Una nueva investigación del Stockholm Resilience Centre cuantifica por primera vez los nueve límites planetarios. Seis de ellos han sido superados, multiplicando los riesgos para nuestra especie y el resto de la biodiversidad del planeta.
Los seres humanos modernos somos los tataranietos de un cambio climático. Hace unos 300.000 años, un cambio repentino en las condiciones en las que vivían las diferentes especies humanas contribuyó a la extinción de todas menos una, el Homo sapiens. Desde entonces, durante más de un cuarto de millón de años, los seres humanos hemos tenido, más o menos, la misma forma biológica. Sin embargo, todos los cambios que llevaron a la civilización moderna se han producido en un lapso de tiempo mucho más breve de entre 10.000 y 12.000 años.
¿Qué nos hizo dar ese salto, si biológicamente hemos sido los mismos durante 300.000 años? ¿Tiene algo que ver que en los últimos 12.000 años hayamos disfrutado de un entorno relativamente cálido y estable en la Tierra? Esas fueron las preguntas que inicialmente se hicieron un grupo de 28 investigadores dirigido por Johan Rockström en el Stockholm Resilience Centre. Concluyeron que nuestra especie había prosperado en las condiciones actuales, pero que no sabíamos si podíamos seguir haciéndolo bajo unas condiciones que cambiasen de forma drástica.
Así que se hicieron otra pregunta: ¿qué procesos hay en marcha en el planeta que influyen en las condiciones del clima y para la vida? Y acabaron, en 2009, proponiendo la idea de los nueve límites planetarios. Existen nueve procesos que se relacionan entre sí y son importantes para mantener las condiciones ambientales actuales. Si los llevamos más allá de cierto límite, no habrá cambios drásticos de la noche a la mañana, pero sí se multiplicarán los riesgos para las personas y los ecosistemas. Ahora, tras casi 15 años de investigación, han conseguido cuantificar el estado de todos los límites y han concluido que hemos traspasado seis de ellos.
Los nueve límites planetarios
«Es la interacción entre la biodiversidad y el equilibrio energético del planeta, el clima, la que está detrás de las condiciones únicas de la Tierra. Así ha sido durante 3.500 millones de años», explica Katherine Richardson, investigadora de la Universidad de Copenhague y autora principal del artículo en el que por primera vez se cuantifican los nueve límites planetarios. «Por eso decimos que el clima y la biodiversidad son los límites que están en el núcleo, en el centro de todo. Los otros siete límites interaccionan con ellos. Por ejemplo, alteramos el equilibrio energético con la destrucción de la capa de ozono o alteramos el agua del subsuelo afectando a la vida». Según los autores de esta nueva investigación, «la Tierra se encuentra ahora fuera del espacio operativo seguro para la humanidad».
Stockholm Resilience Centre, basado en el análisis de Richardson et al 2023.
Así, los nueve límites planetarios identificados por el Stockholm Resilience Centre son: el cambio climático, la integridad de la biosfera, la presencia de entidades químicas artificiales en el entorno, la capa de ozono, los aerosoles atmosféricos (pequeñas partículas de diferentes materiales que flotan en la atmósfera e influyen en la formación de nubes o en la energía solar que refleja nuestro planeta), la acidificación de los océanos, los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo, y los cambios en el agua dulce.
El límite del ozono se cruzó en la década de 1990, pero ahora volvemos a estar en un lugar seguro gracias a la prohibición de la mayoría de sustancias que dañaban esta capa protectora de la atmósfera. «Esa es la única buena noticia del estudio», señala Richardson. «Tenemos otros dos límites, la acidificación de los océanos y los aerosoles en la atmósfera, que tampoco hemos cruzado, pero todo apunta a que lo vamos a hacer. El primero está relacionado con el aumento de la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, por lo que claramente vamos en la dirección equivocada. Con los aerosoles, las tendencias están menos claras, pero queremos llamar la atención sobre su influencia en el clima y en el equilibrio energético de la Tierra».
A lo largo de los últimos 14 años, los investigadores han comprobado que el cambio climático y el exceso de energía acumulado en el planeta, la pérdida de diversidad y funcionalidad de la vida, la deforestación y el resto de cambios de usos del suelo y la alteración de los ciclos del nitrógeno y el fósforo por la producción de fertilizantes han avanzado mucho más allá de su límite de seguridad. El último estudio concluye también que el límite de las entidades químicas artificiales (la introducción y acumulación de todos los compuestos novedosos creados por los humanos, de microplásticos a pesticidas) y los límites del agua dulce han sido trasgredidos.
«Cuando superamos uno solo de estos límites incrementamos el riesgo de sufrir efectos importantes. Pero los límites planetarios no son un punto de inflexión que desencadene consecuencias inmediatas. Debemos entenderlos como entendemos la presión arterial en nuestro cuerpo: si es superior a 120/80 no significa que vayamos a sufrir un infarto, pero sí tenemos más riesgo», explica la investigadora de la Universidad de Copenhague. «Estamos cambiando las condiciones de la Tierra de forma que el planeta podría dejar de ser un lugar hospitalario para la humanidad y las civilizaciones tal como las conocemos hoy».
Somos parte de un sistema casi perfecto (Y lo estamos estropeando)
En las últimas dos décadas, el cambio climático ha pasado de ser un tema casi exclusivo de círculos científicos a ocupar un lugar cada vez más importante entre las preocupaciones de la sociedad y en la agenda política. Sus efectos son más evidentes que nunca antes en forma de eventos meteorológicos extremos, pérdida directa de vidas humanas, empeoramiento de nuestras condiciones de vida, caída en la productividad de las cosechas o impactos económicos directos. De forma más reciente, la pérdida de biodiversidad también ha empezado a ganar peso en las agendas mediáticas, aunque a menudo es presentada como otro problema ambiental separado.
Sin embargo, una de las conclusiones más destacadas del estudio publicado por el centro de la Universidad de Estocolmo es que todo está conectado; la Tierra es un sistema al que dan forma las interacciones entre los elementos químicos, la energía, la vida y, dentro de ella, nosotros. Así, es también necesario prestar atención a las interacciones entre los límites planetarios para entender cómo se influyen y retroalimentan entre sí.
«La naturaleza ha evolucionado de la mano del clima y el planeta durante más de 3.000 millones de años. El resultado es un sistema complejo pero perfectamente afinado. Un sistema eficiente en el que no hay desperdicios. Y de repente entramos nosotros en escena», señala Katherine Richardson. «Somos parte de la naturaleza, somos un organismo, pero somos el único que tiene la capacidad de usar energía externa. Los demás tienen que conformarse con la energía que produce su propio cuerpo. Y es esta capacidad la que nos ha llevado a donde estamos».
Para la investigadora, todo se reduce a qué extraemos del planeta y cómo lo hacemos, y a qué devolvemos a nuestro entorno. «Si nos fijamos en los nueve límites planetarios, hay tres –el agua, los suelos y la biodiversidad–, que hacen referencia a lo que estamos sacando del planeta. Los otros seis tienen que ver con los desperdicios. Los gases de efecto invernadero, el nitrógeno y el fósforo reactivos, los químicos sintéticos… Son todos residuos”, concluye. «La naturaleza extrae cosas y las usa, pero no genera desperdicios, sino que reintegra lo que no utiliza en el sistema. Y nosotros deberíamos aprender a hacer lo mismo».