Luis Barragán: Del olvido que ya es

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Sólo el tiempo dirá cuán distinta será la oposición, después de los consabidos resultados de las elecciones primarias del domingo próximo pasado, añadido el probable reajuste de los acuerdos de Barbados, o el de sus negociadores. En un prolongado corto plazo, algo diferente al breve mediano plazo, si nos permiten el juego de palabras, habrá de experimentar un reordenamiento que luce demasiado obvio si el propósito final consiste y persiste en la superación del actual régimen. Sin embargo, otra etapa –acaso oculta y más dramática– ha de experimentar el poder establecido que, al menor descuido de sus estrategas, pudiera transformarse en una sorpresiva capitulación y transición.

Por mucho que el presupuesto público y la Corte Penal Internacional fuerce a la unidad de los elencos del poder, estos intentarán la supervivencia que ya ha prescindido del chavismo, aunque empleen selectivamente al fundador de la estirpe en sus afanes propagandísticos y publicitarios. La oposición que la pintan tan obsesivamente artera, lánguida y apátrida, no los unifica, como ocurría antes cuando el barinés, amalgamados ahora intransigentes, disidentes, irritados y disconformes.

Sabiéndolos malévolos, pendientes como estamos de despejar la incógnita sobre el modo de tratar y administrar el impacto de los recientes comicios primarios, no pasemos por alto que el madurismo (o madurato), se ha consolidado, por una parte, en detrimento de las figuras antes estelarizadas en los más variados ámbitos, aunque, por otra, desespera por una fuente alternativa de recursos que los lleva a pactar con los más obscuros intereses anti-occidentales.

Por muy eterno que lo reclamen, lógicamente, Chávez Frías ya no tiene papel político que jugar, valorada la trascendental derrota familiar sufrida en los comicios regionales de Barinas. Y ese olvido que ya es, le ha dado alcance al vasto movimiento político que generó por causas radicalmente fortuitas, bautizándolo tan injustamente a falta de una mejor y más precisa nomenclatura sociológica: el del rentismo tradicional en abnegada e inútil resistencia que le dio luego una amplia cobertura social y política a la ultraizquierda fallida de los sesenta del veinte, en los cauces del sempiterno militarismo.

Constructo, pieza y herramienta del imaginario social, Hugo queda como un recurso auxiliar de lograr definitivamente confundirlo con los próceres de la Independencia, sellando una identidad nacional que sorprenderá a la diáspora venezolana y sus generaciones siguientes, aunque – conscientes del totalitarismo sexagenario del que todavía intentan escapar – los cubanos se resisten aún al dogma y devoción hacia Castro Ruz.  Ni siquiera un folleto intitulado vanidosamente “El libro azul”, por no citar el astronómico anecdotario del website Todo Chávez, añadidos los mensajes presidenciales que también distan demasiado respecto a los del siglo XX, tampoco permiten deducir un proyecto nacional convincente y profundamente novedoso que exigió el país entero al votarlo la primera y segunda veces, resignándose plebiscitariamente a las restantes.

La purga de características maoístas que le dio alcance a los dos zares petroleros por excelencia en la presente centuria, demuestra cuán decidido está Maduro Moros a apostar por la pureza y lealtad de sus huestes aun jugando con la posibilidad abierta de una dinastía parecida a la norcoreana. Fracasadas las zonas económicas especiales, el otro rentismo, colocan sus mejores esperanzas en el levantamiento temporal de las sanciones internacionales que le permitan redondear importantes negocios en el ramo petrolero y gasífero que sirven del urgido soporte, aunque habrá los más ingenuos que apuesten por inversiones tan profundas y sostenidas, sin reparar en condiciones que apunten a la indispensable seguridad jurídica o el respeto a la propiedad privada.

Este otro período para el oficialismo, guarda una correspondencia igualmente inadvertida con asuntos de la cotidianidad: por ejemplo, el conocidísimo Borrón y Cuenta Nueva ofrecido cínicamente por la estatal eléctrica, o la reinauguración de la Casa Natal de Bolívar. Poco importan la pésima administración, los dislates técnicos, y hasta el latrocinio y los deterioros de servicios y lugares que tienen en manos desde largo 25 años: la era ha parido otro corazón en el que Chávez Frías y el chavismo, no caben excepto la retórica de ocasión.

 

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