El año que termina se inició, argumentaría Perogrullo. Recordaría las feroces batallas de sus inicios sobre las condiciones para convocar primarias donde las fuerzas se batirían en una guerra de trincheras, donde se invocarían los acuerdos de limitación de armas y donde se medirían los chances para determinar si se solicitaba o no la inscripción en un proceso que resultaba dudoso para quienes sólo lo concebían a su ego.
Los llamados de auxilio para atender desde profesores hasta médicos en precaria situación de salud, siguieron repiqueteando durante 2023. Los maestros reclamaban salarios justos y muchos abandonaban las aulas por hambre, al igual que los alumnos. En el año asesinado la educación se reducía, los migrantes seguían atravesando selvas o barreras ignorando que pronto comenzarían a deportarlos de regreso a la patria que los vio partir.
Las discusiones fueron incendiarias desde el inicio, recordaría Perogrullo protegiéndose del estallido de algún transformador, de algún corte de agua o de alguna cifra de inflación. “Será con papelitos o no será”, exclamaban los que aún no tenían confianza en sus propias fuerzas. “Sin CNE no hay paraíso”, repicaban los más aplicados a las normas.
Revoloteaban las “argumentaciones jurídicas” en boca de los empleados que tiene el oficialismo para estas ocasiones. Nuevo CNE, nada de apertura de inscripciones en el REP. Lo que en el pasado fue el parlamento –y ahora convertido en mitin portátil, recuerda Perogrullo- incendiado de arengas.
Los retiros y los retirados, los aparcados y los asomados en busca de notoriedad. Al fin humo blanco para entrar en el tema de inhabilitados y un acuerdo en Barbados, “más inhabilitado estás tú”, “hasta el final” y el nuevo encargado por los gringos en Bogotá para los asuntos criollos disfrazándose de vinotinto en las redes sociales y declarando los voceros en Washington que no es como dice el gobierno (que ya comenzó la Navidad), sino que el año termina el último de noviembre.
No, señor, este año es mío, argumenta Perogrullo, buscando en la selva del Esequibo un referendo. Son cinco las preguntas, para que los juristas –en su habitual olvido de la política- se desvivan “a la una, a las dos y a las tres”, “si digo sí es no y si digo no es también”.
@tlopezmelendez