Por días he reflexionado escribir sobre la tortura en Venezuela. Giuliana, mi compañera me decía que este es un tema que a ella le transmite ansiedad y tristeza, y con nostalgia recordaba que nuestra querida patria no es ni lejanamente la Venezuela aquella, a la que a los inicios de los años cincuenta del siglo pasado, llegaron desde Italia sus padres, inmigrantes llenos de optimismo y que ese optimismo nunca se convirtió en un sentimiento decepcionante, porque era un país abierto, un país donde las oportunidades estaban por doquier, un país sano, donde lo que se conocía como la dictadura de Pérez Jiménez era un cuento de hadas para lo que experimenta la Venezuela actual. Eran inmigrantes que venían de ser, unos testigos y otros protagonistas de la debacle para el mundo en que se convirtió esa guerra, la segunda con carácter universal y por lo que Adolf Hitler y sus ejércitos hicieron en su insaciable deseo expansionista.
Fueron esos alemanes del tercer Reich los que, al menos, en el último siglo habían institucionalizado en Europa la tortura como política de Estado. Esos dos inmigrantes nunca pudieron imaginar que en esa Venezuela, tierra de libertades, la que los recibió con los brazos abiertos y a la cual amaron y donde pasaron prácticamente toda sus vidas, podría convertirse en un país donde sus actuales gobernantes han emulado al nacido en Braunau am inn, al convertir esa vergüenza humana en una manifestación, diaria y usual en el trato de los cuerpos represivos y los habitantes de la tierra que los acogió.
No hay la mínima duda, Venezuela cambió, cambió diametralmente esa característica de país receptor de voluntades, a una nación que envía sus hombres, quienes hasta los inicios de este siglo, junto con los brasileños y argentinos, eran considerados los mejor educados y mejor formados de este continente, a colaborar hoy en el engrandecimiento de otras naciones.
Pero, cómo no hacer referencia, si deseamos ser objetivos en nuestros análisis, con situaciones, que no obstante el sentimiento, deben ser vistas como un importantísimo hecho referencial de la Venezuela actual. Y aquí voy distinguidos amigos, ese tema que a Giuliana, madre y abuela le aterra, solo de pensar que a alguno de sus hijos o nietos, hubiesen podido ser víctimas de la tortura.
Creo necesario ver el concepto de este flagelo, tan viejo como la humanidad y a la pregunta ¿Qué es la tortura? El diccionario de la Real Academia Española, la define así: Grave dolor físico o psicológico infligido a una persona de forma deliberada con el fin de obtener algo de ella, especialmente una confesión o una determinada declaración.
Esta aberrante práctica ha sido considerada como un grave crimen contra la dignidad del ser humano. Esta no puede aceptarse bajo ningún concepto. Incluso en situaciones de guerra, emergencia u otras amenazas a la estabilidad de un Estado.
Pero para que existan los torturados, obviamente tienen que existir los torturadores. Veamos qué nos dicen las profesoras Janice T. Gibson Y Mika Haritos-Fatouros en la revista Psychology Today en Español año 1986, año 1, nº 3 pp.22-28 sobre estos repugnables seres, necesario componente en la aplicación del tema que hoy nos ocupa.
La tortura para cualquier propósito que sea y en nombre de quien fuere, requiere un torturador. Un individuo responsable de planear y de causar dolor a otros. “El ser humano (sujeto a tortura) es esposado por la espalda, sus ojos vendados”, escribió el periodista argentino Jacobo Timerman sobre las torturas a las que fue sometido durante las oscuros días que vivió la Argentina conocidos como el Proceso de Reorganización Nacional, periodo que enluto a su país: “Nadie dice una palabra, El torturado es desnudado, rociado con agua, amarrado. Y comienza la aplicación de descargas eléctricas. Es imposible gritar, hay que aullar.” Los gobiernos de por lo menos 60 países del mundo utilizan métodos similares para torturar, informa Amnistía Internacional. ¿Qué tipo de persona puede conducirse tan monstruosamente hacia otro ser humano? ¿Un sádico o un desviado sexual? ¿Alguien criado de modo autoritario o que fue abusado por sus padres? ¿Una personalidad trastornada afectada en cierta manera por características hereditarias? Pero solo un puñado de entre ellos, 3 de Asia y 5 de África, además de la República Bolivariana de Venezuela desde el inicio de los años 2013, utilizan la tortura como política de Estado.
En un ensayo publicado en la revista Nueva Sociedad, número 278, correspondiente a los meses de noviembre diciembre del 2018, las profesoras Rebecca Hanson y Verónica Zubillaga, nos explican la lógica de militarización –en tanto expansión de la lógica bélica–, la creación del estado de excepción –en tanto suspensión de derechos y ciudadanía–, la conformación local del “estado de excepción 24”, en tanto toma militar de los barrios para recuperar la soberanía– y finalmente, la matanza constituye a nuestro entender, el giro de la política punitiva carcelaria masiva a una práctica sistemática de muerte, en un contexto de merma. Pues el Estado venezolano pasa de ejecutor de la tradicional tortura al exterminio de las personas, ante el supuesto de que son personas irrecuperables, lo que estos esbirros llaman la sociedad venezolana del hombre nuevo.
Podríamos decir que el gobierno de Maduro realiza el exterminio de ciudadanos ante el temor, para los ejecutantes, de que las practica de la tortura no cumpla ya en ciertas personas el objetivo, entre otros, disuasivo que conlleva la tortura, pasando del estado de la tortura al estado del exterminio.
La lista de los torturadores asesinos es larga y ampliamente conocida, así como sus instigadores. Son unos lacayos malos y perversos, es verdad, pero no creo que valga la pena repetirla, preferimos utilizar este espacio para rendirle un homenaje, si, con este escrito, a muchos venezolanos que dentro y fuera de las fronteras patrias exponen sus vidas al denunciar las barbaridades de este mal nacido gobierno, ilegal y espurio que despiadadamente martiriza y tortura a un pueblo inocente, que su mayor pecado fue creer en la demagogia y capacidades histriónicas de un enfermo mental.
Deseo, como lo soy, autor y responsable de este escrito, reconocer la obra de los colegas juristas del Foro Penal, de la abogado Tamara Suju, de Provea, de las muchas ONG que denuncian, a riesgo de sus propias vidas e incolumidad las atrocidades del régimen, al nuevo movimiento sindical verdadero y auténtico venezolano, en fin y con nuestro corazón en la mano a los presos políticos, a los civiles y a los militares, a Roland Carreño, a Javier Tarazona, al general Hernández Da Costa, al coronel Igtmer Marin Chaparro, quien exhibe orgullosamente el mayor promedio de calificaciones como cadete en la historia de la Academia Militar de Venezuela, (3 de septiembre del año 1810). A los 113 presos políticos detenidos sin condena, a todos los 290 presos políticos del régimen y a sus honorables familias.
A la memoria del Capitán de Navío (Post Mortem) Rafael Ramón Acosta Arévalo, muerto a causa de las torturas recibidas pocas horas antes de su comparecencia ante un vulgar juez, sin dignidad ni conciencia. A los juristas que luchan ante la Corte Penal Internacional, al Comité Internacional contra la Impunidad, en la denuncia y el seguimiento de las causas incoadas en ese alto tribunal penal sobre el exterminio paulatino, pero constante, que esa cúpula corrompida y sin escrúpulos está conduciendo a ese manso pueblo llamado, por ahora, la República Bolivariana de Venezuela. A Fernando Alban lanzado desde el piso 10 del Helicoide, cuartel del Sebin policía política y represiva de la dictadura, a Franklin Brito, dejado morir y de quien con burla un tal Izarrita dijo que olía a formol, solo porque era un hombre con dignidad, en fin, la lista sería, desgraciadamente, a nunca acabar.
Anfi del Mar el 9 de septiembre del año 2023.