Juan Antonio Sacaluga: Argentina: Míster Hyde y el Doctor Jekill

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La elección de Javier como Presidente de Argentina ha sido contundente (más de once puntos de ventaja sobre su rival), pero deja más incógnitas sobre el futuro inmediato que certezas de un cambio tan radical como se teme. El shock de la victoria de Milei no es un espejismo. Hará daño, y mucho, como lo hizo Macri (que jugará un papel importante en esta nueva singladura) o el propio peronista renegado Menem, e incluso el radical De la Rúa.

Al elegir a Milei para que dinamite la ruina de un edificio institucional carcomido por la clase política (1), Argentina coquetea con el abismo. Se trata sin duda del “voto de la rabia” expresión del hartazgo y la desesperación social por una inflación superior al 140% y el avance imparable de la pobreza (40%). Es una reedición del “que se vayan todos” de principios de este siglo. Una apuesta peligrosa la del confiar al lobo el cuidado de los corderos. Estas pueden ser las claves del nuevo tiempo:

1.- División del país

El triunfo electoral de Milei confirma un mapa de país dividido, con las zonas más favorecidas como soporte casi exclusivo de su candidatura y el rechazo, aunque haya sido insuficiente, de aquellas que están por debajo de la media de la renta nacional. En la provincia de Buenos Aires (sur y oeste de la capital), bastión tradicional del peronismo más militante, Milei ha tenido poco predicamento. En cambio ha ganado en provincias que han sido casi siempre hostiles a las prácticas nacional-sindicalistas del peronismo en sus distintas versiones y mutaciones.

2.- Radicalidad inicial, moderación posterior

No está claro que Milei pueda, ni incluso pretenda, aplicar algunas de las demagógicas y lunáticas propuestas que ha venido defendiendo en su meteórico ascenso al poder. De hecho, se ha retractado, ha corregido o matizado algunas de las más escandalosas, alegando que hablaba en sentido figurado (como la venta de órganos y otras relacionadas con derechos individuales). A pesar de su discurso en la noche de la victoria confirmando que “no habrá gradualismo”, debe  su “audacia” en política económica (dolarización forzosa, supresión del Banco Central, privatización completa de empresas estatales y medios públicos, eliminación de servicios sociales gratuitos, etc) podría verse rebajada por la realidad socio-económica y política del país.

La dolarización sin anestesia como la que anuncia Milei es inviable, según los propios liberales, ya que precisa de tiempo de preparación y de un acopio de dólares en el sistema bancario, del que Argentina carece (2). El FMI exige medidas de austeridad para aligerar y reestructurar una deuda de 43 mil millones de dólares, pero no avalará disparates provocadores que puedan generar una insoportable conflictividad laboral y social. Los sindicatos, por desprestigiados que estén, conservan poder de movilización popular.

La debilidad política de Milei es palmaria. Su partido (La Libertad avanza) tiene menos de 40 diputados (de 257) y únicamente 8 senadores de un total de 72. Aunque lo apoye la derecha macrista, no le alcanzará para una mayoría. Su poder provincial es nulo. Si comienza la agitación en la calle, los radicales que le negaron su apoyo en la segunda vuelta, redoblarán su rechazo.

3.- Oportunidad de reconstrucción de un peronismo degradado

El desvaído peronismo tiene de nuevo la oportunidad de rehacerse en la adversidad. Es una de sus constantes históricas. El disfrute del gobierno siempre le ha brindado al peronismo la capacidad de fortalecer su clientelismo esencial. Pero cuando ha forjado su nervio reivindicativo y ampliado su base social ha sido en las etapas en que las circunstancias le obligaron a configurarse como movimiento popular de resistencia y combate. En las sucesivas dictaduras, el peronismo supo monopolizar el discurso de la oposición, bien como alternativa institucional de recambio (años 60 y 70, con el líder carismático moviendo los hilos desde su exilio madrileño), bien en forma de lucha armada (Montoneros) con más peso que organizaciones izquierdistas (el ERP troskista). El único momento en que el peronismo salió mal parado de un periodo de proscripción fue en 1983. Entonces la figura de Raúl Alfonsín, un radical con tintes socialdemócratas, se impuso al peronismo blando post-Malvinas y post-dictadura.

Ahora, se dibuja un nuevo periodo de combatividad, similar a lo que en su día fue el kirchnerismo, alineación del peronismo izquierdista contra la penúltima oleada neoliberal. Las guerras intestinas que han existido siempre se han replicado con más crudeza si cabe en estos últimos años, debido a la crisis de identidad del Movimiento, a la personalidad conflictiva de algunos de sus dirigentes y a la persistencia de una nueva izquierda alejada de los moldes populistas. El peronismo tampoco ha conseguido integrar a esa izquierda crítica ajena a su movimiento que ha mantenido su autonomía política durante la agitada etapa kirchnerista.

4.- Riesgo de aislamiento regional

La actual configuración política aboca a Milei a un aislamiento regional, con gobiernos de centro-izquierda en Brasil, Chile, Bolivia, Colombia (y en cierto modo, México) y una derecha moderada en Uruguay. Las bravuconadas de Milei contra los presidentes de los países más cercanos se disolverán seguramente por propia conveniencia.

Aunque no habrá complicidad, es probable que dirigentes como Lula, Boric o Petro facilitarán una convivencia razonable, si los esperpentos se disuelven, como es previsible. El encaje de un modelo liberal más o menos radical podría no ser un problema en la región, que ya ha vivido varios, aunque evidentemente se malogrará un enésimo intento de coordinación regional que, por otro lado, siempre ha sido limitado.

5.- Dependencia de un triunfo de Trump

Para su anclaje internacional, Milei confía en una victoria de Trump en las elecciones del año próximo. Convertirse en sucursal de una América trumpista es una inversión de alto riesgo. Ofrecer explotación de materias primas (privatización total de la compañía estatal de petróleo, apertura del mercado del gas y el litio, etc.) a cambio de una ilusión de “plata dulce” es una de las quimeras fracasadas del ultraliberalismo que Milei pretende resucitar de entre los muertos. Y si Trump no ganase en 2024, Milei corre el riesgo de “bolsonorizarse”; es decir, de quedar reducido a una especie de bufón internacional sin capacidad de influencia (3).

6.- ¿Usar y tirar?

Los grandes poderes económicos confían en que un lunático sin complejos aparentes haga el trabajo sucio que Macri no fue capaz de culminar por un contexto desfavorable y falta de reaños políticos. Pero, a la postre, da la impresión de que el empresario bonaerense opera como Doctor Jekyll (promoviendo nombres para su equipo de gobierno) y deja que Milei interprete el papel de Mr. Hyde: respetabilidad burguesa frente a oscurantismo marginal. Más que demoler a martillazos y motosierra un Estado esculpido por ocho décadas intermitentes de peronismo e intervalos de ultraliberalismo feroz, la derecha tratará acabar de una vez por todas con eso que denomina despectivamente “populismo argentino”. Para ello nada mejor que un pirómano, al que obligarán a convertirse en bombero o a perderse en una curva del camino.

Notas

(1) La derrota de una cultura política y la irrupción de lo desconocido. Luciano Román. La Nación, 19 de noviembre.

(2) In Argentina, Javier Milei faces a massive economic crisis. The Economist, 20 noviembre.

(3) Javier Milei’s next challenge: governing Argentina. Oliver Stuenkel (Fundación Getulio Vargas, Brasil). Foreign Policy, 21 de noviembre.

 

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