Dayana Cristina Duzoglou: Democracia vs. Big-Tech ¿Quién controla el futuro?

Compartir

 

Las nuevas tecnologías que nos brindan las Big-Tech, pueden amplificar lo mejor de la humanidad; aprovechémoslas para lograr democracias sólidas y verdadera libertad.

La ascensión meteórica de las gigantes tecnológicas o Big-Tech, durante la última década ha planteado un desafío monumental al poder de los gobiernos y ha sacudido los cimientos de la democracia contemporánea. En el año 2021, un informe de la Universidad de Harvard reveló que las cinco principales Big Tech (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) obtuvieron beneficios netos combinados que superaron los asombrosos 76 mil millones de dólares, cifra que sobrepasa el PIB de naciones enteras como Uruguay, Paraguay y Costa Rica. Además, su capitalización bursátil se mide en billones de dólares, lo que les otorga una influencia económica sin precedentes.

Estos números no solo reflejan una concentración de recursos tecnológicos y económicos que desafía la lógica, sino que también se traducen en un impacto político a nivel mundial. Las Big Tech participan activamente en campañas políticas, emplean cabilderos en gobiernos y moldean la opinión pública de millones de usuarios a través de sus plataformas. La adquisición de Twitter por parte de Elon Musk y la creación del metaverso por Mark Zuckerberg son casos paradigmáticos que plantean respuestas a preguntas clave.

¿Estamos presenciando el surgimiento de un proto-Estado corporativo global o estas empresas tienen el potencial de fomentar una mayor participación ciudadana moldeando y actualizando la democracia?

El futuro de la gobernanza democrática podría depender en gran medida de cómo se equilibren los roles de las Big Tech y los gobiernos en esta nueva era.

La influencia política de las Big Tech

Las Big Tech cuentan con un poderoso arsenal para influir en los procesos democráticos, que incluye sus plataformas, la inmensa cantidad de datos que recopilan, sus recursos financieros y su capacidad de cabildeo. Por ejemplo, Facebook tiene una audiencia de 2.900 millones de usuarios, superando la población de cualquier nación en la Tierra.

Según la ONG Open Secrets, en el año 2020, Google destinó la asombrosa cifra de 7 millones de dólares al cabildeo en el Congreso de los Estados Unidos, mientras que Amazon destinó 20 millones de dólares en el mismo período. Además, estas empresas financian think tanks y centros de estudios que promueven sus intereses y visiones.

A pesar de las preocupaciones que esto genera, hay ejemplos positivos de la influencia política de estas corporaciones en eventos como las protestas pro democracia en Irán, en donde las redes sociales se convirtieron en herramientas vitales para difundir información, convocar manifestaciones y exponer las atrocidades del régimen teocrático islámico de ese país.

En la Primavera Árabe del 2011 así como en Hongo Kong, para el Movimiento de Paraguas en el 2014, las redes sociales jugaron un papel fundamental al convocar manifestaciones masivas en pro de fomentar el sentimiento democrático y de libertad de los ciudadanos. No obstante, estas mismas plataformas también se utilizan para difundir desinformación y manipular la opinión pública.

En las elecciones presidenciales del 2020 en Estados Unidos, Facebook implementó medidas para reducir la circulación de noticias falsas en respuesta a las críticas recibidas por no haberlo hecho en el 2016. Es innegable que persisten desafíos importantes, como los sesgos algorítmicos y la necesidad de equilibrar la libertad de expresión con la moderación del contenido.

El futuro de la democracia está en jaque y la lucha por el control entre las Big-Tech y los gobiernos continúa siendo uno de los desafíos y problemas más apremiantes de nuestro tiempo.

El poder de las Big Tech en la democracia: dilemas éticos de la era digital

El ascenso de las megacorporaciones digitales plantea profundas interrogantes éticas sobre el futuro de los ideales democráticos. Sus plataformas omnipresentes funcionan como ágoras globales donde discurren los debates que dan forma a la opinión pública. Según cifras de DataReportal, en el 2022 había 4.700 millones de usuarios de redes sociales en el mundo. Sus algoritmos deciden qué información recibe cada usuario. Y sus gigantescos recursos, les permiten incidir directamente en la política. Se confía así a entes privados facultades que antaño estaban reservadas a instituciones públicas.

Indudablemente, las redes sociales han posibilitado formas de activismo y coordinación ciudadana impensables antes de la era digital. Pero al mismo tiempo, su vulnerabilidad a la desinformación, con un alcance de millones de personas, la opacidad algorítmica y los sesgos ideológicos de sus propietarios generan riesgos muy reales de manipulación oculta de las opiniones y preferencias del público.

Urgen nuevas reglas en la era de la democracia digital. De lo contrario, la utopía tecnológica podría mutar en distopía de control corporativo absoluto.

La compra de Twitter por Elon Musk

La adquisición de Twitter por $44 mil millones de dólares representa la mayor compra de una plataforma social por un individuo en la historia. Elon Musk declaró que compró Twitter “porque suprimía las voces de derecha y a los defensores de la libertad”. Además, el magnate tecnológico tiene la visión de convertirla en una “superapp” global que ofrezca comercio electrónico, servicios financieros, noticias verificadas y entretenimiento.

Esta plataforma integral podría beneficiar a cientos de millones de usuarios al proveer múltiples servicios en una sola aplicación. En particular, al incorporar funciones como banca digital y pagos electrónicos, X podría ayudar a poblaciones desbancarizadas en países en desarrollo a participar en la economía formal. Según cifras del Banco Mundial, 1.700 millones de adultos carecen de cuenta bancaria.

Otro pilar de la visión de Musk como expresé anteriormente, es permitir regresar voces conservadoras suspendidas en el pasado, como la cuenta del expresidente Donald Trump, suspendida en el 2021. Musk argumenta que todas las perspectivas deben ser escuchadas en pro de la libertad de expresión. No obstante, ha indicado que la moderación de contenido dañino continuará bajo las nuevas políticas de X y lo ha demostrado suspendiendo cuentas como la del grupo islamista terrorista Hezbolá.

En suma, bajo una regulación adecuada, esta mayor apertura al disenso político combinada con servicios integrados en X podría democratizar el acceso a información, intercambio de ideas y oportunidades económicas a escala global, con beneficios tanto para la gobernanza democrática como para el desarrollo económico.

Reflexiones sobre el control y el futuro: hacia una gobernanza colaborativa

La pregunta “¿Quién controla el futuro?” plantea un falso dilema entre los gobiernos democráticos y las grandes corporaciones tecnológicas. La realidad es que ambos actores tienen capacidad de influir en el devenir de nuestras sociedades.

En lugar de concebirlos como fuerzas antagónicas en pugna por el control, es más productivo verlos como socios necesarios para construir un futuro más próspero, libre, justo e inclusivo. Se requieren instituciones públicas fuertes y empoderadas que establezcan marcos regulatorios adecuados para las actividades de las Big-Tech en pos del bien común. Y simultáneamente, se necesitan empresas innovadoras que desarrollen tecnologías al servicio de todos que vayan cambiando y actualizando la manera de hacer política a favor de los ciudadanos.

La gobernanza del futuro será colaborativa o no será. Ni los Estados ni las corporaciones por sí solos pueden responder a los complejos desafíos contemporáneos. La clave está en lograr un equilibrio dinámico entre ambas fuerzas, que capitalice sus respectivos puntos fuertes en beneficio de la humanidad.

La tecnología bien orientada puede ser el catalizador de un gran proyecto colectivo de libertad y democracia. Activistas pro democracia de países en tiranías como las de Venezuela, Cuba o Corea del Norte, por citar algunas, deben también encausar su lucha buscando un lobby ético que logre el respaldo de las Big-Tech a favor de la retoma de la democracia y la libertad.

Con voluntad y persistencia, los gobiernos, los amantes de la libertad y los activistas democráticos, junto a las Big-Tech, pueden construir una democracia participativa vibrante donde todos tengan voz real en las decisiones que impactan sus vidas.

Twitter X: dduzoglou

 

Traducción »