La oposición reparte su desempeño actual entre una mayoría que se dedica casi exclusivamente a la primaria y un arco de partidos que intenta poner en marcha alianzas para legitimarse fuera de las primarias.
Hay sectores y dirigentes independientes que insisten en lograr el mejor apoyo posible a un candidato opositor que pueda ganar.
En tiempo de incertidumbre hay que restringir las suposiciones: el candidato con más posibilidades de arrastre debería salir de la primaria. Si no se logra suspender las inhabilitaciones inconstitucionales a todos los candidatos, tesis Capriles, la primaria solo será un mecanismo para determinar la representatividad de los liderazgos y el orden entre ellos.
Ante ese caso, la escogencia del candidato unitario tendrá que materializarse bajo nuevos parámetros y manteniendo la lucha democrática en la vía pacífica y electoral. Una cosa es presionar y movilizar para lograr una elección lo más competitiva posible y otra regresar a los atajos y a la abstención.
Ahora toca sumar respaldos, no otras incertidumbres. La Comisión Nacional de Primaria debe aceptar la colaboración técnica ofrecida por el CNE porque favorece la participación. Debe estudiar con urgencia los efectos de mover la fecha, sin descartarla automáticamente bajo la idea que aceptar esa solicitud es legitimar al régimen.
Lo que importa es el fortalecimiento de las condiciones de la oposición y no perder el sentido común porque un caramelo desprenda un suave olor de almendras amargas. Tiempo que pasa problemas que afloran y que requieren, sin distracción, soluciones reales.
La principal contribución a un éxito electoral consiste en superar efectivamente la dispersión de los votos y aumentar la capacidad de todos los agentes de cambio para tener un discurso sobre las soluciones de futuro a problemas que no pueden ser abordados con las fórmulas del pasado. La prueba de lo inútil de este enfoque anacronismo es el gobierno.
En un país donde más del 90% de la población expresa insatisfacción o rechazo hacia el gobierno, es obvio que no se trata de crucificar a los gobernantes sino de acordar políticas de bienes comunes, de restablecimiento e innovación de la democracia, de reconocimiento sólido de las reglas de juego aceptadas por todos y del derecho de cada uno a dar un aporte para superar la crisis humanitaria y la lenta disolución de la nación. Todos estamos en la bajaíta.
Hay que agotar los esfuerzos para que el Gobierno y el PSUV comprendan que ni la primaria ni la elección presidencial tienen como finalidad liquidar su existencia política.Democráticamente hay que reconocerlos según el tamaño de los electores que los respalden y en cuanto pueden reforzar una dimensión de justicia social en una recomposición de la economía en la que hay que reducir la carga a los sectores más débiles de la población.
El Estado centralista autoritario fracasó, junto con la economía rentista y el modo populista de hacer política.
Para arribar a una sociedad justa, democrática y con políticas sociales modernas hay que abandonar el fárrago de pensamiento muerto que nos impide la comprensión de la Venezuela actual.
El 2024 vamos a elegir un país: Los partidos de todo espectro deben formular las ideas alternativas para comunicarlas a una sociedad agraviada por el gobierno y esquilmada por la política y los políticos. Ese empeño debe ir en sentido contrario a la anti-política y la desafección a la democracia.
No es tarea ordinaria, pero puede resultar más fácil de lo esperado. Hay demasiada gente que quiere tener en qué creer y con quien juntar su esperanza. El movimiento se hace moviéndose, hay que decidirse a abrir el cambio.