Enrique Meléndez: Un paraíso llamado Tocorón

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Uno pudiera decir que la génesis de la democracia venezolana se inicia con un encarcelamiento; allá en febrero de 1928, y a raíz de un pronunciamiento, que lleva a cabo en tal fecha el estudiantado de la Universidad Central de Venezuela, a la cabeza de Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, en contra la hegemonía de Juan Vicente Gómez; un pronunciamiento que les cuesta la cárcel a ambos dirigentes, además, del poeta Pío Tamayo, que va a morir a larga en las mazmorras de dicho tirano; lo que va a generar el hecho, de que todo el estudiantado en masa restante se entregue en la cárcel en solidaridad con sus compañeros, y la respuesta del tirano es que se los lleven a todos a trabajar en las carreteras; como hacía su régimen con los presos comunes, en un momento en que Gómez se ocupa de construir lo que va a ser la red vial del país; aquello alarma a la población venezolana; todo el mundo preocupado por aquellos muchachos… ¿Presos comunes construyendo carreteras? He allí una idea de un ministro de la tiranía, y la que se pone en práctica desde el año 1921. Algo parecido a lo que maneja un abogado penalista, como Alejandro Matos, quien habla de que la cárcel se debe convertir en cuna del delincuente, en el sentido de que, en lugar de degradarlo hasta la más abyecta condición humana, lo debe regenerar ofreciéndole un oficio: convertir el recinto penitenciario en talleres mecánicos, donde se recupere todo el parque automotor del Estado; que está vuelto chatarra; así como otros oficios, de modo que el delincuente salga de allí capacitado para trabajar en determinado oficio, con unos ahorros que se le han deparado por concepto de su trabajo en el taller, y no como ahora, que tú los ves asaltando al primer transeúnte, que consiguen, o pidiendo plata en el Metro de Caracas o en el transporte automotor, para poder llegar a sus casas. Claro esos son presos desamparados, en el sentido de que no pertenecen a una de esas transnacionales del crimen; como el famoso Tren de Aragua; que tenía su centro de operaciones en la cárcel de Tocorón de dicha región, y cuyo allanamiento por parte de las fuerzas armadas ha venido a tener repercusión en el mundo entero; sobre todo, más que una cárcel, aquello era el paraíso, como aquel que se mandó a construir en Colombia Pablo Escobar Gaviria, una vez que decide entregarse al gobierno colombiano por las buenas. ¡Esto es Jauja! Canchas deportivas, piscinas, pistas de baile y, a ese respecto, conciertos con artistas famosos todos los fines de semana, y en donde no es raro que se sientan en la atmósfera los efluvios de la marihuana o que suene una nariz como una aspiradora en la uña del dedo grande de la mano de alguien; aparte de vivir los presos con sus respectivas parejas, y almacenar un armamento, que supera con creces los de nuestras centrales policiales. ¿Cómo llegó ese arsenal que se muestra por televisión allí, y donde había hasta granadas? Hasta ahora hay dos detenidos, que vendrían a ser los chivos expiatorios de toda esta trama, y que serían el director y el subdirector del penal.

El hecho es que el tipo de delincuencia organizada, que tuvo su centro de operaciones en la cárcel de Tocorón, como lo revelaron los noticieros televisivos a nivel mundial, se ha convertido en un producto de exportación. He allí un legado de Hugo Chávez: una transnacional del crimen; cuya operadora, por excelencia, es la diputada Iris Varela, y que no tuvo pudor alguno, para fotografiarse con el pran de una de las cárceles, siendo ministra para las Prisiones, abrazada con él en la punta de una cama en el salón de visita conyugal de dicha cárcel. Ella pensaba que por esta vía el preso se regeneraba, es decir, con caña, rumba y droga. Incluso, la trama de esta famosa banda ha dado hasta para escribir un libro, como lo hizo una periodista, que conoce bien los personajes, y en donde detalla el tipo de delincuencia organizada, que ha desarrollado esta gente, con ramificaciones, no sólo en el interior del país, sino también en el extranjero, y que tiene su origen en el servicio de trenes, que va a los Valles del Tuy, donde se fueron reagrupando una cuerda de chamitos, que se dedicaban a atracar a los pasajeros del servicio, y que se conseguían en la famosa cárcel de Tocorón, tan pronto caían en manos de la policía, que los capturaba por denuncia y seguimiento, de allí el nombre Tren de Aragua. Hasta el momento es mucha el agua, que ha corrido por debajo del puente, a partir del mencionado libro: entrevistas, reportajes. Pero, además, porque detrás de la operación del allanamiento al recinto penitenciario, la opinión pública está escéptica, con respecto a los alegatos del gobierno, por el hecho de haber actuado demasiado tarde en intervenir un antro de perversión; empezando, porque ese mundo paradisiaco lo pagaba el delito: tráfico de drogas, secuestros, estafas telefónicas… De pronto te escribe un amigo muy conocido; pidiéndote dinero, a cambio de devolvértelo al día siguiente vía zelle; está en un apuro. Resulta que a ese señor le han hakeado el whatsapp, y están estafando a su nombre; lo que resulta demasiado peligroso.

Dice Tarek William Saab que la operación del allanamiento a Tocorón fue una acción, que se llevó a cabo entre todos los despachos del gabinete de seguridad, en conjunto con las fuerzas armadas; cuando eso estaba en sus narices. Se trataba de una cárcel de puertas abiertas, y donde el vecindario iba a hacer mercado. He allí el problema de ser gobernados por idiotas; que creen que los demás somos idiotas, para creer semejante ficción. No cuadra allí la circunstancia, de que El Niño Guerrero haya huido días antes de la operación, junto a cien de sus “satélites”, para hablar en lenguaje carcelario.

 

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