Alejandra Jiménez Pomárico: Los traídos por los céfiros

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Una sobredosis de realidad absoluta, con algunos aditivos de relatividad subjetiva, cual pastilla, han inspirado mi mente y corazón a mediar en ciertos comportamientos. Basándome en una frase particular que ha dejado impronta en mi corazón, la cual quiero compartir hoy, dice: “los nacidos del espíritu son como los vientos, nadie sabe de dónde vienen ni adonde van”. La interesante analogía con los vientos me recuerda que pese a que no los puedes observar, percibes su efecto en otros elementos de la naturaleza, como las hojas de los árboles, el agua o la tierra. Es posible escuchar su silbido con toda claridad, pero suele confundir en cuanto a las distancias, sea porque te agrade o no, su frescura envolvente puedes degustar con la piel. A veces quema, cuando los invades a grandes altitudes por sus bajas temperaturas, o golpean si te desplazas a gran velocidad. Suelen ser mortales si los encuentras huracanados o contaminantes si arrastran toxicidad.

Los vientos envolventes y discretos, pero qué sería sin ellos, no se limpiarían los ambientes, el calor o la humedad se concentraría, las semillas y hojas no probarían el aprender a viajar y dar fruto o enriquecer terrenos, la damas con faldas no revelarían sus lunares secretos, los niños no soñarían con aviones de papel, las escobas mantendrían sus cerdas sin desgastes; y difícilmente se experimentaría el cerrar los ojos, para refrescarse en un día común, con el  céfiro que corre. Entonces, me pregunto: ¿será que los nacidos del espíritu comparten algunas bondades de los vientos?

Se constituyen hombres y mujeres despiertos, en constante movimiento, esparcen semillas y hojas de elegantes y frondosos árboles al andar, hablan para refrescar ante calores abrasadores, si se contaminan si viajan con toxicidad, elevan los sueños inocentes de niños que quieren volar, o levantan las faldas discretas de quienes prefieren no revelar. Son audaces destructores, huracanes en su enojar, y cantan con silbes anunciando su vigilar. Acaso los que han sido avivados en su espíritu no notan tales efectos en su andar, o les es velado para mantener su propia paz.

¡Oh, nacidos del espíritu! ¿Dónde están? ¿Adónde van? Acaso no les es lícito parar, será que sus naturalezas indetenibles son veladas ante sus propios ojos, para cuidar que sus bocas no profieran el mal, y pierdan altitud hasta confundirse con el polvo y pesar. Hay quienes han sido como vientos, caminado con certezas por encima de la topografía natural, modifican superficiales fricciones, y destruyen ligeras edificaciones. Pasan una sola vez, y si por albur regresan, nunca vuelven igual.

El eterno sueño humano de volar, tiene cumplimiento en el despertar espiritual, donde la mente y el corazón aprenden a sobrevolar las circunstancias, condiciones y razones temporales, para andar con soltura y presteza, evadir elevaciones obstructivas y depresiones fatigantes; sustituyéndolas por movimientos sinusoidales reverentes y remembranzas de dependencia total, con efímera vitalidad.

@alelinssey20

 

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