Hogan Vega y Dorli Silva: Liderazgo y osadía

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La falta de lectura sobre temas que enriquecen el alma (el espíritu); la ausencia de creatividad y, por tanto, de actitudes críticas que eleven el respeto por el ser humano, son producto de la práctica social y afectan a todos por igual. En consecuencia, produce líderes con pensamientos vacíos, sin conciencia sobre las opiniones que hacen de los problemas cotidianos; pasan a ser parte del problema y no de la solución. Si se tiene conciencia, existe un conjunto de principios tales como la lógica, la ética, los valores, los significados, la racionalidad, la toma de decisiones en situaciones de estrés, el compromiso y el riesgo; es decir, la complejidad característica de todo humano.

De acuerdo con Chiavenato, el liderazgo es “La influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana a la consecución de uno o diversos objetivos específicos”. De allí que la definición del autor mencionado considera al liderazgo como un proceso ineludiblemente humano; es el resultado de tener un propósito claro de vida, donde se pueden alinear los objetivos particulares con los objetivos colectivos de una práctica social, políticos, económicos, ambientales, entre otros.

Al mismo tiempo, cada ser humano debe tener claro el sentido de un propósito y generar entusiasmo para lograrlo, para conseguirlo, con una visión de lo que tiene que hacer para lograrlo. El Diccionario de la lengua española define al término “propósito”, en su segunda acepción: “Objetivo que se pretende conseguir”; en otras palabras, de acuerdo con varios autores e investigadores se tienen varios tipos de propósitos que orientan la construcción y producción de conocimiento. Buendía, Colas y Hernández mencionan los tipos de propósitos; a saber: (a) propósitos descriptivos de identificación y descripción de elementos, procesos, contextos, sistemas y personas; (b) interpretativos, de comprensión del significado del texto, fuentes, acciones o conductas y descubrimientos de patrones. Lo anterior ocurre cuando se desarrollan conceptos nuevos, se reelaboran conceptos existentes, se identifican problemas, se refinan conocimientos, se explican y crean generalidades, se clasifica y comprende la complejidad. Por otra parte, propósitos de contrastación, utilizados para elaborar, confrontar y verificar postulados, generalidades y otras teorías; asimismo, los evaluativos o críticos, necesarios para evaluar y criticar políticas, prácticas, innovaciones, hallazgos y descubrimientos de acuerdo con deliberaciones hechas por el investigador, apegado a su postura epistemológica y criterios éticos.

El propósito de la gestión de un político, religioso, comerciante, abogado, contador, administrador, ingeniero, así como cualquier otro profesional, es liderar, de manera efectiva, a las personas y a los procesos, promover mejoras, crear un entorno con equipos de trabajo para conseguir la excelencia del equipo. Ello ocurre con la motivación, lo que propicia el autodesarrollo y el logro de metas y objetivos como resultado. En consecuencia, el propósito, con una visión clara, genera pasión en lo que se hace, inspira confianza en los otros, la que a su vez los influencia. Se logran resultados que se pueden medir con los datos y la excelencia de las personas, organizaciones y la práctica social, con un liderazgo comprometido en la formulación de las funciones de la administración, planificación, organización, control y dirección.

En resumen, el liderazgo es la capacidad de influenciar en otros, a través de la motivación para lograr objetivos y metas. Es decir, todo objeto, fenómeno o problema que debe ser estudiado, no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación con su entorno. Por ejemplo, la familia, la política, la gobernanza, la economía, la ley, la práctica social y la transcendencia de un hecho, la historia, la cultura, el arte, los espectáculos, la guerra, la tecnología, la innovación, la política, etc.

Dentro de este orden de ideas, los políticos, los militares, los economistas, los ingenieros, los médicos, los abogados, los docentes, los jueces, entre otros, están sometidos al devenir de la nueva realidad mundial; la era del conocimiento hacia la excelencia con alto sentido de liderazgo que minimice la problemática de la demagogia, la ética, los valores, la práctica social, la salud, la seguridad, la inclusión, la migración, la pobreza, la tecnología, la innovación, la industria, los servicios públicos, el cambio climático, etc.  De este modo, si hay buenas experiencias, liderazgo y motivación se buscará lo bueno y, si es nuevo, mejor.  Pero que no se confunda lo bueno con lo nuevo, porque se trataría de ingenuidad y se llamaría innovación a cualquier cosa, objeto, sistema, o fenómeno en detrimento del ser humano, el ambiente y la gobernanza.

Si bien es cierto que se deben tener políticas nuevas, en el Estado también se debe contar con profesionales noveles, con propósitos claros de vida y con los pies sobre la tierra, con una visión clara de cómo eliminar la osadía de convertir el liderazgo estratégico en un liderazgo que influencie, negativamente, las decisiones que coliden con los contextos legal, moral y ético. Que no se amparen en el poder que otorga ser un juez, un militar de rango alto, un político con influencia, un líder religioso, un empresario, un gerente, entre otros, para modificar una sentencia de un tribunal, levantar injurias y calumnias sobre personas, influenciar a testigos, alterar pruebas y modificar libros contables fuera de la ley. Que tampoco se vulneren los derechos humanos, tales como el debido proceso administrativo que implica tres (3) notificaciones al funcionario; en caso de que se niegue este derecho, se fijarán carteles en un diario de circulación nacional.  Cuando no se cumple con dichos pasos, se genera indefensión al debido proceso; de modo similar, en otras áreas, se presentan muchas irregularidades cotidianas.

 

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