La competencia cuando es posible y la regulación cuando es necesaria, por Benjamín Tripier

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La gran discusión de fondo en América Latina no es entre izquierda y derecha, sino entre Estado y mercado. No porque el estado sea malo per sé, sino porque en nuestra región ha ido ocupando espacios en la sociedad, de excesiva participación, con el sobre costo asociado, y con, finalmente quedó claro, unos resultados terribles que han llevado a varios de nuestros países al descalabro económico, como es el caso actual de Venezuela. No hay ni una sola empresa del Estado que pueda contradecir los conceptos de este párrafo.

Porque, tradicionalmente, el Estado se convirtió en empresario a principios del siglo XX, cuando las necesidades de capital para el desarrollo del país no podían ser cubiertas por el sector privado, nacional o extranjero, por sí solo, pues en sus etapas iniciales no había seguridad sobre la rentabilidad de los proyectos; aunque sí había una necesidad de intentarlo. La baja rentabilidad de la actividad dejó desatendidas áreas sociales y geográficas, y la característica monopólica de la actividad generaba vulnerabilidad.

Así, el Estado asumió las rutas del transporte aéreo y creó industrias básicas; asumió los servicios telefónicos y todos los demás servicios públicos; y creó empresas para todo aquello que creyó necesario para impulsar al país en una época dada. En la cual casi todos los países europeos y en desarrollo (como nos llamaban) estaban en una misma línea y por consiguiente no se generaban distorsiones: el consumidor, el cliente como tal, aún no había nacido.

A diferencia de los países que comprendieron el cambio de los tiempos y comenzaron a traspasar ciertas empresas y actividades al sector privado, en nuestra región consideraron esas empresas como herramientas de dominación política y vehículos de subsidios, dando inicio a una distorsión de fondo que, 100 años después, en nuestra Venezuela, no cambió, y terminamos pagando, carísimo, el precio de no haber pensado en el futuro, y haber tratado de anclarse en una sucesión de presentes, que fueron precarizándose cada vez más.

Porque el Estado, en vez de regular específicamente la actividad para orientarla, utilizó su gran poder de influencia en los mercados para impulsar, a través de sus empresas, decisiones de precio, de calidad, de contratación de gente, de compre solo nacional, y en general políticas que confundieron tres ámbitos que deberían haber estado separados:

*El de gobierno,

*El político y

*El empresario.

Pero los tiempos cambiaron, los mercados se hicieron más complejos y la actividad empresarial privada se sofisticó, a tal punto que los estados tuvieron que optar entre participar, corriendo desde atrás, en los mercados comerciales, o focalizarse en:

*Definir políticas y estrategias,

*Desarrollar la infraestructura física y

*Ejercer el control y regular.

Lo que debió haber sido para todos por igual, para las empresas públicas y para las privadas, no se dio cuenta que, dejar libre a unas y controladas a otras, impediría maximizar el uso de los recursos y posicionar al país en una situación privilegiada.

Por eso la frase del título de Competencia cuando es posible, regulación cuando es necesaria, que podría funcionar como una bisagra entre los dos mundos, el del empresario privado y el del Estado como empresario, porque el aprendizaje es que los dos conceptos, Estado, y empresario, juntos en la misma frase, son una contradicción; porque el deber del Estado de controlar se estrella contra la experiencia de que, controlarse a sí mismo, es no controlar, y no funciona, ni conceptualmente, ni en la práctica. Pues de allí nacen las empresas del estado quebradas y eternas sobrevivientes, y los más escandalosos actos de corrupción.

Por lo que el concepto de Estado empresario no admite puntos medios: o el Estado es empresario o no lo es. Y la experiencia ya, indiscutiblemente, ha demostrado que, en nuestro país el Estado no debe ser empresario… a nosotros no nos funciona porque crea distorsiones que se reflejan en precios bajos y calidad baja… y lo más importante, costos creciendo asintóticamente, porque saben que las leyes de quiebra no les aplican, porque el presupuesto del estado saldrá al rescate… porque son incapaces de sostenerse por sí mismas.

Y el grado de destrucción de ese parque empresario en manos del Estado, que en sus principios pudo haber sido una gran idea, es la prueba más evidente, que se reconfirmará cuando, dentro de no mucho tiempo, con o sin ideología, haya que salir a vender esas empresas, por las que no nos darán ni el valor en libros.

Porque en su momento, cuando pudimos hacerlo, en los ’90, debimos habernos montado en la ola mundial de pasar al sector privado esas empresas, y como ya no lo hicimos, se quedaron rezagadas en el tiempo, tanto en materia tecnológica, como, como modelo de negocio. Pero aún no es tarde… lo que pasó (o no pasó), ya pasó… y ahora hay que mirar hacia adelante y comenzar a desmontar los instrumentos legales y regulatorios que reafirman el dominio del estado sobre los bienes y recursos de producción y servicio.

Desatándose en consecuencia un proceso de desestatización que conduzca a la transferencia a manos privadas de las actividades empresarias, comerciales, de producción y de servicios que estén siendo desarrolladas por el Estado. Todo esto en el marco de una política clara y definitiva.

No hay que olvidar que un Estado, por definición, no persigue fines de lucro; mientras que una empresa sí lo hace… es más… debe hacerlo, porque está en su esencia y en su deber ser. Porque los gobiernos, como dueños de esas empresas, se han caracterizado por una orientación a la eficiencia, con poco éxito en la efectividad; mientras que las empresas, sin dejar de lado la eficiencia, deben consolidar la efectividad, pues si ellas no lo hacen, su competidor lo hará.

Los razonamientos van orientados a evitar que las empresas en manos del Estado se conviertan en instrumentos de política y en vehículos de subsidios. Las políticas deben ser parejas para todos, y los subsidios deben declararse abiertamente como tales, como transferencias directas, y no como empleos ficticios o reducciones de precio en bienes o servicios.

Sin desconocer que existen áreas de servicio en las cuales el Estado debe dar un subsidio por precio, pero debe dárselo, espero que hayamos aprendido, al consumidor final, y no a las empresas.

El proceso de toma de decisiones empresarias se mueve en un plano totalmente distinto al de la toma de decisiones de gobierno. Si un gobierno quiere que las empresas (públicas y privadas) tomen decisiones alineadas con su política de Estado, debe crear las condiciones económicas para que así sea.

Político

Esta semana se caracterizó por la oferta del CNE a la CNP para apoyarlos en la realización de las primarias, en forma “constitucional y legal”, dejando automáticamente por fuera a Capriles y a María Corina, quienes por su inhabilitación no cumplirían con lo de “legal”, aunque si cumplirían con lo de “constitucional”, porque según la Constitución, ambos estarían en condiciones de participar, tanto en las primarias, como en la presidencial.

Especialmente María Corina Machado, que es quien va liderando, por lejos, las encuestas, y que, si se las acepta pasivamente, entonces se desmoronaría totalmente el armado incipiente de unidad opositora.

Porque hay que estar claros, la unidad no es una abstracción exógena al proceso político, sino que, por el contrario, está intrínsecamente encastrado en lo que ocurre. El tema es que, si se incorpora a miembros afectos al chavismo como fuerza beligerante en la estrategia opositora, entonces no habrá nada aceptable como para satisfacer las condiciones.

Porque en realidad se trata de unidad de la dirigencia; porque las bases están más unidas que nunca, y, en más de un 80% están alineadas, en unidad, detrás de María Corina. Todo el tema reside en si se aceptarán como actores opositores deliberantes, a personajes que durante los últimos años se han autodenominado opositores, aunque su accionar declarativo y, de hecho, haya siempre contribuido a sostener al chavismo en el poder.

A esos, cuyos nombres todos conocen, la gente no los quiere, razón por la cual, en todas las lecturas y mediciones no llegan a 1%, y el par que se distingue, no pasa de 6% de aceptación.

Social

La pobreza en Venezuela es un problema complejo y multifacético, y las cifras pueden variar dependiendo de la fuente y el método de medición utilizado. Según diferentes estudios realizados en los últimos años, la pobreza en Venezuela ha ido en aumento y ha alcanzado niveles alarmantes.

Según el estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la pobreza extrema en Venezuela afecta a tres de cada cuatro venezolanos. En 2021, 94,5% de los habitantes del país se encontraba en algún nivel de pobreza, y 76,6% de la población vivía en pobreza extrema.

Y si bien para 2022 había descendido de 94,5% a 85%, se puede anticipar que para este 2023, puede haber regresado a esos números altos, o aún que se haya incrementado. Básicamente porque posiblemente haya que incorporar en pobreza de ingresos a los jubilados y pensionados, y a todos aquellos empleados públicos que devengan salario mínimo, que en la actualidad está por debajo de los 4 dólares por mes. Hoy, en Venezuela, tener un trabajo o una pensión no garantiza estar fuera de la pobreza… sino, por el contrario, cualquiera de los mencionados, con nóminas dependiendo del gobierno, puede considerarse también como pobres.

La pobreza en Venezuela también se ha visto exacerbada por la desigualdad de ingresos. Según el mismo estudio de la UCAB, la desigualdad de ingresos continúa y la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de casi 70 veces.

Además, la pobreza en Venezuela también se manifiesta en la inseguridad alimentaria; pues según la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2021, 24,5% de la población en Venezuela estaba en situación de inseguridad alimentaria severa.

El tema de la emigración no se ha detenido, y en el lapso de un año hemos pasado de 7,1 millones de personas a 7,8 millones, en su mayoría en capacidad de producir, y con hijos que aseguran la estabilidad de la familia y beneficia al país receptor, con un impacto positivo en el PIB de esos países.

Lo cual significa que la inversión que se hizo aquí, para formar el alto porcentaje de bachilleres, técnicos, universitarios y post grados, fue transferido en forma gratuita a esos países. Casi toda la emigración fue por temas económicos, sin dejar de lado aquellos que fueron por persecución política o por problemas de inseguridad. El común denominador fue la falta de futuro… Más del 60% de los que migraron tienen una situación inmigratoria estable en sus países de destino.

En resumen, la pobreza en Venezuela en 2023 es un problema complejo, multifacético y en aumento. Aunque las cifras exactas pueden variar dependiendo de la fuente y el método de medición utilizado, es claro que la pobreza y la desigualdad en Venezuela son problemas graves que requieren una atención y soluciones adecuadas.

Hoy no se ven soluciones de estado a esos problemas y, seguramente, deberemos apelar a la buena voluntad ciudadana, con aportes directos a personas cercanas en situación de pobreza –especialmente si hay niños– y de las empresas vía la Responsabilidad e Inclusión Social Empresarial.

Aunque el Estado podría optimizar la manera de aplicar los subsidios, con la propuesta del CLAP virtual, como complemento de los bonos –extremadamente bajos- que se asignan vía el Sistema Patria.

Económico

El estado de nuestra economía podría ser peor, pero no lo es, por cuatro elementos que la mantienen en un precario equilibrio inestable, a saber: 1) las intervenciones semanales del BCV en el mercado cambiario que mantienen atrasado el valor del dólar, 2) el nivel del encaje bancario de 73% (que en el pasado llegó a estar en 95%), y 3) el brutal atraso del salario mínimo que no se modificó en los últimos 18 meses, y que asciende a menos de 4 dólares por mes… con una cesta básica de alimentos de 491 dólares por mes.

El 4) es la cuasi dolarización de facto de la economía donde 100% de los precios se fijan en dólares o tomando como referencia al dólar; 100% de los ahorros en moneda, se hacen en dólares, y, en el orden de 50% a 60% de las transacciones se hacen también en dólares o medios de pago referenciados a dólares; solo 40% de las transacciones, se hacen en bolívares, principalmente porque nuestra economía tiene al bolívar como moneda oficial, y se usa para pagar inmediatamente después de recibirlos, o para comprar dólares.

La brecha entre salarios y cesta alimentaria se ve, a su vez, alimentada por una inflación que, para el mes de agosto de 2023 alcanzó un valor mensual de 7,2%, la acumulada en el año fue de 115%, y la interanual fue de 439%.

Todo lo anterior apoyado sobre una actividad económica estancada y con atrasos sucesivos, los que, para el primer semestre significaron una recesión de 7%, y que no se ven medidas de reactivación. Pensando que los dos escenarios posibles para diciembre son, 1) si se recupera en algo la actividad en el último trimestre, o 2) si la inercia se impone y seguimos como vamos. En el primer caso habría crecimiento muy bajo o cero, y en el segundo la caída pudiera ser similar al número del primer semestre.

Porque cualquier impulso a la demanda y al consumo, primero atacaría los inventarios acumulados durante este año, y el excedente podría impactar en mayor inflación, o en consumo de producción nueva. La cual, de por sí, es muy limitada, por aquello de la desconfianza para invertir.

Básicamente porque el sector eléctrico, que es la energía que en nuestro país mueve toda la actividad económica, también está en condiciones precarias, y bajo permanente gerencia en crisis. Por lo que será difícil un crecimiento más allá de la disponibilidad de electricidad, la cual, como se perfila últimamente con una discontinuidad cada vez más frecuente del servicio, difícilmente sirva como plataforma para cualquier crecimiento posible.

Si no aumenta la oferta de electricidad, no podrá crecer la economía.

Internacional

Las elecciones presidenciales en Argentina que se llevarán a cabo el próximo 22 de octubre, debieran ser un llamado de atención para nuestra sociedad venezolana, pues muestran una importante migración de votos desde el kirchnerismo (equivalente al chavismo local) hacia opciones liberales y de mercado.

El kirchnerismo perdió 6,4 millones de votos con respecto a las últimas elecciones presidenciales (sobre un padrón electoral de 31 millones votos en las últimas PASO) y su eterno rival, Juntos por el Cambio (Macri), también perdió 4,1 millones de votos. Ambos partidos considerados tradicionales (la “casta” según Milei), cuyos votos se transfirieron a Javier Milei, un fenómeno electoral ajeno a la política, creador de un partido nuevo, la Libertad Avanza, que sacó 7,1 millones de votos, poniéndose a la cabeza de la elección.

Ese movimiento no fue anticipado ni por analistas, ni por encuestadores, que estaban viendo lo que querían ver, y no “leyeron” la realidad socio política subyacente, que pedía a gritos un cambio radical… ni mejoras ni pañitos tibios… se cansaron de tanto abuso del estado y de la clase política, y se decidieron por algo nuevo… se decidieron por la esperanza.

Nuestras sociedades, la argentina y la venezolana, no son tan diferentes, excepto tal vez en el tamaño de sus economías y los porcentajes de pobreza. Pero en los últimos 20 años, allá y aquí dominaron izquierdas estatizantes que creyeron que la gente quería que el gobierno pensara por ellos. Y la gente podrá parecer que es tonta, pero no lo es… y aquí, al igual que allá, ya hay un movimiento de fondo, especialmente en el chavismo, que ya no quiere más de lo mismo. Quiere un cambio.

Hasta las elecciones no se podrá saber si Milei repetirá al frente de los votos, ni siquiera si podría ganar ese día (primera vuelta) o si tendrá que ir a una segunda vuelta con alguno de los otros dos. Lo importante del benchmark, es la lectura de una sociedad que da pasos importantes, y, aunque el gobierno se imponga, momentáneamente, de una u otra manera, tanto ellos, como las bases saben que en realidad no es lo que la sociedad venezolana quiere, que es un cambio radical.

Claro que la plataforma de Milei (y también la de Macri) buscan privatizar, reducir el Estado, bajar los impuestos y moverse más en un esquema de mercado, donde los subsidios, en vez de verse como un derecho adquirido para seguir siendo pobres toda la vida, son una asignación transitoria, mientras la gente consigue un trabajo.

Y para eso, la economía tiene que crecer, lo cual no cabe duda que ocurrirá, porque la libertad de mercado es la única vía de crear empresas, con los empleos genuinos correspondientes, que son los únicos capaces de sacar a la gente de la pobreza.

Curiosamente, lo que proponen Milei y Macri (Bullrich es la candidata de su partido) se parece mucho a lo que el chavismo aplicó aquí entre 2019 y 2022, momentos donde se llegó a fantasear que “Venezuela ya se arregló” … cosa que tal vez se hubiera convertido en la profecía auto cumplida, si hubieran formalizado al dólar como moneda legal, hubieran privatizado empresas, y hubieran desregulado el mercado de trabajo. Pero se quedaron a mitad de camino, y ahí estamos retrocediendo nuevamente. Triste… muy triste, pero cierto.

Recomendación

*Al gobierno: que revise las posibilidades de formalizar al dólar como moneda legal, permitiendo que compense en la banca y se use formalmente en el mercado de valores. Y que comience a avanzar sobre su medición en la economía, porque toda la franja transaccional que hoy opera en dólares, se convierte en un punto ciego para la política monetaria.

*A la dirigencia opositora: que deberían ya tener un plan B difundido entre las bases, independientemente de si se hacen o no las primarias, según el cual haya acuerdo público en buscar un mecanismo con encuestas y acuerdos, para confirmar a María Corina como líder de la oposición. De forma tal de reemplazar las figuras “opositoras” desgastadas y sin credibilidad, y sostener lo más valioso de todo, que es el haber rescatado la voluntad de las bases de participar nuevamente en política. El secreto es mantener abierta una línea de comunicación permanente con las bases, compartiendo la situación, lo bueno, lo malo y lo feo.

*A la dirigencia empresarial: que continúe con el énfasis en los mercados de exportación y que trabaje con el criterio de evitar el concepto de saldos exportables (a ningún mercado le gusta que le vendas lo que te sobra), sino preparar producciones específicas para exportar. Ya hay empresas que lo están haciendo exitosamente y habría que tomarlas como casos de estudio para generar conocimiento que apoye al país. Es un buen momento para que esos conceptos sean tomados por las universidades como vehículos de consolidación y difusión de conocimiento práctico y concreto.

Benjamin Tripier

Benjamín Tripier

E-mail: btripier@ntn-consultores.com – Instagram: @benjamintripier – Twitter: @btripier

 

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