El porvenir es un edificio misterioso que edificamos en la oscuridad y que más tarde deberá servirnos a todos de morada. Víctor Hugo
Con aleccionadora sensatez y madurez política y bajo una extraordinaria conducción de la Comisión Nacional de Primaria, se llevó adelante ese proceso cívico que demostró que cuando se concatena la correcta organización política con la comprometida participación de los ciudadanos, el objetivo puede ser alcanzado.
Ahora es cuestión de ir dejando a un lado esa maraña «comunicacional» que pretende desviar una irrefutable realidad; así las cosas, no insistimos en discutir los detalles de la ocurrente sentencia, en virtud de lo ya debidamente explicado tanto por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, como por eminentes juristas y destacados politólogos.
La reconstrucción del país que nos merecemos tiene que ver directamente con la edificación de instituciones democráticas, que tengan en el centro la rendición de cuentas y el servicio a la ciudadanía.
Este punto resulta fundamental: la ciudadanía tiene que aprender a poner límites a los excesos del poder.
Atrás va quedando ese panorama, en el cual los árboles no nos permitían ver el bosque; esa altisonante avalancha de palabras cargadas de improperios y violencia, que ya resultan harto monótonas, que, si bien antes solía distraernos, confundirnos y atemorizarnos, hoy nos indican que se aproxima, de manera inexorable, el fin de esta historia.
Atrás van quedando los llamados trapos rojos, «peines» o simples triquiñuelas que lograban desmovilizarnos, transfiriendo, en muchas ocasiones nuestro rol de actores, al de simple espectadores, por considerar que, «ni que hagamos lo que hagamos», o bien, “la cosa está como botica de pueblo… sin remedio”. Ya los tiempos de resignación han quedado atrás, y eso se siente en el ambiente.
Ahora a prepararse a salir de un sistema autoritario, que cotidiana y sostenidamente ha violentado los derechos humanos de muchos ciudadanos, mediante las complicidades que se apoyan en la impunidad de fuerzas oscuras al margen del derecho; y en la falta de políticas públicas claras de salud; en materia de medios de comunicación, de educación pública, de impartición de la justicia, de sempiternos conflictos con las Universidades, de ciencia y tecnología al garete, de finanzas sin control.
El paso fundacional de una primera alternancia en el poder, de la competencia política y de los reacomodos de fuerzas servirá para empezar la tarea inmensa de edificar una institucionalidad democrática y fortalecer una ciudadanía verdaderamente dispuesta, comprometida y participativa.
Ahora es el momento propicio de prepararse a superar, desterrar y sustituir no sólo los desmanes y disparates de este régimen, sino los inolvidables desaciertos de «aquel entonces», para ingresar, tal como lo merecen las nuevas generaciones, en el siglo XXI.
De prepararse a salir de un sistema autoritario, que cotidiana y sostenidamente violentó los derechos humanos, de muchos ciudadanos, mediante las complicidades que se apoyan en la impunidad de fuerzas oscuras al margen del derecho.