Rodolfo Izaguirre: Lo que queda en el aire

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Lo que queda en el aire es el título del libro que escribí sobre mi mujer Belén Lobo, bailarina clásica y luego de danza contemporánea fallecida hace algunos años. Es un poema de amor que trata de revivir el tiempo de una hermosa y serena vida conyugal y tiempo también de Rházil, Boris y Valentina, mis tres hijos adorables. Un libro bellamente editado por Gisela Cappellin, sin ningún error de texto porque fue revisado de manera implacable por Carmen Verde Arocha y una portada inusitadamente espléndida diseñada por Carolina Arnal. La asesoría editorial, hay que mencionarla, estuvo a cargo de Silvia Beaujon.

El título se desprende de una vieja definición del ballet que escuché hace tiempo y nunca supe quién es su autor: «El ballet es lo que queda en el aire después de que el bailarín pasó por él». Y en este caso, lo que ha permanecido en el aire es la memoria de Belén.

Leerlo es como ver o admirar los movimientos que asume el adagio para convertirse en uno de los más altos y sublimes instantes del clásico porque la estructura del libro trata de ajustarse en cierto modo a las variaciones de la pareja al encontrarse, acercarse, entrelazarse, fundirse y dejar de ser dos y convertirse uno en el otro para ser uno.

Rodolfo Izaguirre

Belén y yo logramos una bella relación porque supimos marcar los pasos que nos acercaron. Ella se fue aproximando lentamente. ¡Era su variación! Y yo también calculé mis movimientos y el adagio de nuestras vidas avanzaba en la lentitud de sus movimientos y ademanes casi felinos y en los de mi propia variación y finalmente, gracias a una gloriosa coda, comenzaron a encadenarse nuestros cuerpos y la amistad se convirtió en antorcha encendida y ardor que encendía la pradera de los sueños y de los anhelos compartidos y entonces los brazos y las piernas se entrelazaron, descubrieron una nueva gramática corporal, se anudaron y hubo jadeos y la amistad se cubrió durante un largo tiempo de quejidos y voces de amor satisfecho.

Era alcanzar el éxtasis, conocer el erotismo, es decir, lo que rodea y hace posible la cópula y el sexo y allí, solo allí, en la intensa pero insólita brevedad de lo que apenas dura, encontrar el sublime asomo de la libertad.

Rodolfo Izaguirre y Belén Lobo

Rodolfo Izaguirre y Belén Lobo

Pero con el tiempo, el lento andar del adagio convertido en el salvaje y desmesurado pas de deux que trasmutó la amistad en sudorosa satisfacción, también comenzó a transformarse y una inexplicable serenidad se hizo profunda y descubrió que no existe ninguna palabra para definir y mucho menos para describir la perfección de su gloria, las líneas de los cuerpos fundidas en un todo indisoluble. Y en lugar de ser instantánea, la libertad se hace duradera hasta que la muerte separe los cuerpos decididamente unidos. Y el amor. quiero decir, el adagio que hizo posible el encadenamiento de los complejos movimientos del pas de deux permitió que me apoderara de la cadena de oro que portaba Belén y me uniera a ella de manera indivisible como si fuera ella el Cielo y yo la Tierra durante algo más de cincuenta años

¡Y así va escrito el libro!

 

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