Empieza un nuevo año escolar, para algunos, no para todos, pues la educación pública está siendo negada a tantos niños que no tendrán el chance de ilusionarse por empezar a estudiar de nuevo.
Los que pueden acceder a la educación son privilegiados y hay que hacerles ver que es así: que son efectivamente privilegiados y que, por eso, tienen que esmerarse en rendir sus talentos al máximo. Esta nueva generación concentra el futuro del país y por eso debemos ayudarles a ver que la nueva Venezuela depende de ellos. Es cierto que muchos se van, pero siempre queda un grupo que apuesta al país. Este grupo debería entender que tiene que ayudar a formar a esos que no han podido estudiar formalmente. En las oficinas, en las fábricas, en la tiendas de pequeña y gran escala, la cabeza que dirige el curso de los procesos debería considerar dedicar unas horas a formar a su personal, a ayudarles a salir de esas lagunas con las que han crecido y que tanto daño les han hecho.
Sé que los colegios privados hacen su mayor esfuerzo por educar en principios y valores a los alumnos que llenan sus aulas. Sé que esas instituciones no son culpables de que sus estudiantes no asimilen todo lo que reciben. Se entiende y se sabe que uno aprende a ser buena persona gracias al hogar en el que creció y no propiamente al colegio al que asistió, pero siempre se debe apostar a que algo quedará sembrado en esas conciencias que tal vez reconozcan las fallas de sus familias y la necesidad de cambiar que se les ofrece.
Por un lado están los empleados de las empresas que no lograron escolarizarse y por otro los jóvenes que sí tuvieron el chance de estudiar. Es un contraste que hay que tener en cuenta. Se sabe que los vicios y mañas de muchos empleados pueden hacer pensar que ya no pueden cambiar. Los jefes directos pueden tener la tentación de dejar de estimular a su personal que insiste en viciar los procesos. Las necesidades de quienes no pudieron estudiar formalmente son infinitas y muchos de los vicios podrían entenderse en su contexto. Por eso insisto en que los jóvenes que salen de la universidad deben tener en cuenta esto y deben disponerse a enseñar lo que otros no saben, con cariño y respeto. Las empresas pueden ser focos de cultura y así, poco a poco, se va cambiando un país.