Nunca fui coleccionista de objetos. Mi mejor amiga y mi odontóloga coleccionaban buhos. Era una maravilla regalarles, lo más fácil del mundo. Les taría buhos de mis viajes y se los regalaba en sus cumpleaños. Hasta que creo se hartaron y ya nos los volví a ver exhibidos.
A mi me dió por coleccionar , desde los años 60, hechos insólitos que aparecían publicados en la prensa diaria de Venezuela. Cuando había prensa escrita. Por ejemplo los tres obituarios que una esposa y dos compañeras de vida, con sus respectivos hijos, publicaron el mismo día en el mismo periódico, por la muerte de su marido, un profesor de apellido Fernández Robles. O el largo remitido de un merideńo de apellido Picón, para atacar con rabia la obra “LOS AMOS DEL VALLE”, de Francisco Herrera Luque, ya que el autor afirmaba que todos los venezolanos teníamos sangre de negros. Picón afirmaba -ofendido-que en sus ancestros no había una gota de esa sangre “impura”.
Algunos caraquistas, en tiempos de cero inflación, no escatimaban dinero para publicar obituarios para el Magallanes BBC, cuando este equipo perdía el campeonato de la liga veezolana de beisbol.
Un señor, molesto por el abuso de varios de sus amigos a quienes había prestado dinero sin retorno, no vaciló en publicar la lista de los morosos con indicaciones del lugar a donde debían acudir para saldar sus deudas. El título del remitido era “A mis amigos”.
Un italiano demandó a la compañía de Seguros en Napoles, por embararzar a su novia a causa de un choque. Mantenía relaciones íntimas con ella cuando un coche los embistió. Fue, según el demandante, ese hecho el que produjo el indeseado embarazo.
Transcribí una carta que me enviaron de un Sindicato de Educadores en la que, para pedirme una donación de libros, me señalaban como “patrimonio histórico de la Nación” .Y yo solo tenía 40 años.
No puedo mencionar todos los recortes de prensa hilarantes que transcribí en el libro. Lo que me gustaría compartir con los lectores es lo mucho que me divertí eligiendo de la abultada carpeta donde iba acumulando (desordenadamente) esos recortes de prensa que coleccioné durante más de 30 años. Son parte de la historia viva de un país en que el periódico o diario impreso servía para publicar desvaríos amorosos, disputas familiares, cursilerías funerarias. Y muy poco o casi nada de confrontaciones políticas.
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Costa del Sol