La comprensión de la política no es un asunto de sabios e intelectuales, como algunos se han atrevido a decir, sino de sentido común. En pocas palabras, hay que ser práctico y realista si se quiere tener buenos resultados en la dura batalla electoral.
Uno puede entender que alguien se enamore de una candidatura, por determinada razón, y es justo que la defienda a capa y espada. Eso le da sentido y pasión por lo que se cree y se lucha. Hasta allí vamos bien. El problema se presenta cuando la realidad de las cosas nos indica el camino que debemos tomar para no morir en el intento. Es allí donde se requiere pensar, reflexionar y decidir con mayor grado de certeza para dar en la diana.
Al día de hoy no podemos ocultar que la candidatura de María Corina Machado es la que recoge el gran sentimiento popular y tiene la primera opción para ganar la primaria, en caso de realizarse. La mayoría del pueblo, cansado del mal gobierno y de la dirigencia opositora tradicional, ve en ella una esperanza, una salvadora. Su discurso frontal contra Maduro gusta muchísimo, aglutina y la ha posicionado. También su deslinde contra la oposición del G3, ha generado simpatía.
Eso es bueno desde el fantástico campo de la psicología de masas. Ella, de origen aristocrático tiene un amplio ejército de seguidores, provenientes de las clases populares, para continuar la pelea en la arena electoral. No se puede negar tal fenómeno. Pero, la política es más compleja y cruda de lo que muchos piensan. Nos guste o no, ella fue inhabilitada de manera inconstitucional, por un régimen autocrático, el cual seguirá inhabilitando a quien haya sido parte del defenestrado gobierno interino o Asamblea Nacional del 2015. Esa es una realidad que muchos aún no quieren reconocer del lado opositor.
La verdad verdadera en la política venezolana es que tenemos un gobierno autocrático que no va a permitir la postulación de un candidato ante el CNE, aunque tenga seguidores a montón. Ni que patalee la Casa Blanca o la Comunidad Internacional. Este gobierno no le ha parado a eso. Así lo ha demostrado en el pasado y esta vez no será la excepción. Pues, enseñó los dientes al designar un nuevo CNE bajo su control y presidido por quien fue titular del organismo que inconstitucionalmente inhabilitó a María Corina.
Repetimos, los sabios e intelectuales también se equivocan. Son seres humanos e imperfectos. Pero, tienen capacidad para ver las cosas con mayor claridad y certeza, aunque suene duro decirlo. No es asunto de echarse para atrás, sino de sentido común para combatir inteligentemente al régimen. El peor error que se comete en política es caerse a embuste. Debemos aprender de los desaciertos del pasado para no seguir cometiendo desatinos en la acción política. ¿Para qué sirvieron los nefastos llamados de abstención? ¿Qué resultados positivos arrojó el encumbrado “Gobierno Interino”? ¿A dónde nos llevó la bendita “Consulta Popular* para sacar a Maduro? ¿Qué pasó con el cacareado TIAR y la “Intervención militar” de Trump? La política no debe vivir de fantasías.
Ubicándonos en la actual circunstancia electoral, lo más lógico es no emocionar a los seguidores sobre hechos ficticios, sino en torno a escenarios probables. Lo peor que se le puede cometer a un electorado es crearle falsas expectativas. Por eso insistimos en la estrategia de deshojar las margaritas. Hay que prepararse para cualquier escenario por muy malo que sea. Si se da la primaria, hay que estar claro que los “inhabilitados” no van. Entonces, habrá que hacer como en Barinas. Lo demás es caerse a embuste y no estamos para eso si queremos derrotar a este perverso gobierno.
Politólogo y profesor universitario.