A veces no nos percatamos de la importancia de nuestras acciones o no apreciamos bien el alcance que las mismas pueden significar para nosotros o para nuestro entorno. Es el caso de este domingo 22 de octubre en que el país se juega probablemente su porvenir, su familia, su dignidad, su institucionalidad, su democracia, su libertad.
Contra todos los pronósticos, venciendo entonces los enemigos de la patria que viven dentro de ella para depredarla inmisericordes, la sociedad civil se impone para realizar una consulta ciudadana y escoger a un coterráneo para que asuma la honrosa distinción de representarla en los venideros comicios de 2024.
Se trata de una épica que tocará a cada uno de los miembros del cuerpo político vivir. No será fácil, supone como es de rigor existencial tomar decisiones y asumir responsablemente el momento crucial de esta desfigurada república de Venezuela, nunca como ahora menos república y menos bolivariana. Es una cita con la historia personal, de cada quien, y de la nación o de lo que de ella va quedando, en estampida permanente como lo sabemos.
En una encrucijada nos toca actuar. De un lado, podemos atrevernos a cimentar un comienzo del cambio indispensable para salvarnos del desastre que significa la continuidad de la revolución de todos los fracasos, misma que arruinó a quien ofrecía como sociedad, bienestar y progreso, y del otro, una bifurcación dilemática, marcharse a cualquier costo como lo han hecho ya 8 millones de los nuestros, incluidos hijos, nietos, sobrinos, hermanos, amigos que por cierto no volverán o, acaso, automarginarnos, resignarnos, enajenarnos y dejar que nos despersonalice la crisis y nos mute hasta hacer de nosotros unos zombis signados por la tragedia de una dictadura que nos vacía completamente y nos despoja de esperanzas, como le ha tocado padecer a nuestros hermanos cubanos.
Escoger en quién depositar la confianza y el respaldo es además respaldar un liderazgo y no solo para una próxima elección presidencial, sino para vencer en una contienda al tramposo que tendremos enfrente pero, sobre todo, para acometer la tarea propia de un estadista, enrumbar a Venezuela por el camino de la redención, la transformación, regreso al orgullo nacional, la recuperación y el respeto nacional e internacionalmente perdido.
Superar la pobreza es la clave de bóveda. Empero, apuntemos bien para seleccionar adecuadamente. Prive la razón y no la mera emoción. Ya nos equivocamos al preferir aquel gritón que injuriaba y haciéndolo denostaba su rabia, inconformidad y bajo psiquismo. Así llegaron Chavez y sus espalderos en la ola de nuestra rabia antipolítica, miremos adónde nos trajo ese yerro y pensemos bien qué hacer.
Dios nos bendiga en esta hora delicada y siempre.