Rafael Sanabria Martínez: Yo soy Esequibo

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Históricamente, nunca hubo dudas sobre los límites de las costas orientales de la Venezuela colonial e inicios de la república, que bordeaban el Atlántico desde el Orinoco hasta el río Esequibo. Más allá, al este del Esequibo, estaba una colonia de los Países Bajos.

En 1814, la Gran Bretaña tomó posesión de los territorios coloniales holandeses en Demerara, Berbice y Esequibo, que pasaron a constituir la Guayana Inglesa. A partir de 1831, el gobierno inglés estimuló la invasión de las tierras venezolanas al oeste del río, Se aprovechaban de la despoblación de los territorios y de la comprometida situación de la flamante república. El avance usurpador de los ingleses dio lugar a las primeras reclamaciones de Venezuela ante la Gran Bretaña. En 1844 se iniciaron negociaciones por el representante venezolano Alejo Fortique, para que se reconociera el río Esequibo como línea divisoria, alegando con documentos la jurisdicción venezolana en esas tierras, que formaban parte de la provincia de Guayana.

En la contrapropuesta del gobierno inglés la línea fronteriza se iniciaba en la boca del río Moroco y continuaba por los ríos Barama y Aunama. Esto significaba ceder una parte de la región y no fue aceptado por el gobierno venezolano.

Las negociaciones se paralizaron por muchos años y entre tanto los ingleses continuaron ocupando más territorios para llegar hasta las bocas del Orinoco y al Caroní. Cuando reanudaron las negociaciones en 1876, el gobierno británico planteó nuevas exigencias, cada vez más inaceptables. Los ingleses se negaron a discutir nuestras proposiciones y establecieron puestos avanzados en el territorio. Venezuela rompió las relaciones diplomáticas con la Gran Bretaña y apeló a los Estados Unidos.

El gobierno norteamericano propuso entonces someter la controversia a un tribunal de arbitraje aceptado por las partes, el cual dictó su fallo en París, en octubre de 1899. Ese tribunal fue una farsa, una mascarada compuesta por Inglaterra, Estados Unidos que supuestamente representaba a Venezuela y Rusia como independiente. Los ingleses presentaron mapas adulterados y dictaron a su gusto la resolución final. Venezuela, como si fuese un ente incapaz de valerse por sí misma, no estaba presente. Esta resolución despojó al país de más de 100.000 Km2 de territorio que aún reclamamos y se manejó la amenaza explícita de Inglaterra que si no se aceptaba nos robarían todavía más, vieja costumbre suya.

El principio del Utis possidetis juris, base histórica de la posición venezolana, no fue tomado en cuenta. Tampoco se investigaron los derechos ingleses sobre los territorios ocupados a España y Holanda desde 1814.

La posición venezolana siempre ha sido que el Laudo Arbitral de 1899 es nulo e írrito, que por él hemos sido víctimas de un despojo y que exigimos una reparación.

En 1966 los gobiernos inglés y venezolano firmaron un tratado conocido como Acuerdo de Ginebra, para buscar un arreglo, pero Inglaterra (ya entonces llamada Reino Unido, teniendo un nuevo alias y manteniendo su vieja ética) le dio independencia a la Guayana Inglesa con lo que se desentendió del problema y cumplía con su permanente treta de crear conflictos y dividir a los demás.

Se estableció una comisión mixta que debía funcionar por cuatro años y presentar informes a ambo gobiernos cada seis meses si al cabo de cuatro años no se llegaba a una solución, la controversia debía solucionarse de forma pacífica en lo previsto en la Carta de Naciones Unidas (ONU). Después de firmado el Acuerdo, la Guayana Inglesa se constituyó en República Cooperativa de Guyana, y su nuevo gobierno trató de evadir la negociación y obstaculizar las gestiones. Guyana se proponía aplicar el acuerdo, sin embargo, el gobierno nacional consideraba que no era el momento de llevarlo a la práctica. Bajo esta premisa negoció y suscribió con Guyana, en junio de 1970, el Protocolo de Puerto España, mediante el cual se suspendía por 12 años el Acuerdo de Ginebra. Después de 11 años de aplicación del protocolo, Venezuela decidió no aplicarlo más y volver a regirse por el Acuerdo de Ginebra.

Esta situación afecta a Venezuela y a todos los venezolanos. No es problema solo de algún gobierno en particular ni de ninguna facción del país. Ante esta situación solo hay dos opciones, estar por el país o en contra de él. No hay puntos intermedios ni posibilidad de lavarse las manos. No hay atajos, excusas ni escondrijos para la verdad. Ante esta situación solo se puede ser venezolano o no serlo.

Algunos intentan sí una tercera opción fuera de la caja, quizá utópica pero no imposible: que los dos países se unan en una confederación, un país nuevo, federal, con nuevas metas, bilingüe, quizás construyendo una nueva capital y nueva división territorial. Los venezolanos que constituiríamos la mayoría somos personas abiertas, que podrían crear una armonía de integración y fraternidad, para comenzar todo de nuevo, con más experiencia y energía. Respondiendo a la vieja divide y reinarás con la retadora suma y triunfarás

Es momento para que los venezolanos veamos la historia y decidamos en favor del país en este punto específico, sin que por eso renunciemos a nuestras propias metas. Esto no es un problema de partidos ni de mezquindades, sino para demostrar nuestro raciocinio, nuestra altura de metas y capacidad de discernimiento.

Yo soy Esequibo.

 

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