Luis Barragán: Ordenando la realidad

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Extrañando la celebración de eventos semejantes, e imaginando cuán desamparado está el resto del país en la materia, acudimos recientemente al 23° Salón de Jóvenes con FIA realizado en la sede de la universidad católica de Montalbán, ubicada en lo que se entiende como el lejano oeste caraqueño. Variadas piezas expuestas en el edificio tan limpio, hermoso y funcional que también acoge los servicios bibliotecarios, nos interpela de nuevo en torno a la más reciente contemporaneidad de un arte que, al menos, intuimos que lo es en la medida que nos inquieta, desafiando percepciones y convicciones,  creencias y conocimientos.

Una de las tres obras que más llamaron nuestra atención, fue la de Ander Szinetar Alava, parte de la serie “Tollettes”. Tratamos de una poceta del imaginario baño que ha llegado a todos los extremos de la agresión  sanitaria, pero – inevitable – sigue en funcionamiento.

En efecto, entendemos, hay arte cuando nos remite a la realidad inmediata e inmediata, o rehúsa de ella pretendiéndose otra realidad que posiblemente intuyamos. La escena nos lleva a la experiencia personal y generalizada de los sanitarios de riesgoso y quizá inevitable uso que ya no son tan propios de las taguaras, bares, estaciones de servicio, entre otros locales, que tejen la ciudad y, sobre todo, las carreteras del país.  Los suponemos inherentes a un mundo de baja ralea, pero existen también en centros comerciales, o las más respetables instituciones: los costos de mantenimiento resultan astronómicos, la falta de agua coloca la más distinguida nota en un medio que, a lo sumo, emplea el más barato desinfectante peligrando la salud de quienes también – privatizando el servicio – juran limpiarlo a cambio de una donación del urgido usuario.

En todo caso, aún en los santuarios fisiológicos más excelsos, quién los ha visto las paredes pintorreteadas, intentando un chiste grotesco que raya (SIC) en lo convencional, en demanda u oferta de servicios sexuales, colocando un número telefónico para jugarle una broma a alguien, por no citar los frecuentes dicterios contra el gobierno que ya encareció la pintura, bolígrafos y marcadores, censurando de esta manera a los inconformes. Ahí nos coloca Ander creativamente, pero – en lugar del orine  y la mierda que suelen desbordarla –  transmite la ilusión de la consignas y evocaciones cual cueva de Altamira y un arte que es rupestre, testimonial, cotidiano.

E, incluso, antes de fotografiar la obra, tres jóvenes se divirtieron simulando una de ellas vomitar en la taza para aliviar la borrachera. El humor, otra señal de un arte que nos reinterpreta, aunque nos reta a idear otra escena de penumbras y cautelas, o la posibilidad y, asimismo, necesidad de convertir las salas públicas de baño en un eficaz medio político de propaganda.

Tiene razón Fernando Trueba al afirmar recientemente: Con la ficción se pone en orden la realidad, corroborado en la muestra ucabista.   Por ello, este régimen es enemigo de la cultura.

Volveremos a las páginas de Avelina Lésper, quien ha hecho una justa crítica del arte que se jura arte, o a comentarle a Nicomedes Febres, algunas de nuestras impresiones relacionadas con la FIA de sus afanes que le da cauce y oportunidad a los más jóvenes.  En medio de tantas adversidades, celebramos la bocanada de oxigeno.

@LuisBarraganJ

 

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