas

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El capitalismo global tiene problemas importantes para hallar campos de inversión rentable: son 80 billones de dólares disponibles (la cifra del PIB mundial sumó 81,4 billones en 2017, y 100,5 billones de dólares en 2022, según el Banco Mundial).

Gran parte de estos capitales se hallan “”inmovilizados” en fondos de inversión; en otros términos, “sólo hay un tipo de capital que puede acumularse sin límite, y es el capital monetario”, afirma el geógrafo marxista británico y teórico del capitalismo, David Harvey (Gillingham, Kent, 1935).

La reflexión sobre las posibilidades de hacer rentable el capital continúa del siguiente modo: “Cuando lo consigue, tiene que someter la mayor cantidad de trabajo posible a los niveles más altos de explotación, para validar la creación al por mayor de valor de cambio en formas de dinero creadas”.

Esta conclusión figura en uno de los capítulos –El malestar mundial– incluido en el libro de David Harvey Crónicas anticapitalistas, publicado en 2023 por Akal; Asimismo Akal editó en 2021 Espacios del capitalismo global. Hacia una teoría del desarrollo geográfico desigual, también del militante e investigador marxista.

Otra de sus obras es Breve historia del neoliberalismo, de 2005; en un capítulo de Crónicas anticapitalistas titulado del mismo modo, Harvey se sitúa en la crisis de 2007-2008 para observar la evolución de las desigualdades; así, en Gran Bretaña y Estados Unidos el 1% de potentados aumentó su riqueza entre el 14% y el 20%, frente a la mayoría de la población que, desde 2008, vio cómo su renta se mantenía o mermaba.

Tras la mencionada crisis, destaca Harvey, “el proyecto neoliberal no ha llegado a su fin; de hecho, ha seguido adelante; pero lo ha hecho en una situación en la que ya no tiene la legitimidad de antes”.

Y señala alguno de los efectos de la recesión de 2008, por ejemplo en el sector inmobiliario: cerca de 7 millones de personas perdieron su vivienda en Estados Unidos; sin embargo, la respuesta no consistió en movilizaciones y protestas, sino que –debido a los valores la cultura neoliberal dominante- las personas desahuciadas tendieron a culpabilizarse.

Unos años después, durante la crisis por la COVID (2020-2023), el profesor de Antropología y Geografía en la City University of New York escribía desde esta ciudad sobre La respuesta colectiva a un problema colectivo; se preguntaba entonces si era posible hacer uso de la imaginación socialista para la construcción de una sociedad alternativa.

“No es ninguna utopía”, afirmaba David Harvey; apuntaba el caso de los restaurantes cerrados y sin actividad en el Upper West Side de Nueva York (barrio del distrito de Manhattan); se trataría de que la gente volviera a entrar, produjeran la comida y alimentaran a la población en las calles y las casas (“necesitamos esa acción colectiva para que todos seamos libres individualmente”).

El autor de Marx, el capital y la locura de la razón económica (2017) abogaba, asimismo, por la transformación social a partir de los 26 millones de parados en Estados Unidos (cifra de abril de 2020 durante la pandemia); si tuvieran que volver a trabajar, quizá deberían hacerlo durante 6 horas diarias, no 12.

Los editores de Crónicas anticapitalistas, Jordan T. Camp y Chris Caruso, destacan que el sociólogo británico interviene no sólo en campus universitarios e institutos de diferentes países, también dialoga con los campamentos de personas sin recursos, edificios ocupados, escuelas populares, prisiones y movimientos sociales de todo el mundo.

Desde que Harvey publicó en 2003 El nuevo imperialismo, se convirtió en un autor de referencia en las Ciencias Sociales y las Humanidades, agregan Jordan T. Camp y Chris Caruso; pero también ha escrito para una audiencia más amplia, como en Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo (2014).

El texto de Akal tiene como fuente las Anti-Capitalist Chronicles de David Harvey, un audio (que hace posible la organización Democracy at Work) y vídeos por Internet “que analizan el capitalismo contemporáneo desde una perspectiva marxista”.

A menudo el autor ha escrito acerca de la acumulación por desposesión, que tiene lugar junto a la explotación del trabajo productivo; pero la primera de las formas tiene una prioridad mayor en el capitalismo contemporáneo; David Harvey menciona el ejemplo de la compañía Google y se pregunta cuántas pequeñas operadoras absorbió durante su proceso de expansión.

O el de “los bancos y financieros (que) pueden comprar las empresas y obtener grandes beneficios cuando se restablezca el proceso de liquidez: esto es lo que sucedió en la crisis del Este y el Sudeste Asiático en 1997-1998”.

Otro ejemplo de acumulación sin base en la actividad productiva es la de fondos de inversión estadounidenses como Blackstone; en la crisis inmobiliaria de 2008 en Estados Unidos, muchos ciudadanos fueron objeto de ejecuciones hipotecarias; al no poder pagar los préstamos, las casas fueron vendidas a precio de saldo y adquiridas por Blackstone (“en poco tiempo se convirtió en el mayor arrendador del país, tal vez del mundo”).

Además, la gentrificación tiene una importancia creciente en el mundo capitalista (la socióloga británica Ruth Glass utilizó por primera vez el término en 1964); se trata del desplazamiento de población de un barrio o zona urbana, que es sustituida por otra con mayor poder adquisitivo.

“En la década de 1970 existía la estrategia de quemar edificios para cobrar el seguro y así despejar el camino para un nuevo desarrollo a gran escala; sabido es que la radio de la ciudad Nueva York proclamó una noche: ‘El Bronx’ está en llamas’”, escribe el también autor de Guía de El Capital de Marx.

A ello se suma que en el Sur global (países de África y América Latina) continúa dándose el proceso de acaparamiento de tierras, por el que el capital se expande en búsqueda de materias primas y recursos minerales.

Respecto a las mutaciones en el capital y la producción, el teórico social comparte su experiencia en la ciudad estadounidense de Baltimore (Maryland): en 1969 contaba con una gran factoría de acero, en la que trabajaban más de 30.000 personas, pero en los años 2000 se hallaba cerrada; la evolución es paralela a la de la fuerza sindical en la ciudad.

Esto no implica, sin embargo, la desaparición de la clase trabajadora; al igual que los obreros del sector del automóvil y el acero, también producen valor las personas empleadas en McDonald’s, Kentucky Fried Chicken o Burger King; “en los últimos tiempos hemos visto a los trabajadores del sector de la comida rápida organizarse y emprender acciones militantes”, concluye David Harvey.

 

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