Hemos insistido en la responsabilidad que debe privar a la hora de generar contenido para redes sociales, en su mayoría inundadas por la chabacanería y el hedonismo que produce exhibir asuntos de la vida privada. En fin, cada quien muestra y opina de acuerdo a sus principios de vida y debe hacerse responsable de lo que produce para estas plataformas, potencialmente virales en estos tiempos en donde la gente se hace rica por desnudarse y hablar pendejadas.
Traigo a colación el tema por incidentes ocurridos en los últimos días, bastante delicados e inaceptables desde mi punto de vista. Como periodista, educador y antropólogo me he caracterizado por defender a los más vulnerables, incluyendo a las personas con diversidad funcional o personas con discapacidad, como también se denominan en algunos espacios. En este sentido, pretender hacer chistes con la excusa de “hacer reír a la gente”, usando como pretexto situaciones que involucran a estos colectivos debe ser condenado socialmente y penado de acuerdo con las leyes nacionales. Así que recoger la basura una vez esparcida en internet es bastante difícil. Todo tiene límites en esta vida, incluyendo la propia libertad de expresión.
El caso del que escribo involucra a un autoproclamado comediante al que llaman “Titi”. Este sujeto afirmó a carcajadas en redes sociales, que disfruta burlarse de personas con discapacidad. La descarga siguió cuando agregó que “no puede ver a un mocho o a un torcido” porque le producen risa. En el cuestionado video describió una experiencia con una mujer mayor a la que él y los dos hombres que le acompañan le dicen “chassi doblao” por tener una deformación en la columna. Las burlas se mantuvieron y no pararon de reírse. Obviamente, estos personajes hablaron desde su esencia y de lo que representan como ser humano. El mensaje se viralizó y por suerte fue cuestionado desde varios escenarios, lo que nos da un poco de esperanza sobre la propia humanidad.
Todas las personas independientemente de su condición física, sexual, étnica, religiosa y afiliación política merecen respeto. Las redes sociales no son tierra de nadie como han pretendido algunos usuarios, que las manipulan para ofender y enviar mensajes de odio hacia grupos particulares. Ya basta de solidaridades automáticas hacia generadores de contenido que en nada contribuyen a un tiempo de ocio sano. El verdadero comediante se aleja de estos cánones y nos hace disfrutar del humor usando la inteligencia. Reiteramos, las redes sociales, no son tierra de nadie. Los abusadores se atengan a las consecuencias.
En el contexto venezolano, el artículo 57 de la Constitución Nacional es bien claro al establecer que las personas pueden expresar libremente sus ideas u opiniones, pero deben hacerse responsable de lo que dicen. El texto advierte que no se permiten mensajes discriminatorios ni ofensivos. De alguna manera se dibujan límites sobre lo que podemos decir, independientemente de la plataforma que utilicemos. Se hace un llamado a la responsabilidad y de alguna manera, a un mundo más empático, solidario y diverso.
Culminamos este artículo retomando el valor que debemos darle a la educación formal e informal, en especial, a esa que se inculca desde casa. Hemos señalado en distintas ocasiones sobre los riesgos que corren los niños y jóvenes al pasar horas navegando desde tabletas y móviles sin supervisión. Horas consumiendo contenidos que en nada favorecen a su desarrollo cognitivo.
El llamado es a reforzar con urgencia los valores familiares. De lo contrario, en el futuro padeceremos a millones de los mal llamados influencers, esparciendo más cloacas digitales. A fin de cuentas, en este mundo viral, es la propia audiencia la que debe aprender a censurar y a desechar la basura. Pero este nivel de consciencia se alcanza con trabajo familiar. No olvidemos que somos el reflejo de lo que ocurre en el hogar.