Por supuesto que sangran por la herida. Aquí es donde se comprueba esa verdad del Libertador, de que talento sin probidad es un azote; a propósito de la peroración de Jorge Rodríguez el pasado martes en contra del proceso de las primarias. En efecto, dotado de una gran elocuencia se erige como el que dice la verdad en el país de los mentirosos. Por lo demás, a mi me había extrañado que el mismo lunes no abriera la boca; pues primero se enfiló Diosdado Cabello: apenas unos seiscientos mil votos, acuñó; a continuación Nicolás Maduro, seguido de Cilia Flores: se veían montados en cólera: cantando fraudes. En verdad que la política produce estados de ánimo caldeados. He allí lo que significa haber perdido un pueblo, que se resteó por ellos, y que le dio una respuesta contundente de rechazo en esta oportunidad; sobre todo, porque no estuvo presente un CNE, que desequilibraba las cosas relativas a los procesos electorales, como lo viene haciendo desde que el propio Rodríguez fue jefe del mismo. ¿Qué dice la opinión pública del contenido de sus palabras? Que proyectó en esta oportunidad lo que él hace puertas adentro en esa institución, cada vez que se dedica a dicho papel: no hay que pasar por alto, que fue él quien envenenó los listados de las firmas, que solicitaban un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro en su oportunidad, para abortar dicho proceso y otras triquiñuelas. ¿Comisario de la Revolución para los Asuntos Electorales del Comité Central? El famoso Hugo “Pollo” Carvajal lo acaba de ratificar en un mensaje, que se leyó por las redes sociales: la única elección, que ganó Hugo Chávez, fue la de 1998. Todo lo demás ha sido malandrería; pues ya el mismo 11 de abril de 2002, cuando se declaró que había renunciado a la jefatura de Estado, nadie salió a las calles a defender su gobierno. Recuerdo un desquiciado que pasó ese día por el boulevard de Sabana Grande en Caracas con un megáfono, invitando a la ciudadanía a dirigirse al Fuerte Tiuna; donde tenían recluido a Chávez, para devolverlo a la presidencia, mediante revuelta popular, y al que sí había tumbado el pueblo en la calle ese 11 de abril; porque, en efecto, nadie le hacía caso a aquel desquiciado; aun cuando el propio Chávez y compañía hablaban en superlativo, en lo que se refiere a los términos de esa supuesta revuelta.
Rodríguez mostró dos gráficas de centros electorales de estas primarias, ciertamente, vacíos de electores. Le faltó mostrar una que se ve por las redes sociales de una enorme aglomeración de personas en uno de los centros de Catia; en el Oeste de Caracas (un fenómeno electoral): territorio en otra época 99,9% chavista; como se leía en los grafitis de las paredes. Eso fue una mutación propia de la conciencia humana. Antes tú veías esa aclamación, sobre todo, por los barrios populares. Así en los que están en los primeros kilómetros de la Panamericana, se leía en una pancarta: barrio 99,9% chavista. Había por entonces proliferación de afiches de Hugo Chávez en cada casa de esas comunidades. No hay que perder de vista, que a este hombre siempre lo persiguió la suerte y la fortuna; suerte la de estar a la hora y en el lugar adecuado, a propósito de esa egolatría suya, traducida en populismo, que tenía un imán para las masas populares; fortuna la que le tocó administrar unos 800 mil millones de dólares, que le entraron durante la segunda gran bonanza petrolera, que ha conocido nuestra historia.
El quiebre del aparato productivo del país se observa ya en el 2012; cuando la economía registra un decrecimiento, consecuencia de su política de expropiaciones e invasiones; sin indemnización a los respectivos propietarios de las unidades económicas afectadas; sólo que se trata del año, en el que los precios del petróleo venezolano alcanzaron los 118 dólares; para una producción petrolera de más de un millón de barriles diarios. Si mal no recuerdo, ese año le entraron al país 98 mil millones de dólares. Es por eso que dicen que, mientras Chávez se comió las maduras, a Nicolás Maduro le ha tocado comerse las verdes. Lo que encontró éste, una vez llegado al poder, fue el resultado del plan de destrucción nacional, llevado a cabo por Chávez; que implicó hasta el desmantelamiento de nuestra industria petrolera; conocida en aquellos años como la “gallina de los huevos de oro”, y lo que ha propiciado un éxodo de casi 8 millones de compatriotas, que han huido a todas partes del mundo: una tragedia que hemos vivido en un cuarto de siglo. Durante aquellos años uno veía la figura de Chávez por todas partes: en vallas, en gigantografías, en retratos en todos los ministerios y empresas del Estado: Chávez, el Bolívar “bolivariano” y, más adelante, la figura de Maduro. Por supuesto, no hay que perder de vista los famosos ojos de Chávez en las azoteas de los edificios de la Misión Vivienda; que es donde se vuelve más sutil la idolatría al caudillo; ya que se observa como un dios juzgador, que todo lo ve. El hecho es que las figuras de las vallas se fueron extinguiendo, conjuntamente, con la desaparición de los afiches en los barrios populares. Se “nadadificó”, diría Sartre (El Ser y La Nada). La gente que eligió a Chávez en el año 1998 no percibía que este señor no pasaba de ser un aventurero, y como tal asumió la presidencia de la República, como una aventura. Le molestó muchísimo cuando Vargas Llosa le dijo que se trataba de un sujeto ignaro y felón. He allí el despecho de esta gente: perder ese pueblo que idolatró a su jefe, y ahora los desprecia, como quedó demostrado este 22 de octubre. A ellos y a los “Alacranes”, y a quienes no les queda sino cantar también fraude; seguido de la aplicación del terror judicial por parte del gobierno. ¿Tiene éste velas en ese entierro?