José Félix Tezanos: La derecha rabiosa

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La derecha está rabiosa, ¿qué tendrá la derecha? Los insultos salen en tromba de su boca furiosa (¿de fresa?), que ha perdido el aplomo (y la risa), que ha perdido el color. La derecha está irritada (y pálida) en su sitial del ordeno y mando”,

Que nos perdone Rubén Darío por hacer mofa de su célebre poesía, pero lo cierto es que la evolución de ciertas derechas no se sabe si es algo que debamos tomarnos en serio o en broma, por muy peligrosa que resulte su evolución para el gobierno de bastantes países.

En nuestros días, Donald Trump ha creado una escuela política que está teniendo muchos seguidores e imitadores entre las nuevas derechas.

Cuando Barack Obama era Presidente de los Estados Unidos se permitió algunas bromas, en su intervención en la cena anual de la prensa, sobre alguien que entonces era un cuasi ignoto y disparatado líder económico y parapolítico (Donald Trump), al que animó allí a seguir una carrera política. Lo que provocó grandes carcajadas entre los asistentes ante tamaña ocurrencia cómica, mientras el aludido acentuaba su mirada torva.

De la risa al temor

Con el paso de los años hemos visto como aquello que parecía un disparate hilarante se convertía en una realidad amenazante, con un Partido Republicano puesto a los pies de Trump. Algo que da la medida de lo que está ocurriendo en nuestros días.

El mundo democrático aún no parece haber entendido correctamente, y en todo su alcance, lo que ha supuesto que un Presidente que había perdido las elecciones no reconociera los resultados de las urnas en el marco del peculiar sistema electoral norteamericano. Y que el mismo Trump, que había sido elegido Presidente con casi tres millones de votos menos que la hiper-insultada Hillary Clinton, urdiera y llevara a cabo una operación insurgente para continuar al frente del poder ejecutivo de la potencia más poderosa del Planeta.

El asalto al Parlamento fue ejecutado, no solo por una turba de enloquecidos, sino también por milicias civiles de extrema derecha perfectamente organizadas, a las que no les llegaron a tiempo las armas que habían planeado usar, en las horas azarosas que siguieron a aquel Golpe de Estado. Golpe cuyos implicados y cuyas consecuencias aún no han sido procesadas suficientemente por la propia opinión pública norteamericana; y por su mismo sistema judicial, que está encontrándose con enormes dificultades y retrasos para encausar a muchos de los que participaron en dicho atentado democrático, empezando por el propio ex Presidente Trump, que aún cuenta con todos sus recursos -que no son pocos- para volver a intentar ocupar la Casa Blanca.

¿Qué es nuevo en las derechas actuales?

La primera novedad es la tendencia de las derechas a radicalizarse y desplazarse hacia las posiciones y espacios políticos e ideológicos propios de las extremas derechas, que también están perfilándose de manera diferente a su caracterización en los años que siguieron a la Gran Depresión, en las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX.

Hasta el ciclo inaugurado por el experimento Trump, las derechas extremas se situaban en espacios diferenciados a los de los partidos de inspiración y tradición conservadora y moderada, que en algunos casos presentaban rasgos más centristas y sociales, como ocurría con las democracias cristianas, después del papado de Juan XXIII.

Hasta el ciclo inaugurado por el experimento Trump, las derechas extremas se situaban en espacios diferenciados a los de los partidos de inspiración y tradición conservadora y moderada, que en algunos casos presentaban rasgos más centristas y sociales, como ocurría con las democracias cristianas, después del papado de Juan XXIII.

Otro rasgo de estas nuevas derechas es el empeño en sostener que han ganado las elecciones cuando no lo han hecho, con la consiguiente reclamación de “nuevas” elecciones. ¿Hasta que logren ganar? Lo cual es no solo un indicador de mal perder, sino de poco respeto por las urnas. Al tiempo que hacen esto, presentan como “ilegítimos” y “tramposos” a los que realmente ganan y pueden formar gobierno. ¿Se van a quedar solo en este cuestionamiento de la democracia, o van a ir más allá por ese camino?

Junto a tales desplazamientos ideológicos, tácticos y estratégicos, las extremas derechas han perdido cualquier tipo de componente social -que sí tenían los partidos fascistas-, pudiéndose decir lo mismo de sus pretensiones ideológicas “secularizadoras” (según los países). En este sentido, las nuevas extremas derechas son más rudas en sus propuestas, y no se molestan lo más mínimo en enmascarar sus políticas económicas y sociales regresivas con ropajes ideológicos que puedan convencer a determinados seguidores.

Por eso, los líderes actuales de la derecha y la extrema derecha no se cortan ni un pelo en ser “muy ricos”, “muy voraces” y pretender serlo cada vez en mayor grado, en un mundo en el que las desigualdades económicas y sociales son cada vez mayores y más hirientes. Un mundo en el que las derechas pugnan por reducir gastos sociales, al tiempo que “perdonan” impuestos a los más ricos y poderosos. Los fascismos, en cambio, tenían una cierta encarnadura en las condiciones sociales negativas que había generado la Gran Depresión y tenían otras concepciones sobre el papel del Estado en la Economía. Por ello, desarrollaron interpretaciones y propuestas que les llevaron a postular un muy “sui géneris” modelo de capitalismo social, que no hacía oídos sordos a la “cuestión social”.

En cambio, las derechas actuales son derechas desideologizadas (sin coartadas), deshumanizadas y desenraizadas que aplican enfoques económicos duros que tienden a bunquerizar un mundo de depredadores dominantes de la economía, del medio ambiente, de las condiciones laborales, etc. Y lo hacen sin compasión, ni complejos.

El insulto como arma política

De la misma manera que las viejas extremas derechas surgidas de la Gran Depresión hicieron de los judíos –y sus “riquezas”, como decían– su chivo eficaces son!”. Con la advertencia adicional de “si puedes intenta meter también en la cárcel a tus enemigos”.

Por eso, las estrategias de la competencia dura se están centrando en el control de las redes y medios de comunicación social, y en el sometimiento de la demoscopia electoral a los consensos fijados por los centros estratégicos correspondientes.

De la rabia a la amenaza

Las coordenadas estratégicas actuales son delineadas por centros de poder que aspiran a bunquerizar sus riquezas e intereses, sin la menor empatía hacia los seres humanos que están sufriendo y padeciendo graves carencias y necesidades en un contexto como el actual, en el que existen riquezas suficientes como para que todos pudiéramos vivir razonablemente bien. Y este nuevo modelo de competencia política se completa con los intentos de causar todo el miedo que puedan entre determinados sectores de la población. De ahí la tendencia de muchos líderes de las nuevas derechas a asumir roles y aspectos amenazantes. Incluso rabiosos, para amedrentar más y mejor.

Algunos se sorprendieron hace poco al ver que el propio Donald Trump utilizaba como imagen icónica una de las fotos que le hicieron en una comparecencia en un Juzgado, en la que aparecía con una mezcla de gesto desafiante y ademán belicoso, de alguien que está dispuesto a saltar sobre el primero que intentara detenerle o plantarle cara. Foto terrible de la que en los Estados Unidos se han llegado a vender enormes cantidades de carteles, camisetas, etc., dejando los antiguos posters del Che al nivel de una mercancía propia de monjitas, niños buenos y despistados de distinta realea.

Se trata de un fenómeno –de enrabietamiento– que está trasladándose a diferentes países, y que está arraigando en un mundo en el que “ser buena persona”, “ser pacífico y razonable” parece que no está de moda, e incluso se considera como algo propio de perdedores e individuos poco inteligentes y dinámicos. Se trata de una evolución hacia un sistema de valores en el que se entroniza la “maldad”, el “odio al diferente” y la “agresividad” a ultranza, y en el que las ideas de “equidad”, razonabilidad y “moderación” no gozan de buena prensa.

Un mundo en el que se vuelve a alentar el espíritu de tribu y las culturas machistas y agresivas propias de las viejas partidas de caza trocadas en turbas guerreras, cuando se consideraba oportuno. Un mundo en el que se quiere situar de nuevo a las mujeres y a los blandismos feminizantes en la trinchera de los enemigos, a los que se ridiculiza, se denigra y se les intenta batir con todos los medios. ¡Cuántas buenas tesis doctorales podrían hacerse hoy en día con tan solo analizar los discursos de algunos, y los editoriales y artículos de ciertos periódicos, contemplados a la luz de estas argumentaciones y estrategias!

Componentes profundos de la oscuridad humana

En la condición humana existen componentes e inclinaciones oscuras que apuntan en esta dirección. Desde los mismos atavismos tanáticos negativos que se intenta que prevalezcan sobre los eróticos positivos –en el tradicional equilibrio Eros versus Tanatos– como elementos motivadores de determinados comportamientos políticos, favoreciéndose que cada vez más ciudadanos, organizaciones y líderes acaben cayendo en ese lado oscuro, con un tipo de negatividad violenta, que no es difícil de encontrar en el panorama político de muchos países.

En España se pueden identificar rasgos de estas inclinaciones, con sus correspondientes comportamientos y estrategias, no faltando los líderes que se esfuerzan en poner cara de “pocos amigos” cuando hablan de política. Al tiempo que algunos se comportan realmente como “malos amigos”, aunque no pongan cara de tales, con patrones de comportamiento que recuerdan la célebre historia del Doctor Jeckill y Mr. Hyde, dos personalidades antagónicas comprimidas en una misma persona, en las que ya no es fácil saber si continúan siendo o no lo que fueron en un pasado no tan lejano.

Determinados líderes traslucen claramente tales dualidades con los gestos hirientes que se esfuerzan en poner, trocando apariencias a veces hermosas y amables en muecas hostiles y agresivas, como si desde lo profundo de su subconsciente estuvieran intentando trocar su faz en la de una especie de bruja mala (si son mujeres) o de un lobo feroz (si son hombres).

Decían los clásicos que la cara es el espejo del alma, y sostienen los expertos y los asesores políticos que una buena cara es una de las condiciones para que un candidato tenga posibilidades de ser elegido. Ahora, sin embargo, parece que lo que algunos intentan vender(nos) es que los líderes cuanto más feroces sean mejor, y si logran transmutar su imagen y apariencia en la de un personaje rabioso, miel sobre hojuelas. ¿Pero estamos seguros de que esos consejeros y los líderes que caminan por dicha senda están pensando en contar realmente con los votos de los ciudadanos y ciudadanas que conforman la base política de nuestras sociedades? ¿O solo pretenden asustarnos? Y de ser así, ¿para qué? Esas son las cuestiones.

 

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