Enrique Meléndez: Yo sanciono, pero a mí no

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Decía el famoso filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein que el vocabulario de una persona constituye el límite de sus conocimientos; lo que se demuestra en el caso de Diosdado Cabello, que no entiende que nadie le va a creer, cuando dice que detrás de las sanciones, que acaba a ratificar la Unión Europea a un grupo de altos funcionarios del régimen, entre los cuales figura el susodicho, no responden sino a la voluntad de los EEUU. He allí algo que resulta un ritornelo, que él usa para achacarle al otro la responsabilidad de las cosas en casos, como este de la UE, como tanta cosa que se le atraviesa a esta gente en esa aventura de mando, que ha emprendido montada en un tigre. Por supuesto, para llegar allí ha sido necesario la imposición de un régimen de gobierno, bajo el cual la mentira se ha transformado en una política de Estado y que, por lo demás, forma parte constitutiva de nuestro espíritu, abarcando varias regiones de nuestro ser, como dice Octavio Paz; sobre todo, cuando se esgrimen las banderas de un populismo desfasado. Ese nacionalismo, del que se vale Cabello, es de la época en la que Teodoro Rooselvet hablaba, de que a la América hispánica había que llegar con un pan en una mano y un garrote debajo del brazo; momentos en los que EEUU se anexionaba una parte de México; intentaba echarle garra a Cuba; cuando ya se había apoderado de Puerto Rico; el poder de la fuerza, como la “pérfida Albión” nos arrebataba el Esequibo.

Así como dice Mariano Picón Salas, que él conoció en su infancia allá en Mérida gente que había participado de las incesantes guerras de nuestro amotinado siglo XIX, yo conocí gente en mi adolescencia, que tenía como bandera un nacionalismo exacerbado, y hacía gala de su condición antiimperialista. Era el momento, en que se tenía como referencia la famosa nacionalización de la industria petrolera mexicana; hecho acaecido hacia la década de 1930, a raíz de la Revolución Mexicana, y aquí en Venezuela se tenía como una gran bandera a llevar a cabo un proceso de esta envergadura en la industria petrolera nuestra; en manos para ese momento de las transnacionales del petróleo. Obsérvese que lo que está haciendo hoy en día Nicolás Maduro con la Chevron, que es la que está produciendo crudo en este momento, se hubiera considerado una herejía en aquella época; sobre todo, un personaje como Cabello, y luego de dicho proceso de nacionalización, llevado a cabo por Carlos Andrés Pérez en la década de 1970. “Aquí no queremos transnacionales del petróleo”. Así pensaba un sujeto como Cabello y quien, sin embargo, nada dice de la presencia de la Chevron en Venezuela; además, con permiso de Joe Biden, en el marco de las negociaciones, que sostiene su gobierno con el de Nicolás Maduro. Entre tanto, él ve “la mano peluda” de los EEUU en esa decisión de la UE de ratificar las sanciones, que le ha impuesto a un grupo de altos funcionarios; como para sabotear los logros de la “Revolución Bolivariana”. Uno diría que este señor no ha salido de su pueblo natal, allá en Monagas (El Furial), es decir, estamos ante una visión de mundo atemporal; un señor que vive en la década de 1960, en la época de lo que se conoció como el mundo bipolar, pero con los pies en la década de 2020. En unas situaciones EEUU es ángel, pero en otras es diablo. He allí su doble discurso; pues él sabe que de entonces a esta parte ha corrido mucha agua debajo del puente, y uno diría que la configuración de China como el otro gran gigante del planeta, a defecto de la antigua Unión Soviética, ha cambiado de tal forma el panorama mundial, que un país como Venezuela no está en la agenda de los EEUU, como para que desate una guerra diplomática en el continente europeo en su contra; muerto de la envidia por el tipo de “socialismo modelo”, que se ha implantado en su Estado. Atrás hemos dejado la época de las ideologías; pues, como decía el propio Marx, en última instancia lo que prevalece es la economía, y terminó imponiéndose el mercado por encima de la teoría de la revolución proletaria. Además, esos son países con todos los poderes, que actúan en forma autónoma e independiente, esto es, los tres poderes constitucionales: ejecutivo, legislativo y judicial y un poder moral, que está en manos de los medios de comunicación, y que vendría a ser una especie de coro, como lo fue en la tragedia griega, y que fungía de juez, esto es, con capacidad para incidir en la destitución hasta de un presidente, y en estas condiciones es muy difícil que se les imponga a 27 Estados, que conforman la UE, una voluntad imperial, como la que asoma Cabello. Por lo demás, fue una ratificación hecha a propósito de la solicitud del considerado jefe de la diplomacia europea Josep Borrell ante la UE, quien propuso una revisión al tema de las sanciones, en un intento de los socialistas españoles por lavarle la cara a Maduro y, como se observa, salió con la tablas en la cabeza.

Lo otro que deja de lado Cabello en su respuesta a la UE, es que tampoco es porque tiene los ojos bonitos, como le decía Hugo Chávez, el motivo de la sanción, que pesa sobre él, sino porque, a su vez, se trata de un señor que también es sancionador o que de la noche a la mañana se le antojó que, no la hija de la lavandera, sino la nueva e imponente líder de la unidad opositora, María Corina Machado, por voluntad suya está inhabilitada o se procedió a prorrogarle una inhabilitación, que le fue impuesta en el año 2015 por un año, en una forma tan truculenta, que llamó de inmediato la atención del mundo entero, y entonces pasó a ser punto de honor en cualquier negociación con el régimen de Maduro. Pues en manos de la señora Machado está el futuro del país: en menos de un mes escaló al 80%.

 

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