Si existe algo que pueda compararse con la tiranía venezolana es el Centro Penitenciario de Tocorón en el estado Aragua. Dentro de sus instalaciones existe un sórdido mundillo en donde las peores manifestaciones humanas tienen vida allí. La hediondez de la podredumbre caracteriza cada espacio del recinto. Las mafias han construido un paraíso en donde el hamponato se mueve a sus anchas. Una cárcel con una serie de comodidades y confort propios del espíritu corrompido del gobierno. Un reclusorio con una discoteca que no tiene nada que envidiarle a algunas de Valencia y Caracas.
Muchas de sus rumbas están colgadas en la plataforma de YouTube. Áreas de piscina con parrilleros y zonas de buen esparcimiento. Un parque infantil y hasta un zoológico. Pista de motocross con algunas máquinas de gran calado. Internet de alta tecnología. Televisión satelital con todas las programadoras acreditadas en el país. Un centro hípico para las apuestas. Un restaurante llamado: «La sazón del hampa». Una especie de banco para las transacciones de los negocios ilícitos.
Una dotación en armamentos que seguramente es la envidia de muchas medianas guarniciones. Un arsenal de última generación. No son chuzos hechos de latones. Un equipaje para delincuentes con la anuencia oficial. Un gran mercado de chicas prepagos en donde se han contado figuras de la televisión. Presentaciones de artistas como si habláramos de una sala de espectáculos.
Un largo túnel de veintidós kilómetros bien construido e iluminado que conduce hasta el lago de Valencia en donde esperaban unas lanchas para paseos nocturnos con finos licores y buena compañía.
Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias “Niño Guerrero” es quien ha mantenido el control de la cárcel. Sus negocios son cuantiosos y sus ganancias bastante sustanciosas. Siempre contando con sus aliados revolucionarios de lo que se ha confesado seguidor.
El crecimiento de esta elite delictiva siempre fue de la mano con los negocios turbios de la dictadura. Son hijos del mismo útero. Curiosamente en este reclusorio existen pocos espacios para que los presos estudien. Al igual que la dictadura, la formación educativa les causa picazón. Su auspicio siempre será el apoyo de las causas torcidas.
La cárcel de Tocorón es una fotografía perfecta de lo que son las entrañas del régimen. Todo funciona como una casta mafiosa que mueve las agujas de esa realidad. Los delincuentes se protegen entre sí. A veces preparan circos propagandísticos buscando una cortina de humo para evadir responsabilidades. Fue lo que hicieron con la toma del penal. Ya los cabecillas habían huido advertidos seguramente por aquellos que acometerían la acción.
Es lo mismo que hizo el gobierno cuando montó hace tres meses el show contra la corrupción. ¿Dónde tendrán oculto al delincuente de Tareck El Aissami? Tan parecido al «Niño Guerrero» como personajes de este espectáculo.
Desdichadamente en Venezuela estamos viviendo esta desgracia. El reflejo del reclusorio es la revolución mirándose al espejo. La experiencia gubernamental es lo que indica Tocorón: la dictadura en pleno ejercicio de sus atribuciones en el penitenciario aragüeño.
Periodista, locutor, presentador, poeta y escritor – alexandercambero@hotmail.com – @alecambero