Amigos lectores:
I.
En algún punto de su magnífico ensayo, Irina R. Troconis se pregunta, qué hace de Crisálida -la instalación del artista venezolano Pepe López Reus– tan contundente. Dice Troconis: “La respuesta tiene que ver, por un lado, con lo que no muestra: el horror explícito que caracteriza las representaciones de la migración venezolana enfocadas en el cruce por las trochas en Colombia, la selva del Darién, o el desierto entre México y los Estados Unidos. En palabras de López: “mi Crisálida no es la emisión en vivo y directo de los migrantes venezolanos caminando por las carreteras hasta el Perú y mucho menos las imágenes aterradoras de los noticieros de un grupo de venezolanos cruzando la selva de Darién, ni los que están durmiendo en carpas en el Río Bravo-Río Grande, esperando que Joe Biden los deje pasar”. Crisálida no es una fotografía de guerra, lo que no significa que representaciones de ese estilo sobre la crisis migratoria no sean importantes. La instalación, sin embargo, insiste en mostrar algo mucho más sutil, algo que, de hecho, rara vez aparece en arte sobre diáspora y migración, ya sea en Venezuela o en otros lugares y momentos históricos. Crisálida captura, y en su condición de crisálida, preserva vivo y en movimiento, el doloroso momento cuando decides irte (no cuando ya te has ido), cuando decides que tienes como sea que abandonar tu casa, porque tu casa –y tu país–, en palabras de la poeta británica-somalí Warsan Shire, no permite que te quedes, porque te persigue, te ordena que corras, y te susurra en el oído que “dejes todo lo que no puedes dejar, aunque sea humano”.
No creo que sea necesario agregar ni una palabra más. Crisálida y el ensayo de Troconis hablan de asuntos que nos conciernen y conmocionan. Está en las páginas 1 y 2, de esta edición dedicada, casi toda, a las artes visuales.
II.
La página 3 trae dos textos dedicados a la artista venezolana residenciada en Houston, Carolina Otero. Uno, de Ruth Auerbach, que fue curadora de su reciente exposición en Caracas, Poéticas de lo sutil (“Cada una de las series de esta –su primera exposición individual en Venezuela desde hace más de una década–, deconstruye la imagen hacia un horizonte incierto para presentarnos una visión otra, más subjetiva, que nos trasciende”); otro, de Surpik Angeline, directora fundadora de la Fundación Transart para el Arte y la Antropología, Houston, que habla de L’inframince, exposición de permaneció abierta entre noviembre de 2022 y enero de 2023, en la sede de esa institución (“La exposición que presenta actualmente Carolina Otero bajo el título de L’inframince, hace referencia a un término acuñado por Marcel Duchamp para delinear matices efímeros del mundo, en ocasiones traducido literalmente: infra-delgado, infra-mince denota una delgadez escasamente perceptible, gracias a su inefable sutileza”).
III.
Edgar Cherubini Lecuna nos ofrece un ensayo sobre un tema de su constante interés: el chamanismo. Su recorrido pasa por los yanomami, los yeküana, autores como Phillipe Descola y Daisaku Ikeda, hasta desembocar en la exposición Chamanes, dialogues avec l’invisible, en el Museo de las Exploraciones del Mundo, Cannes. “Una de las cualidades chamánicas es la de percibir y comprender el lenguaje de la naturaleza. Entre los fascinantes objetos que componen dicha muestra, observé en un enmarcado de taxidermia, la colorida Uranie (Chrysidiria rhipheus), una de las más vistosas mariposas del mundo, formando parte de esa colección de objetos rituales, ya que para los chamanes malgaches de Madagascar, es considerada el “alma” de sus ancestros, quienes se presentan en la forma de este lepidóptero para transmitirles, con sus giros danzantes en el aire, mensajes desde otra dimensión, que ellos leen, interpretan y traducen a su pueblo”. Página 4.
IV.
En las siguientes tres páginas, 5, 6 y 7, concurren textos: uno muy extenso, de Víctor Guédez sobre Postura correcta, la exposición de Jorge Pizani que cierra esta fin de semana en Hacienda La Trinidad Parque Cultural (“Comencemos por esbozar como hipótesis que sus inquietudes estéticas se perfilan y consolidan durante su formación en el Instituto de Diseño Neumann, durante los inicios de la década de los setenta. Ahí, desde el punto de vista técnico, aceptó que la base dibujística es el fundamento que vertebra cualquier esfuerzo plástico”); otro, breve, de Katherine Chacón sobre Folds, la exposición de Sandra Szkolnik, abierta en el Centro Cultural Imago, Miami (“Szkolnik actualiza en su obra un profundo interés por construir una gramática del espacio, en la que lo volumétrico y lo plano, lo visible y lo invisible, lo expandido y lo plegado, lo que se multiplica y lo que se divide, conformarían los signos a ser descifrados”); y un tercero, también breve, de Jacqueline Goldberg sobre Chas-Chas, exposición de Luis Cubelo, actualmente abierta en la Sala Mendoza, ubicada en el campus de la Universidad Metropolitana (“Proyecto lúdico y alucinado que se lee y experimenta como novela gráfica o de misterio. Sus imágenes, pobladas por múltiples capas visuales y de significado, evocan una lógica onírica que induce la sonrisa y la reflexión y propone aguardar lo imposible”).
V.
Mónica Pupo, fotógrafa y periodista -hasta el cierre de la emisora RCR 750 AM, conducía Diafragma 5.6 Radio, probablemente el único programa radial especializado en fotografía que ha tenido la radiodifusión venezolana-, entrevistó a Carlos Eduardo López, director de la Fundación Fototeca de Barquisimeto, quien es el curador de la exposición (Gabinete del Dibujo y la Estampa de Valencia), dedicada a José Sigala (1940-1995), Premio Nacional de Fotografía 1990. Dice López: “En el proceso de investigación y revisión de la obra de Sigala, nos sorprendió una riqueza absolutamente desconocida. Aunque se han realizado tres publicaciones sobre él, muchas de sus obras seguían inéditas y de allí el nombre de la muestra, José Sigala: inédito y común. Lo inédito es su conexión con lo popular, con lo interiorano, con su búsqueda familiar constante. Y lo común son sus libros sobre la farándula y la sociedad caraqueña. Todo ello se combinó y nos llevó a escoger un grupo de imágenes, que, aunque eran de personajes ya conocidos, mostraban otro perfil. Para realizar esta selección, se hizo una revisión exhaustiva de este archivo, que contiene doscientos treinta mil negativos. Entre las obras que se exhiben aquí, hay muchas que fueron copiadas por el propio José Sigala y que nunca se habían mostrado”. Página 8.
VI.
Las páginas 9 y 10 traen un ensayo de la periodista Marla Rojas, sobre la cuestión del tiempo en el cine de Win Wenders (Alemania, 1945): “En las películas de Wenders que se refieren, vemos que el tiempo es eso, una unidad tangible, una medida exacta. El tiempo allí no es abstracto. Incluso, la eternidad de los ángeles que habita cada film, no lo es. Se puede hablar entonces de que el tiempo de los ángeles es atemporal, hasta que se convierten en humanos, y del tiempo que nos habla el diccionario: medido en segundos, con un pasado, un presente y un futuro de cada ser humano que aparece y se visibiliza por sus acciones y pensamientos”.
Finalmente, en la parte inferior de la página 10, Álvaro Pérez Capiello comenta Aquos eternus, exposición colectiva, que reúne obras que tienen en común el motivo del caballo –Alexis Fernández, Alirio Palacios, Eduardo Azuaje, Jorge Dáger, José Enrique González, Leonel González y Roger Sanguino-, en Sánchez Espacio Arte.
Mucho que leer, mucho que ver, mucho que pensar.
Nelson Rivera.