No fue el mismo Milei de siempre el que se presentó ante sus partidarios luego de saberse los resultados de la primera vuelta electoral en Argentina. Nada de morisquetas agresivas, de desplantes provocativos, la motosierra guardada en su funda en casa, sin insultos dirigidos a la casta, menos aún para su contendora en la derecha, Patricia Bullrich, a quien había denigrado, humillado, llegando a asegurar que tenía las manos manchadas de sangre por su pasado Montonero. No, El león -como infantilmente gusta hacerse llamar- se veía modosito, llamando a pasar la página -original el candidato felino- en favor del cambio a todos los que ayer denigró hasta más no poder. Casi ronroneaba, como un gatito callejero en busca de cobijo amigo. Mientras, sus partidarios gritaban: se ve, se siente Milei está presente -originales los cachorros-.
La fiera, mostraba entre sus logros que hasta hace poco nadie conocía La Libertad Avanza (LLA), su partido, y ahora, miren, vamos para la segunda vuelta, quién lo iba a imaginar, cuando había asegurado que barrería con la casta en la cresta de una ola imparable desde la primera vuelta. Luego argumentó que había logrado 40 diputados -en el Congreso del que hasta hace nada denostaba- y que convocaba, con brazos abiertos, a todos los que quieren el cambio a unirse a él, cuando había prometido sacarlos a todos a patadas de la vida pública argentina.
Lo que ya parece estar claro es que han sido precisamente sus señas de identidad, su “marca”, lo que generó el miedo de muchos electores, disgustados ante la violencia verbal de sus discursos y la brutal descalificación de quien no pensara como él. Muchos, que hartos ya habían manifestado que se vayan todos a la merca, lo volvieron a pensar y se dijeron, con este desquiciado el país entero se va a la mismísima merca. Y los votos moderados de Juntos por el Cambio empezaron a emigrar silenciosamente hacia Sergio Massa de Unión por la Patria (UP), a pesar -o con él- de toda la inflación y niveles de pobreza que se le achacan como actual ministro de Economía, oficialista. (Ah, la política y sus milagros…). La otra cara del triunfo de Massa en la primera vuelta, es el rostro descompuesto y amenazante de Milei blandiendo una motosierra, como un desquiciado de película de horror gringa.
La prensa internacional había recalcado que la batalla sería por el reparto de los 6,2 millones de almas que votaron por Bullrich. Para conquistarlas, los dos candidatos tendrían que moldear sus fisonomías políticas. Massa es más hábil en ese oficio que Arsenio Lupin – lo ha demostrado en su zigzagueante carrera política- y el irascible de Milei, ha terminado por mimetizarse en una contradictoria oveja con piel de lobo para contentar a todos.
El reciente apoyo -no negociado- de Bullrich a Milei, quien la humilló tantas veces en público, es una bomba en la sala de máquinas de Juntos por el Cambio (Juntos) y será difícil recomponer una alianza que venía ya malherida desde la primera vuelta. Hizo implosionar a una fuerza de unidad de centro derecha, que contaba con factores históricos como la Unión de Centro Democrático (UCD), de Alfonsín, y que ahora queda dispersa. Y por lo demás, no es seguro que la entrega de Propuesta Republicana (PRO) -el partido de Macri- en un gambito cuyo único objetivo es salir del kirchnerismo, vaya a dar los réditos electorales que suponen. Si algo ha demostrado el peronismo es su capacidad para arreglar sus cuentas internamente, cambiar de caras y políticas, y seguir presente en la política argentina. Más posibilidades tendría Massa de jubilar al kirchnerismo que Milei y sus nuevos socios.
De manera tal que nada está cantado -en Argentina solo los tangos están cantados- y cualquier giro o quiebre de cintura imprevisto puede llevar al contrincante cuesta abajo en su rodada en el arrabal electoral. Pregúntele al fantasma de Menem que todavía ronda la Casa Rosada.
Por lo pronto, seguramente veremos surgir en las pantallas de televisión la cara de una pata pegada al cuerpo de un león haciendo campaña… y a miles de niñitos argentinos llorar aterrorizados ante semejante engendro.
El león se quiere afeitar la melena.
@jeanmaninat