Carlos Ñáñez: Venezuela un país fantasma, compilaciones desde la caverna

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El sistema de propiedad privada es la más importante garantía de libertad no solo para quienes poseen propiedad sino también para quienes no la poseen
Friedrich Hayek.

Los países no quiebran. Es, sin embargo, una idea que se debe revisar, pero en el estricto sentido no hay una quiebra de los países. El costo por las malas políticas públicas o la inexistencia de ellas subyace en el repudio electoral, pero las tiranías evitan que esto ocurra apelando al daño antropológico y desde luego al “miedo y la anestesia del espíritu”.

Venezuela es un país que ha ido desapareciendo desde 1998 hasta 2023, primero en sus formas y calidad institucional y luego apuntando los ataques hacia el sistema educativo, asignando presupuestos absurdamente bajos y destruyendo el salario del personal docente, eso supone un costo menor que movilizar tanques y tropas para tomar la escuela. Es el resultado de un subterfugio avieso y perverso” . Una vez destruida la escuela, se impone el daño en la lengua y en la gnosis deviniendo pobreza absoluta del espíritu.

No existe ningún aspecto positivo en esta desgracia colectiva que ha convertido a todo el país en un ghetto dominado, como aquel de Varsovia, o en un campo de concentración como Auschwitz. El chavismo y sus anacronismos inaplicables se han aplicado dictados desde la Habana, Cuba, como si se tratase de aquel grabado macabro de Goya, intitulado contra el bien general, en donde aparece un demonio con el índice erecto, escribiendo calumnias, maldades y perversiones.

El chavismo es culpable de la eclosión de una horrida antigualla como la hiperinflación y nos ha escindido de las realidades latinoamericanas para convertirnos en un émulo de república africana. Cada vez Caracas y Harare son más parecidas, el éxodo de compatriotas es bíblico, un éxodo que no es acompañado por la mano de Dios, por el contrario estos desesperados compatriotas no tienen otra opción que huir por el mar, hasta Trinidad o cruzar a pie el tapón del Darién, ese infierno horrido que es insaciable en vidas.

Esta hegemonía es culpable de los cadáveres insepultos de personas agonizantes que se despiden a través de videos que circulan por las líquidas redes sociales, haciendo líquida la tragedia y el horror, una oda a la obra de Zigmunt Bauman.

En nuestras escuelas funcionales de la era republicana se nos enseñaba que Venezuela era una potencia petrolera. Vivimos tiempos en los cuales las empresas de suministro de gas llevaban los cilindros a nuestras casas, sin necesidad de operativos improvisados en manos de jefes de cuadras, calles o esquinas.

El poder omnímodo transferido a personas sin ninguna escala de formación ciudadana, un régimen que desplaza el poder hacia sus víctimas, los hombres enfermos, el homo saucius de la revolución. La catástrofe no es solamente económica, es humana, moral y orgánica, hemos perdido 80% del tamaño de nuestra economía sin tener una guerra o un desastre natural. Nuestro desastre se produjo aquel seis de diciembre, cuando decidimos envenenarnos colectivamente cual habitantes de la Numancia del Caribe.

Así intoxicados de charlatanerías se acudió a la aprobación de una nueva constitución que respondía a los caprichos de Chávez, un contrato social que ha sido violentado cual princesa troyana por sus propios redactores. Cual sociedad de lotófagos aceptamos los atropellos de Chávez y su purga a Petróleos de Venezuela, siendo ese el inicio de nuestro drama energético. Con un silbato en la mano, Hugo Chávez lista en mano despidió ominosamente a los gerentes de la Estatal, calumniándolos, levantándole toda suerte de tropelías y enseñando a odiar y a difamar.

Por desgracia encontró muy buenos alumnos, no solo en las capas desfavorecidas de la sociedad, sino en algunos sectores académicos quienes se han vendido al mejor postor de los intereses crematísticos. La joya de la corona se convirtió en la fuente de ingresos de un botín personal.

Hugo Chávez, entendió la orden de Castro, las revoluciones necesitan dinero y ese dinero se extraería de la PDVSA, roja rojita, la cual sigue financiando a la cacocracia criolla y a los jerarcas de la Isla Prisión de Cuba, por cierto ese calificativo de PDVSA es roja rojita, provino de los labios de Rafael Ramírez, un corrupto impenitente a quien repiten los atolondrados como si se tratase de un evangelista del mal.

PDVSA, de producir 3.5 millones de barriles de petróleos pasó a producir en promedio 700 mil barriles diarios, he allí la causa de la imposibilidad de expandir gasto público, incluso de dejar deslizar el dólar. La fuente de ingresos nacionales ha descendido menormente y el acuerdo con Chevron, que no es más que un monopsonio, un solo comprador en el mercado, le rexportan entre 50 y 56 millones de dólares a la República.

A ello hay que adicionar que el 87% de las termoeléctricas están convertidas en chatarra y que vivimos en 2019 un apagón de más de cinco días, en donde afloró la conducta hobbesiana, impulsando la dolarización de facto. Se puede someramente entender que este régimen no gobierna para el bien común sino para los intereses de sus aspiraciones crematísticas.

La crisis en los servicios públicos, ha provocado que el país se destruya, esa catástrofe ha avivado la idea de la inmanente relación entre la energía y la libertad, dependemos de un Estado macilento, torpe, incapaz, cleptócrata, perverso, indolente y con una retórica para el mal, la “discursividad de la malignidad”.

Así vivimos en condiciones infrahumanas, sin energía eléctrica, pues dependemos del Guri. Los 25 mil millones de dólares aprobados en 2008 por la Asamblea Nacional acolita a Chávez, se desaparecieron. El país de hecho importa la chatarra de esas plantas y los equipos destruidos de una industria Petrolera ejemplo del mundo. Somos un país a oscuras y esta situación es responsable de la recesión técnica que volvemos a vivir. La estanflación, la ida y el retorno, la tesis de Giambattista Vico “corsi e ricorsi”.

Un país petrolero sin combustible, para una demanda disminuida en 7,7 millones de migrantes, somos la primera migración mundial, somos un país rasgado por el éxodo, un verdadero drama mundial, frente al cual los organismos internacionales dan la vuelta a los ojos.

Hemos viajado 7000 kilómetros para llegar a la península ibérica, hemos llegado hasta Islandia, Israel y Australia, somos la diáspora más alta del planeta, 7,7 millones, seguida de 6.8 millones de Siria y los 4,2 millones de desplazados de Ucrania, cabe la pena destacar estos dos últimos países que viven un conflicto bélico, pero los venezolanos no estamos en guerra.

El régimen nos ha declarado la guerra y nos ha correspondido huir, pues también hemos advertido al bajísimo coste político de la represión, de una hegemonía connaturalmente violenta, que tortura, encarcela y desaparece a sus opositores, al amparo cómplice de tibios informes de la ONU y la CPI.

Un país en penumbras, apagado, suspendido en el tiempo y con una población separada, abatida y sumida en la incertidumbre, siempre a la espera de que llegue la energía eléctrica, pagando coimas a los funcionarios, padeciendo por carencias de agua, sin salarios dignos, con 74% de déficit de material médico quirúrgico en los hospitales públicos. La muerte es un cálculo para quien se enferma en este país, una amenaza constante, que afecta a los más vulnerables niños y ancianos y con mayor fuerza si son pobres.

El chavismo es aporofóbico y edadista, nunca una argamasa de ideas unidas a fuerza de falacias pudo ser tan incoherente.

Hoy comienzan las clases, en esta sociedad de espectáculo y desde ayer la ciudadana ministro de educación  informó que a la escuela se acude con alegría, pero sin sueldos, sin dignidad, sin infraestructura. Es el mismo rictus de Magda Honecker, quien también fue ministra de educación de la RDA y enseñó a odiar.

En nuestro país hoy se inicia un año escolar con dos días de clases presenciales, es decir un promedio de 80 días de clases, es decir solo un 30% del año escolar. Ante tal cifra no cabe la duda del naufragio de la escuela.

En este país cocinar también es otra tragedia, el manejo de cilindros de gas ha cobrado la vida de desesperados venezolanos. Un país de operativos, de misiones improvisadas, de planes emergentes, todo es una angustia.

La libertad económica no existe, los pobres, el 80% del país, reciben una limosna pútrida en unas cajas distribuidas por el inexistente poder popular, un grupo de tartufos, quienes tejen cadenas de corruptelas que devienen violencia y caos. Esa es la verdad de este ex país.

Finalmente estamos condenados a una existencia indigna, en medio de apagones, sequias, fallas de gas, corruptelas, sustituciones del estado, colapso hospitalario y educativo.

Esta revolución exhibe la herrumbre de su indignidad, de su impúdica forma de gobernar, la postura de un ex ministro petrolero, que aparece cual numen romano, cargando folders intitulados “PDVSA caso de corrupción”, para luego decir que él es inocente y pondrá mano dura contra los corruptos, usando el nombre de Bolívar, que supongo que siendo en vida enemigo de la corrupción publica, debe estar dado vuelta en su sepulcro profanado.

Ante tanto descaro, corresponde salir de esta heredad instalada en el poder, corresponde existir y persistir, jamás desistiendo en la denuncia de sus atropellos.

Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Miguel de Unamuno.

Referencias:

Aguilar, L. (2020). Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Miami: Universal.

Baudillard, J. (1990). La transparencia del mal. Ensayo sou le phénomenes. Paris: Galilea.

Herrera, M. (2009). El valor de la Escuela y el fracaso Escolar. Madrid: Universidad Autonooma de Madrid UAM.

Vico, G. (1954). Principio de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones. Madrid: Aguilar.La Prensa de Nicaragua

X @carlosnanezr – IG @nanezc

 

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