Desde que algunos grupos políticos opositores asomaron la posibilidad de realizar unas elecciones primarias, como forma para escoger el candidato de ese sector que enfrentaría a Maduro en las presidenciales de 2024, me pareció una mala idea, pues tuve claro desde aquel momento que ese tipo de consulta electoral genera más división entre los participantes que unificación de los mismos. Aunque todos los protagonistas de estos eventos juren y perjuren que apoyarán sin reservas a quien resulte ganador, eso realmente termina no ocurriendo sino sólo en una parte de quienes participan. Las primarias son eventos competitivos, que enfrentan a unos candidatos con otros, pese a ser todos políticamente cercanos o incluso aliados y tener el mismo objetivo central en sus luchas.
Ese enfrentamiento, en la búsqueda de ser el ganador del evento electoral, necesariamente lleva a las comparaciones no agradables entre supuestos amigos y a las críticas de unos participantes hacia los otros, hacia sus desempeños del pasado, contra sus proposiciones y programas de gobierno, sobre la honestidad y transparencia en el manejo de fondos públicos que hayan realizado, en fin, la campaña electoral desarrolla todo un ambiente que separa a los aliados en forma muy profunda y clara, creando heridas difíciles de subsanar en forma rápida, que terminan generando un reconcomio entre los distintos participantes. A lo anterior se añade que no todos disfrutan de las mismas condiciones para participar en la competencia, la cual se vuelve inequitativa al no tener todos iguales apoyos financieros ni políticos, lo que genera mayor resentimiento.
En aquel momento, todo lo señalado era una hipótesis extraída del análisis de eventos similares ya ocurridos en nuestro país. No es la primera vez que se recurre a este tipo de procedimiento, ni nacional, ni regional, ni localmente. En algunos eventos anteriores, la diferencia en el respaldo obtenido entre los participantes era muy grande a favor de alguno de los mismos, lo cual hizo palidecer los aspectos negativos ya señalados y el resultado fue asumido por todos. Este fue el caso de la selección de Capriles como candidato presidencial años atrás. Hoy la situación dista mucho de ser la misma. Las locuras de esa oposición, al tratar vanamente de derrocar a Maduro por vías reñidas con la legalidad y la constitución, sin tener ninguna fuerza para hacerlo y contando sólo con la esperanza de una intervención militar extranjera, destruyeron las bases de apoyos importantes que por tanto ya no se tienen.
Lo que ha sucedido desde entonces hasta ahora, no ha hecho sino ratificar que se tenía razón al considerar las primarias como una vía inadecuada en el logro de la unidad necesaria para derrotar al gobierno y al PSUV, pese a que hoy no disponen del apoyo que una vez tuvieron y son sólo, si acaso, la primera de las minorías existentes. La situación es más grave para la oposición, si consideramos que las primarias no incorporan a todos los grupos opositores, lo que quiere decir que sus resultados no significan nada para un número de partidos que, en las elecciones últimas, sacaron más votos que los obtenidos por quienes hoy realizan las primarias. Lamentablemente, éstos y sus seguidores fanatizados se creen la única oposición existente, quizás por el hecho de que es la preferida por Washington, la que dispone de más recursos financieros y la que el gobierno trata en mejor forma, pese al discurso que utiliza.
En definitiva, hoy la PUD está más dividida que lo que estaba hace poco tiempo. Los enfrentamientos son claros con María Corina Machado, a quienes algunos presentan como la nueva líder emergente de la oposición y a quien algunos piensan el gobierno teme. La alianza Capriles/Rosales es también un elemento clave de los grupos que se han venido constituyendo, sin olvidar los últimos movimientos del liderazgo adeco que habla de la reunificación del partido, algo que está por verse pero que perfectamente podría ocurrir si recordamos aquello de que “adeco es adeco hasta que se muera”. Quizás, si apareciera algo de patriotismo dentro de estos grupos, podrían dejar de lado o para luego sus apetencias individuales y grupales y pensar un poco en el país nacional y la necesidad de buscar un líder coherente, amplio, instruido y con experiencia, en el cual depositar la responsabilidad de iniciar la recuperación de la nación.